La conciencia y los bienes comunes postcapitalistas – Gregory Wilpert

La conciencia y los bienes comunes postcapitalistas
Gregory Wilpert

Traducido por Kalopsia. Texto original disponible en Spanda Journal n°1, https://spanda.org/assets/docs/spanda-journal-VII,1-2017.pdf

 

Prologo por Kalopsia.

Queremos partir señalando que cualquier traducción o publicación ajena a la creación escritural de quienes sostenemos este proyecto no significa, bajo ningún termino, que adherimos completamente a dichas publicaciones, o a las posturas políticas e ideológicas de los autores que se presentarán
Dicho esto, sabemos que Gregory Wilpert es un autor controversial, principalmente porque suele ser conocido por ser un autor defensor de la Revolución bolivariana el proyecto “Venezuelanalysis”, que se dedica a ser una página de difusión de noticias actuales de Venezuela.  Nuestra intención al traducir y difundir este texto no va por el camino de ensalzar posiciones reformistas propias de los vicios autoritarios que caigan en el capitalismo de estado, ni marcar que esa es la verdadera vía emancipatoria. Si es que hay una “vía verdadera”, no la daremos nosotrxs, sino el movimiento humano real en su encuentro autónomo y la conformación de una estrategia revolucionaria. Nosotrxs sólo podemos tener claridad respecto a cómo no hacer las cosas, por lo que aquí no se encontrará un programa estructurado. Sólo queremos ofrecer distintos insumos para pensar y construir el mundo del mañana en el ahora.
Es a partir de eso que surge la traducción de este texto, que tiene como enfoque el colapso capitalista actual, para realizar una especie de genealogía de la transformación de la “conciencia” – forma de dar sentido al mundo – en distintos estadios del desarrollo humano – precapitalista, capitalista, y la propuesta postcapitalista que postula el autor. Se nos hace relevante poder aportar a este debate urgente desde distintos lugares y miradas, ya que, como dijimos previamente, la solución no la daremos nosotrxs, ni es unidimensional, así como tampoco lo es el Capital en su fuerza expansiva de valorización y devastación.
Poder entramar en el ahora las herramientas y narrativas, las tendencias actuales, y las prácticas autogestivas para las sociedades postcapitalistas que exijan un grado de supervivencia colectiva es un desafío que hay que tomar en el cotidiano si queremos evitar ahogarnos en este gran buque industrial en el que, a la fuerza, nos encontramos. Pensar en rescatar aspectos fundamentales de la realidad actual (la cooperación, la relacioón naturaleza-tecnología, la globalización en su sentido de red interconectada humana) es una propuesta interesante y tangible respecto de las directrices que pueden servir para el postcapitalismo. Directrices con las que ya tenemos cierta cercanía, porque ocurren en nuestra cotidianidad.
Deshilar y hacer visibles esas directrices que ya habitamos nos abre la posibilidad de habitar no una utopía, sino una certeza de las potencias que pueden ser exacerbadas a partir de una realidad material, sin caer en discursos primitivistas, ni distopistas. Cualquiera de esas dos posturas significa la tumba de todo proyecto emancipatorio por su carácter descontextualizado y nihilista.  Posturas que caigan en el vacío total de construcción colectiva de manera situada deben ser combatidas no teóricamente, sino en la praxis territorial.
Parte de este texto guarda estrecha relación con esa necesidad de práctica entre pares, tomando aspectos actuales como fundamentales para aprender y prepararnos para la catástrofe que se avecina.
Esperamos que este texto pueda aportar a la discusión y construcción colectiva, como también a criticarlo, desmenuzarlo, y, al igual que el autor, distinguir entre tendencias positivas y negativas que pueden sernos útiles como herramientas para fomentar los espacios de encuentro y resistencia.

Kalopsia


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 Vivimos en un mundo que parece estar plagado de más contradicciones que en ningún otro punto en la historia del mundo.  Por un lado, estamos en la cúspide de crear una sociedad verdaderamente global que puede sostenerse con energías renovables, en la que los derechos humanos son generalmente aceptados como válidos, en la que la tecnología puede vincular a todos con todos, donde la colaboración y cooperación son las maneras más naturales de interactuar, y todo el conocimiento del mundo está disponible para cualquiera con una conexión a internet. Esas son sólo algunas de las increíbles tendencias de la que muchos de nosotros somos parte. Por el otro lado, la civilización mundial también se está enfrentando a amenazas sin precedentes, que van desde el calentamiento global hasta la guerra perpetua en algunas regiones, pasando por el aumento de la desigualdad y la pobreza persistente.

¿Cómo puede la persona promedio, a la que le gustaría ver prevalecer las tendencias positivas, navegar por tal situación contradictoria? Una manera de hacerlo es identificar las tendencias positivas que podrían llevar a una nueva forma de organización y ser social y encontrar formas de reforzarlas y generalizarlas. Digo que uno debería enfocarse en las tendencias que llevan a una organización social nueva porque las tendencias positivas que no llevan a una sociedad nueva podrían significar que las tendencias negativas permanezcan, ya que es la sociedad existente la que las produce. Mientras tanto, uno también debería reconocer las tendencias negativas y encontrar formas de detenerlas y revertirlas.
Cuando hablamos de tendencias positivas y negativas no sólo me refiero a tendencias en el ámbito de las instituciones y prácticas sociales, sino también a las tendencias en la conciencia, actitudes, valores, sensibilización, y en cómo damos sentido al mundo. Después de todo, como actuamos en el mundo no es solo un asunto de estímulo-respuesta, sino también el resultado de cómo hacemos de forma activa para dar sentido a nuestro mundo – un resultado de la conciencia, en resumen – con la que luego damos forma al mundo. La conciencia, entonces, es también el resultado de nuestras condiciones sociales. En otras palabras, necesitamos tener en cuenta ambas cosas: las condiciones sociales cambiantes y las formas de conciencia cambiantes y cómo interactúan estas dos.

Esta es una tarea enorme – rastrear la conciencia, las condiciones sociales, las tendencias negativas y positivas – por lo que limitaré este artículo a un aspecto que argumento que es particularmente relevante para la creación de una sociedad nueva y mejor: El surgimiento de los bienes comunes postcapitalistas.
Lo que quiero decir exactamente con eso, cómo podría beneficiar a la humanidad, y cómo podría surgir son los tópicos del resto de este artículo

SURGIMIENTO DE LOS BIENES COMUNES POSTCAPITALISTAS

La buena noticia es que todos los días podemos observar ejemplos de un futuro postcapitalista, socialmente justo y sostenible. Uno de los mejores ejemplos de esto es la proliferación de los llamados proyectos de bienes comunes. Quizás el ejemplo más conocido es Wikipedia. Otros ejemplos importantes están en los movimientos de software libres y de código abierto y la licencia creative commons. ¿Qué tienen en común estos proyectos y en qué formas son “postcapitalistas”?

Tomando prestado el trabajo de una de las principales teóricas de los bienes comunes, Elinor Ostrom[1], es posible decir que estos emergentes bienes comunes comparten las siguientes cinco características:

1-Normas acordadas colectivamente
2-Autocontrol
3-Sanciones por violanción de las normas
4-Mecanismos de resolución de conflictos
5-Ninguna interferencia externa en los procesos de autoorganización

La lista original de Ostrom tenía 8 características principales. La razón por la que su lista completa no aplica a los tipos de bienes comunes analizados aquí es que ella estudió los bienes comunes precapitalistas, mientras que yo quiero enfocarme en los bienes comunes postcapitalistas.

En otras palabras, los bienes comunes precapitalistas tienen varias características que simplemente no se aplican a los bienes comunes postcapitalistas o, al menos, no aplican del mismo modo. Por ejemplo, una diferencia clave es que los bienes comunes precapitalistas, tales como los típicos pastoreos o pesca compartidas, se basaban en recursos escasos pero renovables.

Como resultado, los límites claramente definidos (característica n°1) y las normas que rigen la apropiación de recursos (n°2) tienen un rol central en los bienes de recursos escasos. Al fin al cabo, si cualquiera puede apropiarse de cuanto quiera de los bienes comunes (pastizales o peces, por ejemplo), el recurso se agotará y nadie podrá volver a sacar ventaja de este. Los bienes comunes postcapitalistas, que tienden a estar basados en el conocimiento, son potencialmente ilimitados o no escasos (o «no rivales»), y por tanto estos principios no se aplican a ellos. Del mismo modo, la octava característica que menciona Ostrom, la necesidad de múltiples niveles de organización en los bienes comunes a gran escala tampoco es tan necesaria en los bienes comunes postcapitalistas. La razón de esto es que los bienes comunes postcapitalistas se basan en la creación de redes y en los principios de «peer-to-peer» que no necesitan formas jerárquicas de organización para funcionar eficazmente.

Todo lo anterior, sobre la diferencia entre los bienes comunes pre y postcapitalistas, no significa que los bienes comunes de recursos escasos sean irrelevantes para los bienes comunes postcapitalistas. De hecho, pueden ser extremadamente importantes, como es el caso si consideramos el ecosistema del planeta como un bien común global, que necesita ser protegido y donde necesitamos un sistema organizado colectivamente o reglas sobre cómo interactuar con el ecosistema global. La razón principal para hacer una diferenciación entre pre y postcapitalista es señalar las diferencias las diferencias de conciencia que ambos requieren para funcionar bien.

Sin embargo, hay un tercer tipo de bienes comunes que debemos identificar, que también funciona bajo un tipo de conciencia diferente a los dos anteriores: el bien común capitalista. Esto podría parecer una contradicción, ya que normalmente consideramos que el capitalismo es un sistema que milita contra los principios de los bienes comunes. Al fin y al cabo, los bienes comunes precapitalistas fueron destruidos en gran medida con la aparición del capitalismo en los siglos XVII y XVIII.[2]

Sin embargo, mientras el capitalismo comenzaba como una forma de explotación de los trabajadores, algunos pensadores que querían encontrar una forma de producción menos explotadora y alienante, como Robert Owen, propusieron la creación de cooperativas. Si consideramos a las cooperativas como una forma de bienes comunes (la forma capitalista), este tipo gestionaba el recurso social compartido recurso social compartido de las oportunidades de trabajo, en lugar de un recurso natural.

Siguiendo a Dyer-Witherford (2007), podemos identificar tres tipos de bienes comunes
1-Natural (precapitalista)
2-Social (capitalista)
3-Cultural (postcapitalista)

Esta lista no pretende sugerir que los recursos naturales recursos naturales sean inherentemente precapitalistas y que los recursos culturales (o basados en el conocimiento) son inherentemente postcapitalistas. Más bien, la asociación con un periodo concreto se refiere a cuándo surgió una forma particular de bienes comunes y a qué tipo de conciencia comienza a aplicar a cualquiera de las formas anteriores de bienes comunes.
Pero, ¿por qué molestarse en hacer la distinción entre bienes comunes pre, post y capitalistas? ¿Cómo se relacionan de estos tipos de bienes comunes con el sistema económico conocido como capitalismo? La razón principal para hacer esta distinción se basa en el reconocimiento de que el capitalismo es un sistema económico que surgió en Europa Occidental en los siglos XVII y XVIII y que poco a poco fue conquistando todas las sociedades del mundo. Si bien aportó enormes avances tecnológicos y mejoras en la ciencia, la educación y el nivel de vida, también contribuyó a aumentar la desigualdad y la pobreza de grandes segmentos de las sociedades capitalistas.

El capitalismo se basa en tres pilares principales: la propiedad privada de los medios de producción, la competencia entre los productores y entre los trabajadores, y un Estado que mantiene los dos pilares anteriores. Si estamos de acuerdo en que el capitalismo ya no es sostenible, principalmente porque ha llevado al planeta a niveles insostenibles de desigualdad y de degradación ambiental, entonces tiene sentido ver si podemos identificar nuevas formas institucionales que sean mejores. Una de esas formas emergentes, sugiero, es el desarrollo de los bienes comunes postcapitalistas. Estos merecen la designación de «postcapitalistas» porque se oponen a los tres pilares del capitalismo. La propiedad es compartida y no privada, la competencia se sustituye por la cooperación y la colaboración, y se rigen por reglas derivadas colectivamente que garantizan los dos principios anteriores y no los del capitalismo.[3]

 

LA CONCIENCIA Y LOS BIENES COMUNES

En cada uno de los tres tipos de bienes comunes predomina un tipo de conciencia en cada uno de los tres tipos de bienes comunes. Por conciencia me refiero a la perspectiva desde la que vemos y damos sentido al mundo. Este sentido del mundo puede dividirse en al menos tres esferas: cómo percibimos el mundo cognitivamente, cómo nos relacionamos con él afectivamente, y cómo justificamos moral o éticamente nuestras interacciones con los demás en el mundo.

Podemos analizar los tres tipos diferentes de bienes comines – precapitalista, capitalista y postcapitalistas – en las siguientes tres esferas:

  • RECURSO NATURAL COMÚN PRECAPITALISTA

A – Cognición: En términos de cognición, el tipo de conciencia que predominaba era uno que los psicólogos del desarrollo llaman «convencional”[4] y que los sociólogos suelen llamar «tradicional». Esto significa aceptar sin rechistar la visión del mundo que imparten los antepasados o autoridades religiosas.

B – Afecto: La relación afectiva con el mundo – o empatía- se limita al propio grupo social o étnico. Es decir, los forasteros suelen ser vistos como menos dignos o menos merecedores de empatía y comprensión[5]. La falta de empatía hacia los de fuera no es necesariamente una de empatía, sino que también puede ser el resultado de una limitación psicológica simplemente porque el «otro» es demasiado diferente para entenderlo o apreciarlo.

C- Razonamiento moral: La relación afectiva alimenta directamente el razonamiento moral sobre cómo tratar a los demás y actuar en el mundo social. Al igual que la capacidad cognitiva, el razonamiento moral se basa en prácticas y costumbres tradicionales que no se cuestionan y que tienden a priorizar a los miembros de la propia comunidad o grupo por encima de los de fuera.

D- Características típicas de los bienes comunes de recursos naturales precapitalistas: Basándonos en lo anterior podemos ver cómo y por qué este tipo de bienes comunes tendía a organizarse. Las barreras de los límites mencionadas anteriormente, que son típicas de los recursos naturales comunes, encajan muy bien con una forma de conciencia que limita la comprensión cognitiva, el afecto y el razonamiento moral a los miembros del propio grupo o comunidad. Un recurso natural común tenía que estar limitado a un grupo particular y la forma de conciencia encaja con este requisito. Los bienes comunes sociales y culturales simplemente no existían porque tanto el trabajo como la cultura se organizaban normalmente según diferencias de estatus jerárquico, en el que los líderes religiosos o políticos ejercían el poder sobre otros con menos poder basado en el estatus.

 

  • RECURSO SOCIAL COMÚN CAPITALISTA

E- Cognición: Aquí la capacidad de dar sentido al mundo de forma cognitiva da un salto importante de la creación de sentido de los demás a la creación de los demás a la creación de sentido de las propias facultades racionales. En otras palabras, la persona comienza a cuestionar la sabiduría recibida y a intentar elaborar una comprensión del mundo independientemente de los demás. En la psicología del desarrollo, esto se conoce como razonamiento postconvencional. Históricamente, el surgimiento de la filosofía de la Iluminación del siglo XVII fue el principal ejemplo de esta transición en Occidente. Sin embargo, el hecho de que uno que uno piense que está pensando de forma independiente, no significa que lo sea. Los marcos y paradigmas socialmente transmitidos siguen dando forma a este tipo de conciencia, pero estos son en gran medida inconscientes y no se utilizan como justificación para pensar de la manera en que lo hace.

F- Afecto: El rango empático comienza a ir más allá de la propia comunidad o grupo social inmediato y, en principio, se expande a toda la humanidad. Sin embargo, el rango empático sigue estando limitado por la falsa suposición de que todos los demás son similares a uno mismo. Es decir, la universalización de la empatía va de la mano de la proyección universal del propio afecto sobre todos los demás. Se trata una especie de falsa empatía, que supone que el propio ser en el mundo es el mismo que el de los demás. Por lo tanto, no puede tener en cuenta las diferencias culturales.

G- Razonamiento moral: Empieza a surgir la ley universal y los códigos morales universales, donde todos deben seguir la misma ley y el mismo código moral. Esto es particularmente importante para el surgimiento de los derechos humanos universales. No es coincidencia, sin embargo, que los primeros derechos humanos que surgieron fueron derechos muy individualistas, como el derecho a la libertad de expresión, de reunión, de propiedad y la igualdad ante la ley. Estos derechos individualistas fueron los primeros porque encajan muy bien con la emancipación del individuo con respecto al grupo y sus normas tradicionales. Esta moral racional individualista hizo posible la aparición del capitalismo, que liberó al campesinado de las relaciones feudales y liberó al empresario para maximizar beneficios sin importar lo que esto pueda significar para los demás.

H- Características típicas del recurso social capitalista comunes: Bajo el capitalismo se desarrollaron dos tipos muy diferentes de recursos sociales comunes. El primero es la corporación, donde el recurso compartido es el capital que se ha invertido en la corporación. Se podría argumentar, de todas formas, que la empresa no es un bien común porque los trabajadores de una empresa generalmente no tienen absolutamente nada que decir sobre cómo se organiza o gestiona la empresa. Sin embargo, si consideramos que el recurso compartido recurso es el capital y que la afiliación se limita a los que aportaron el capital inicial, entonces los trabajadores no son técnicamente miembros de este tipo de recursos sociales. Sin embargo, los inversores de la empresa deciden conjuntamente la gestión y las normas de la empresa. La segunda forma, quizás más obvia, de recursos sociales comunes en el capitalismo es la cooperativa. Aquí, el recurso compartido es la oportunidad de trabajo que proporciona toda la empresa y en la que todos los que participan en la cooperativa deciden conjuntamente su gestión, reglas y organización. Ambos tipos de recursos sociales comunes (empresa y cooperativa) dependen de una forma de conciencia que puede aceptar a cualquier persona – de cualquier grupo social o étnico – como miembros, siempre que dispongan del dinero necesario para realizar la inversión inicial para ser miembros. Además, las normas internas o principios rectores se aplican por igual a todos los miembros (esto es cierto en principio también en los bienes comunes precapitalistas, pero la homogeneidad de los miembros, donde todos tienden a ser del mismo grupo social, en este tipo de bienes comunes hace que la igualdad de los miembros no sea un problema en los bienes comunes precapitalistas).

 

  • RECURSO CULTURAL COMUN POSTCAPITALISTA

I- Cognición: La capacidad cognitiva de dar sentido al mundo da otro gran salto, esta vez para ver los marcos contextuales y sociales de la propia comprensión (antes presuntamente universales). Es decir, los individuos son más conscientes de su incrustación sistémica en las relaciones sociales y de cómo esto limita su capacidad de comprender plenamente el mundo. Representa un gran salto de la comprensión porque reconocer estas limitaciones y marcos es importante para superarlas. Algunos llaman “sistémica” a la capacidad cognitiva de esta etapa, porque las personas ven su inserción en sistemas de relaciones y cómo estas relaciones afectan a su forma de percibir el mundo.

J- Afecto: La capacidad de ver las relaciones a través de fronteras sociales y de ver a todos los seres humanos como fundamentalmente iguales también profundiza y amplía el alcance de la empatía que la gente siente por los demás. Mientras que en los bienes comunes capitalistas se asumía que todo el mundo es igual y que la igualdad se  basa en una falsa sensación de igualdad, en los bienes comunes postcapitalistas se reconoce la igualdad a pesar de las diferencias entre las personas.

K- Razonamiento moral: Al reconocer la igualdad en la diferencia y la diferencia en la igualdad, la aplicabilidad de la ley universal se elastiza en favor de la adhesión a los principios clave. Es decir en lugar de insistir en la aplicación por igual de las leyes de una sociedad concreta a todos los demás, los principios clave, como los conceptos de equidad, justicia y libertad, adquieren mucha más importancia. Además, al reconocer que los derechos humanos políticos significan poco en situaciones de extrema pobreza y desigualdad, empezamos a tomarnos más en serio los derechos humanos sociales y económicos

L- Características típicas del recurso cultural común postcapitalista: Mientras que el patrimonio social capitalista es, en principio, universal, en el sentido de que cualquiera que tenga el capital o dinero, el patrimonio cultural postcapitalista es universal en la práctica. Los límites de la membresía se convierten así en un asunto sin importancia. Además, hay una mayor flexibilidad en la aplicación de las normas y sanciones y una mayor tolerancia a la variedad de actividades de todos los participantes en los bienes comunes. Esto se ve facilitado por los avances tecnológicos que ponen en red a todos los participantes entre sí, creando así una verdadera sociedad entre iguales (peer-to-peer), en la que las desigualdades y las jerarquías de poder se consideran un obstáculo para el funcionamiento de los bienes comunes. Mientras que la racionalidad individual y la necesidades individuales (o las necesidades corporativas, que se consideraban lo mismo que un individuo) eran predominantes en los bienes comunes capitalistas, en los bienes comunes postcapitalistas hay un esfuerzo consciente por superar el dualismo entre lo individual y lo colectivo.[6] El desarrollo de los recursos culturales postcapitalistas está más avanzado porque el intercambio cultural y de conocimiento es mucho más libre y desinhibido, tanto por la forma en que la tecnología facilita estos intercambios, como también porque el reconocimiento de la igualdad en la diferencia lo hace más aceptable. Los principios aprendidos en la creación de los bienes comunes de recursos culturales pueden transferirse gradualmente a los bienes comunes de recursos naturales y sociales postcapitalistas.[7]

 

FACTORES DE APOYO Y EN CONTRA PARA EL DESARROLLO DE LA CONCIENCIA POSTCAPITALISTA DE LOS BIENES COMUNES

Como se ha mencionado en la introducción, vivimos en tiempos muy contradictorios. Por un lado, estamos encontrando nuevas formas de cooperar, de hacer realidad el bien común postcapitalista, al tiempo que desarrollamos nuevos métodos para mejorar nuestra sostenibilidad ecológica.

Por otro lado, amplios sectores de la sociedad siguen estando excluidos de estos desarrollos y, si acaso, en las condiciones de vida empeoran y se alejan aún más de las más alejadas de las formas de vida basadas en el procomún. En la siguiente sección analizo esta dicotomía y cómo podríamos reforzar las tendencias positivas y contrarrestar las negativas.

 

FACTORES DE APOYO

Podemos dividir los factores que apoyan el desarrollo de la conciencia postcapitalista de los bienes comunes en tres categorías: externos, internos y sociales. Por externo me refiero a las condiciones materiales, tecnológicas y económicas. Es decir, esto incluye los avances tecnológicos anteriormente mencionados que nos permiten conectarnos unos con otros a muy bajo coste, sin importar en qué parte del mundo estamos. Esta conexión instantánea y la creación de redes ayuda a desarrollar la conciencia que piensa en términos de relaciones sistémicas y es capaz de ampliar su alcance empático. Además, para los que tienen la suerte de tener un nivel de vida relativamente bueno y de confort, muchas personas ya no necesitan pensar en términos materialistas sobre en cómo ganarse la vida, sino que pueden permitirse centrarse en cómo tener una buena vida.[8]

Las condiciones internas que apoyan el desarrollo de una conciencia postcapitalista tienen que ver principalmente con la crisis existencial a la que nos enfrentamos hoy en día. Es decir, la crisis ecológica y la creciente incertidumbre económica en la mayoría de las sociedades significan que nos vemos empujados a repensar fundamentalmente nuestra relación con la naturaleza y con los demás. Este tipo de replanteamiento puede suponer un paso atrás, hacia una conciencia precapitalista, o un paso adelante, hacia una conciencia postcapitalista. El camino que se tome depende de los factores del contexto histórico y contingente en el que se enfrentan estas crisis.[9]

Por último, con factores sociales me refiero precisamente al contexto social que puede ayudar a hacer avanzar el desarrollo de la conciencia o que puede hacerlo retroceder. La tendencia, sin embargo, es que las sociedades aprendan de su pasado para avanzar. Por supuesto, esto no siempre es el caso y la historia está plagada de ejemplos de regresión social (la Alemania nazi es uno de los ejemplos más conocidos). Sin embargo, en el contexto de la crisis ecológica estamos empezando a redescubrir los valores precapitalistas de vivir en armonía con la naturaleza y estamos aprendiendo a aplicar estos valores en nuestro actual contexto altamente tecnológico.[10] La reciente tendencia a adoptar las antiguas nociones indígenas de vivir en armonía con la naturaleza, también conocidas como «buen vivir» o «sumac kawsay» en kichua (una lengua indígena de la región andina) en América Latina es un ejemplo de ello.[11]

 

FACTORES EN CONTRA

La tendencia contraria quizá más seria para el desarrollo de los bienes comunes postcapitalistas – tanto su conciencia como sus prácticas sociales – es la creciente división social dentro y entre sociedades. Un estudio reciente del economista del MIT Peter Temin (2017) expone este argumento para la sociedad estadounidense demostrando que en los últimos 40 años los Estados Unidos han ido avanzando hacia lo que los economistas llaman una «economía dual». Esto es una economía para el 80 % inferior y una para el 20% superior, donde cada economía está separada y es distinta de la otra, y ninguna de ellas es particularmente consciente de las condiciones económicas de la otra. El 20% superior, que Temin llama el sector de las finanzas, la tecnología y la electrónica (FTE), vive con seguridad económica, con excelentes escuelas, buena atención sanitaria y comodidad general. Por el contrario, el 80% inferior vive en la inseguridad económica, con escuelas medias o malas, atención sanitaria precaria, infraestructuras en ruinas e incertidumbre sobre el futuro. Sus condiciones generales se asemejan a las de los típicos países del tercer mundo

Una de las consecuencias de esta economía dual es que, al igual que las condiciones económicas son divergentes, también lo es la conciencia. Mientras que el 80% inferior está atrapado en un sistema capitalista neoliberal despiadado y la conciencia que para sobrevivir en él, el 20% superior tiene el tiempo libre para desarrollar una conciencia más «postmaterialista»[12] que también es compatible con la tecnología en red que permite el desarrollo de la conciencia para un procomún postcapitalista.

Esta tendencia de creciente desigualdad y hacia una economía dual no sólo está ocurriendo en los EE.UU, sino en la mayoría de las sociedades occidentales.[13]. Tanto las políticas económicas nacionales como internacionales contribuyen a esta tendencia. Es decir, con el crecimiento de la ideología y la política económica neoliberales desde los años 80, se ha producido un fuerte crecimiento de la desigualdad no sólo dentro de los países, sino también entre países. Por ejemplo, por mencionar sólo una medida global, la diferencia en términos de PIB per cápita entre EE.UU. y el tercer mundo se ha triplicado entre 1960 y la actualidad.[14]

Es esta divergencia de fortunas económicas la que explica la evolución dicotómica, entre la posibilidad de un futuro mundo postcapitalista común, en el que todo el mundo está conectado en red, participa en proyectos entre iguales y utiliza cada vez más energías renovables y la tecnología verde, y un mundo «capitalista salvaje» de incertidumbre e inestabilidad económica, política y social. Esta parte de la población que se ve afectada por esta última tendencia es cada vez más consciente de la desigualdad e injusticia del sistema político-económico y se enfrenta a la opción de intentar obtener ganancias políticas para crear una mayor igualdad o volver a un mítico tiempo mejor, en el que la tradición y la autoridad ponen orden (como en el eslogan de campaña de Trump, «Make America Great Again»). Esto, en esencia, explica el auge de los movimientos de extrema derecha en Estados Unidos (y la elección de Donald Trump) y en todo el mundo.

Por último, un tercer factor en contra, además de la creciente desigualdad y las políticas neoliberales, es el crecimiento del estado de vigilancia y de la «psicopolítica».[15] Es decir, las mismas tecnologías que hacen posible los bienes comunes postcapitalista también permiten el surgimiento de un régimen que intenta controlar y vigilar a la población. Las plataformas de medios sociales de propiedad privada recopilan cantidades masivas de datos que les permiten orientar la publicidad y la información con el fin de manipular a los usuarios no sólo para que compren determinados productos, sino también para que crean en determinadas cosas. Este enfoque también se conoce como «big data», que se vuelve cada vez más potente cuando los datos se comparten entre plataformas, especialmente con los organismos gubernamentales. Es una forma de psicopolítica en el sentido de que la manipulación se dirige a individuos concretos, no sólo a información demográfica, como solía ocurrir con la publicidad en la televisión o los periódicos convencionales, sino en base a los perfiles de personalidad que los usuarios de las plataformas de medios sociales divulgan voluntariamente. Estas manipulaciones, en favor de determinados productos u orientaciones políticas tenderían a socavar el desarrollo de la conciencia que fomenta Internet en general.

 

¿QUÉ SE PUEDE HACER?

Quizás el obstáculo más grave para la creación de una conciencia postcapitalista de los bienes comunes es la desigualdad que ha ido creciendo desde la década de 1980. Esto está, en efecto, frenando a un amplio segmento de la población mundial, mientras que la otra parte de la población mundial se beneficia de la creciente desigualdad. La mayoría de la gente del segmento superior de este sistema económico dual no se da cuenta, pero en EE.UU. (y en muchos otros países) este sector financia las campañas de los políticos y apoya a los medios de comunicación que persiguen políticas para mantener el statu quo. El primer paso para revertir la desigualdad que nuestro sistema político y económico perpetúa es sacar el dinero de la política.

Pero incluso esto no es suficiente mientras los medios de comunicación más importantes apoyen también las políticas y los candidatos políticos que pretenden mantener el statu quo. En otras palabras, una profunda democratización y diversificación de los medios de comunicación (sobre todo en Estados Unidos). Ahora que cada vez más personas están obteniendo sus noticias y análisis políticos en las redes sociales, todos los medios (tanto los medios de comunicación tradicionales como los sociales) tienen que transformarse de una base lucrativa a una común. Una transformación de los medios de comunicación en un procomún global postcapitalista también abordaría el problema de la manipulación psicopolítica de la población.

Una vez que la base financiera y mediática se remueve de mantener el statu quo, los cambios políticos en la dirección de revertir la desigualdad económica se vuelven mucho más factibles, especialmente si se trata de políticas que se dirigen a todos y no sólo a los pobres. La renta básica garantizada sería quizás la más importante de estas medidas.[16]

 

CONCLUSIÓN

Los próximos 30 a 50 años serán probablemente decisivos para la supervivencia de la raza humana. El mantenimiento del statu quo ya no es factible porque estamos alcanzando los límites absolutos de la sostenibilidad social. La salida, para superar esta crisis, es avanzar hacia una sociedad postcapitalista basada los bienes comunes. El sistema capitalista nos ha metido en este lío y sólo su trascendencia nos permitirá superar sus problemas. El bien común poscapitalista, que evoluciona gradualmente, y la conciencia que lo acompaña, apuntan en la dirección correcta.

Una posible visión de lo que podría ser una sociedad global basada en los bienes comunes postcapitalistas podría involucrar las tres esferas mencionadas previamente: los recursos comunes naturales globales, los recursos comunes sociales globales y los bienes comunes culturales globales. Para que cada uno de ellos funcione correctamente, una masa crítica de individuos tendría que gestionarlos desde una conciencia post-capitalista del tipo descrito aquí.

Los bienes comunes naturales globales tendrían que gestionar ante todo el aire y los océanos.

Ya tenemos acuerdos multilaterales y foros para tomar este tipo de decisiones, pero cuando se toman entre gobiernos, suelen ser mucho menos eficaces que si se toman entre ciudadanos, todos ellos participando de igual a igual en la elaboración de normas que se apliquen por igual a todos (a diferencia del sistema actual, en el que los países occidentales desarrollados intentan llegar a acuerdos que les permiten seguir bombeando mucho más dióxido de carbono a la atmósfera per cápita que naciones populosas como China o India).

Lograr un bien global postcapitalista para la esfera social (principalmente el trabajo y los ingresos) será probablemente mucho más difícil por la logística altamente complicada que implicaría tal empresa. Sin embargo, si queremos reducir la desigualdad entre las naciones y dentro de ellas, en algún momento habrá que abordar este tema. En primer lugar, desarrollaremos bienes comunes sociales postcapitalistas a nivel nacional para el trabajo e ingresos. Con el tiempo, podrían ampliarse a un nivel mundial, para reducir la desigualdad global.

Por último, el patrimonio post-capitalista más avanzado en la actualidad está en la esfera de la cultura, el conocimiento y la información. Esto se debe a que la infraestructura tecnológica de Internet y de las comunicaciones globales ha facilitado el desarrollo de esta esfera sobre todo.

La clave aquí es crear nuevos bienes comunes de la cultura postcapitalista, como por ejemplo para los medios sociales antes mencionados y para las noticias en general.

En realidad, sería relativamente sencillo convertir las plataformas de medios sociales como Facebook o Google en bienes comunes post-capitalistas, que ya no se basarían en el beneficio privado, sino en el bien común definido por todos los participantes en estas plataformas.

Que logremos estos diferentes tipos de bienes comunes postcapitalistas no sólo depende de la existencia de una infraestructura tecnológica que permita la comunicación entre iguales para coordinarlos y gestionarlos a gran escala. También depende de que los participantes en estos bienes comunes tengan la conciencia pre-requerida para reconocer las relaciones sistémicas, para y desarrollar normas flexibles pero basadas en principios para la gestión de los bienes comunes postcapitalistas a escala mundial.

Ciertas tendencias de la sociedad actual nos dan motivos de esperanza, pero sólo si logramos superar las tendencias negativas que amenazan con socavar dicho proyecto.

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[1] Ostrom (1990)

[2] Marx escribe sobre el movimiento de “encierro” de los bienes comunes, como una forma de “acumulación primitiva”. Véase también Linebaugh (2014) y Wall (2014).

[3] Examinar esta definición de bienes comunes postcapitalistas podría llevarnos a concluir que un bien común capitalista es una contradicción. Exploraremos esto en gran detalle más abajo, pero un bien común capitalista, en la forma de una cooperativa en una economía capitalista, aún muestra los tres pilares del capitalismo: propiedad privada (en la forma de acciones), competencia (entre empresas o cooperativas) y un Estado que asegura los dos pilares anteriores)

[4] Aquí estoy pensando particularmente en el fundador de la psicología del desarrollo, Jean Piaget, que aculó el término. Gran parte de mi pensamiento en esta área está inspirada por el trabajo de Kwn Wilber y Jürgen Habermas. Véase, en particular, Wibler (2000ª, 2000b) y Habermas (1976).

[5] Hay, sin embargo, bastantes variaciones aquí, ya que algunas de las llamadas culturas tradicionales instan a sus miembros a aceptar y valorar a todos los seres humanos o a toda la vida en la tierra. De todas formas, esta actitud o empatía sería aceptada más por un sentido de obligación a seguir la tradición recibida o las figuras de autoridad propias.

[6] La superación del dualismo individuo-colectivo puede malinterpretarse fácilmente en el sentido de que el individuo o se disuelve en el colectivo. Esto es típico de la aproximación precapitalista a esta dicotomía. Por el contrario, en la conciencia postcapitalista hay una integración dialéctica de ambos, donde cada uno sigue existiendo, pero se encuentran modos de ser en los que cada uno de ellos tiene protagonismo.

[7] Para saber cómo puede ocurrir esto, véase, por ejemplo, el sitio web de la Fundación P2P http://bit.ly/2qtfw8R o el trabajo de Rifkin (2014).

[8] Inglehart (2005) se refiere a esto como la transición desde los valores materialistas a los postmaterialistas.

[9] Dos filósofos clave que hicieron este argumento son Rudolph Bahro (1994) y Peter Sloterdijk (1988).

[10] No todas las sociedades precapitalistas valoraban vivir en armonía

con la naturaleza. Incluso se podría decir que la mayoría de las sociedades agrícolas no lo hacían, ya que plantaban cultivos y explotaban a los animales, a menudo hasta tal punto que la tierra se sobreexplotó y

que la tierra se sobreexplotó y finalmente no pudo mantener a la población. Los mayas y las civilizaciones mesopotámicas son dos ejemplos destacados de ello. Por lo general, son las sociedades de cazadores recolectores las que valoran la armonía con la naturaleza por encima de todo.

[11] Rosa (2016) desarrolla toda una teoría crítica de la sociedad basada en la noción de «resonancia», que es bastante similar a la de armonía.

[12] Esto no quiere decir que todo el mundo en el 20% superior desarrolle una conciencia post-materialista o incluso post-capitalista. Esto varía mucho según el tipo de trabajo que realicen. Por ejemplo, los que trabajan en el sector financiero son quizás los más orientados al capitalismo. Los de software y tecnología, sin embargo, son más propensos a desarrollar una conciencia post-materialista y post-capitalista.

[13] Varios estudios recientes muestran que la desigualdad mundial ha aumentado y sigue aumentando desde la década de 1970 en la mayoría de las sociedades occidentales. Véase, por ejemplo Rakesh Kochhar

(2017) «Middle Class Fortunes in Western Europe», en: Pew Research Center (http://pewrsr.ch/2rIUPu7) También, la movilidad ascendente es mucho menor en el período posterior a 1970 en relación con la primera mitad del siglo XX: Raj Chetty et al. (2017), «The fading American dream: Trends in absolute

income mobility since 1940» en: Science, 24 de abril de 2017 (http://bit.ly/2rqU0Xg).

[14] Jason Hickel, “Global inequality may be much worse than we think,” April 8, 2016, The Guardian http://bit.ly/2qthaaF.

[15] Este es un término acuñado por Byung-Chul Han (2014), que contrasta la psicopolítica con el concepto de Michel Foucault de «biopolítica».

[16] El número de libros y estudios en este ámbito está aumentan de forma constante. Algunos argumentos útiles recientes a favor de la renta básica garantizada son: Van Parijs (2017) y Srnicek y Williams (2015). Hay que tener en cuenta, sin embargo, que los ingresos del trabajo no es la única fuente de desigualdad. Otra fuente de desigualdad económica (a diferencia de la desigualdad educativa, que otra cuestión) en la sociedad son los ingresos no ganados, es decir, procedentes de la inversión y los intereses. Las propuestas para abordar esta cuestión son demasiado complicadas para tratarlas en este artículo, pero en general tienen que ver con cambiar el funcionamiento de los intereses. Entre los buenos trabajos en esta área se encuentran Eisenstein (2011) y Kennedy (2011).

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REFERENCIAS

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BYUNG-CHUL HAN (2014), Psychopolitik: Neoliberalismus und die neuen Machttechniken (Frankfurt: S. Fischer).

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VAN PARIJS, P. (2017), Basic Income: A Radical Proposal for a Free Society and a Sane Economy (Cambridge: Harvard UP).

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WILBER, K. (2000a), Sex, Ecology, Spirituality: The Spirit of Evolution (Boston: Shambhala).

-—— (2000b), Integral Psychology: Consciousness, Spirit, Psychology, Therapy (Boston: Shambhala).

Autor: colapsoydesvio

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