Reflexiones sobre el Llamamiento – León de Mattis

Reflexiones sobre el Llamamiento [1]

León de Mattis
Traducción al inglés por Endnotes
Traducción al español por Amapola Fuentes, para Colapso y Desvío.

 

La necesidad del comunismo atraviesa la totalidad de la sociedad capitalista. El mérito del Llamamiento reside en tomar nota del mismo y en intentar diseñar estrategias que estén a la altura de esta observación. [2] La debilidad proviene de la tentación, siempre resurgente, de pensar que el deseo de establecer relaciones diferentes es suficiente para obligarlos a producirlas.

 

Primero

El texto, como su nombre indica, no es un texto de análisis o debate. Sobre este objetivo no corresponde denunciar, sino afirmar, denunciar y, a partir de ahora, anunciar una estrategia revolucionaria. ¿Podemos concluir, como Gilles Dauvé, que «un llamado no puede ser refutado, lo ignoremos o no»? [3]

En su negativa a discutir lo «sensiblemente evidente» (p. 21), el Llamamiento fomenta esta reacción desde las primeras líneas del escolio: «Éste es un llamado. Es claro, si dirige a quien «Podemos oírlo. No se trata de demostrar, discutir o convencer. Vayamos directamente a lo obvio». (p.4) Sin embargo, al mismo tiempo, Llamamiento es el producto típico de un debate inherente a la existencia misma de la «ambición que establece las cuestiones de la comunización»: y llevar este debate hasta su conclusión es un paso previo a cualquier sugerencia de un «movimiento comunizador» consciente dentro de esta esfera. [4]

Debe entenderse que el objetivo de estas reflexiones no es crear un comentario del texto sobre la Palabra, ni ser exhaustivo, ni interpretar de manera académica los pensamientos o intenciones de los autores. Aunque es una de sus expresiones, Llamamiento es donde hay unanimidad entre quienes, de una forma u otra, planifican el tema de la comunización: por el contrario, fue motivo de numerosos debates. Como ilustra el Llamado, con una comprensión suficiente de que todo lo que en el «ámbito que plantea la cuestión de la comunización», para el propio problema, es capaz de hacer, poner estas críticas por escrito es una oportunidad para alimentar el debate.

 

Segundo

Lo que caracteriza a la comunización actual no es tanto una interpretación común del comunismo como una atención prestada al proceso de su producción, es decir, lo que llamamos comunismo. La explicación se expresa explícitamente en esta perspectiva: «Tal como lo entendemos, el proceso de instauración del comunismo sólo puede adoptar la forma de una combinación de actos de comunización… La propia insurrección no es más que un acelerador, un momento decisivo de este proceso. » (pág. 66). Pero a diferencia de Encuentro, cuyo problema es cuestionar el concepto de comunización, Llamamiento le da a la comunización un contenido específico…

En la Convocatoria, el término comunización se entiende sistemáticamente como «hacer en común». En la cita anterior, por ejemplo, los “actos de comunización” se describen como “poner en común tal o cual espacio, tal o cual máquina, tal o cual conocimiento”. Lo común es el uso, como cuando se dice que comunizar un espacio es liberar su uso. Este sentimiento es más visible en otras partes del texto. Por ejemplo:

En Europa, la integración de las organizaciones obreras en el aparato de gestión del Estado -fundamento de la socialdemocracia- se pagó con la renuncia a toda capacidad de molestar. También aquí el surgimiento del movimiento obrero fue una cuestión de solidaridades materiales, de necesidad urgente de comunismo. Las Maisons du Peuple fueron los últimos refugios de esta indistinción entre la necesidad de comunización inmediata y las exigencias estratégicas de una aplicación práctica del proceso revolucionario. (p.54)

Incluso si la comunización se concibe como la comunización de las relaciones, es ante todo sobre la base de un uso común: «Comunizar un lugar significa: liberar su uso y, sobre la base de esta liberación, experimentar con relaciones refinadas, intensificadas y complejizadas». (p.68)

En la misma lógica, si comunización es «hacer común», entonces comunismo se asimila sistemáticamente a «compartir». El tema del compartir está omnipresente en Llamamiento. Se encuentra particularmente desarrollado en el escolio a la proposición V en los siguientes términos:

Lo que hay en nosotros de más singular llama a ser compartido. Pero observamos esto: no sólo lo que tenemos que compartir es evidentemente incompatible con el orden imperante, sino que este orden se esfuerza por rastrear cualquier forma de compartir de la que no establezca las reglas. (p.50)

Compartir es la base de la acción colectiva tal y como la concibe Llamamiento: «Decimos que la okupación sólo volverá a tener sentido para nosotros a condición de que aclaremos la base del reparto que establecemos». (p.52)

Tertio

La cuestión no es que «compartir» y comunismo no tengan nada que ver, sino que nos cuesta entender cómo pueden ser sinónimos. El reparto ya existe en el capitalismo: instituciones sociales tan importantes como la familia funcionan sobre la base del reparto, e incluso en los países donde el capitalismo es más antiguo y donde la relación familiar se reduce a su expresión más simple (la relación padre/hijo), el capital, incluso económicamente, no sobreviviría sin esta forma de reparto social.

Llamamiento reconoce, en un sentido negativo, que compartir también es constitutivo del orden capitalista al afirmar que «el orden dominante… se esfuerza por rastrear cualquier forma de compartir de la que no establezca las reglas». Pero entonces, ¿debemos entender que todo reparto no controlado por el «orden dominante» es un reparto comunista? Podemos imaginarlo, dado que el comunismo se asimila pura y simplemente a compartir sin control: «la cuestión del comunismo es, por una parte, suprimir la policía y, por otra, elaborar modos de compartir, usos, entre los que viven juntos». (p.64)

Es cierto que se trata de «elaborar modos de compartir». También encontramos más adelante: «Pertenece al modo comunista que nos expliquemos y formulemos la base de nuestro compartir» (p. 66). (p. 66) Así pues, el reparto comunista no viene dado, sino que hay que elaborarlo. ¿Pero cómo? Aquí el texto se muerde la cola. Un cierto modo de reparto conduce al comunismo, de acuerdo, pero ¿cuál? Respuesta, en sustancia: el que conduce al comunismo… No se dice nada más sobre lo que puede diferenciarlo del reparto admitido en el mundo del capital, aparte del hecho de que este reparto particular debe conducir a una redefinición de las relaciones:

Así que el comunismo parte de la experiencia de compartir. Y primero, del compartir nuestras necesidades. Las necesidades no son a lo que nos ha acostumbrado el dominio capitalista. Necesitar nunca es necesitar cosas sin necesitar al mismo tiempo mundos. (pp.64-5)

A partir de ahí, las definiciones de comunismo se multiplican: ‘Por comunismo entendemos una cierta disciplina de la atención’ (p. 65). O también: «La cuestión comunista es la elaboración de nuestra relación con el mundo, con los seres, con nosotros mismos» (p. 63).

Entre todas estas definiciones hay una que brilla por su ausencia: el comunismo como supresión de la sociedad de clases. Ciertamente, Llamamiento afirma que «el comunismo no consiste en la elaboración de nuevas relaciones de producción, sino en la abolición de esas relaciones» (p. 68).  Sin embargo, nunca se trata de la ‘abolición de las relaciones de clase’ – no obstante un corolario clásico de la ‘abolición de las relaciones de producción’.

Nunca se emplean los términos «lucha de clases» y «proletariado». En cuanto al adjetivo ‘obrero’, sólo sirve para calificar al viejo ‘movimiento’, algo que en un tiempo encarnó la aspiración comunista pero ya no… Llamamiento, es decir, no afirma que la división de la sociedad en clases sociales antagónicas no exista, o existiera antaño pero ahora esté tan superada como el uso del vapor en el ferrocarril. Simplemente no habla de ello. El capitalismo está ciertamente presente en el texto, pero lejos de ser visto como el sistema que engloba la totalidad de la realidad social, es descrito esencialmente a través de sus mecanismos de control, hasta el punto de que podríamos tanto llamarlo «imperio» como llamarlo «capitalismo», o llamarlo «civilización»:

Hay un contexto general -capitalismo, civilización, imperio, llámenlo como quieran- que no sólo pretende controlar cada situación, sino que, lo que es peor, intenta asegurarse de que, en la medida de lo posible, no haya ninguna situación. Las calles y las casas, el lenguaje y los afectos, y el tempo mundial que marca el ritmo de todo, se han ajustado sólo con ese propósito. (p.9)

Precisamente porque el capitalismo se considera un conjunto y no un sistema, Llamamiento supone que existe un posible «más allá» del mundo del capital.

 

Cuarto

Volvamos por un momento a la cita del escolio de la Proposición VI: «el comunismo no consiste en la elaboración de nuevas relaciones de producción, sino en la abolición de esas relaciones» (p. 68). (El texto que sigue contiene una afirmación sorprendente: estas «relaciones de producción» pueden ser abolidas inmediatamente «entre nosotros»:

No tener relaciones de producción con nuestro mundo o entre nosotros significa no dejar nunca que la búsqueda de resultados sea más importante que la atención al proceso; desechar de nosotros toda forma de valorización; asegurarnos de no desconectar afecto y cooperación (p.68).

El problema es que una «relación de producción» no es una relación particular entre dos personas, ni siquiera entre cien o mil. Es una relación social generalizada que no puede ser abolida localmente porque incluso cuando las personas no «vivieran» relaciones de producción entre ellas, no por ello estarían menos incorporadas a las relaciones de producción que estructuran la sociedad capitalista en su conjunto.

Una «relación de producción» no es una relación entre individuos, o al menos no puede ser sólo eso: dos personas no mantienen entre sí una relación privada de producción que podrían de alguna manera negar por su sola voluntad común. Se podría objetar que Llamamiento tampoco relaciones de producción como relaciones interindividuales, simplemente porque su filosofía destierra el concepto de individuo. Y en el texto Llamamiento, las «formas de vida» y otras «relaciones con el mundo» atraviesan los cuerpos. Pero las «relaciones de producción» no son más relaciones entre formas de vida o mundos o mundos de lo que son relaciones entre personas. Las entidades que están vinculadas por «relaciones de producción» son justamente las que esas mismas relaciones definen: es la posición en la relación de producción la que determina las entidades, y no al contrario. Las relaciones de producción son relaciones entre clases.

Es cierto que la división de la sociedad en clases sería infinitamente más visible si las relaciones interindividuales fueran la traducción bruta y sin reservas de las relaciones de producción. El proletario se quitaría la gorra al pasar ante el capitalista con su sombrero de copa y su puro, y no habría nada más que decir. Pero desgraciadamente las cosas son un poco más complicadas, y el «liberalismo existencial» no es la traducción única del efecto de las relaciones de producción en la vida cotidiana…

Llamamiento no se equivoca cuando dice: ‘el capitalismo se ha revelado no sólo como un modo de producción, sino como una reducción de todas las relaciones, en última instancia, a relaciones de producción’. (p.67) Pero esta «reducción en última instancia» no es un colapso. Es evidente que existe un vínculo, tenue y complejo pero palpable, entre, por un lado, la sociabilidad en la oficina, la postura de los cuerpos en las grandes metrópolis o, de hecho, lo que Llamamiento denomina «liberalismo existencial» y, por otro, las «relaciones de producción». Pero se trata de un vínculo, no de una identidad.

El ‘marxismo’ diría que ‘las relaciones de producción determinan las relaciones que podemos mantener entre nosotros’: pero ‘determinan’ implica una necesidad de la forma misma del vínculo justo donde podemos observar una diversidad extrema. También podríamos decir que «las relaciones de producción contienen las relaciones que podemos mantener entre nosotros». Las modelan y las contienen sin agotarlas. Tenemos a la vez un cierto margen de maniobra (es en esto en lo que Llamamiento cuenta) y un límite igualmente cierto (es esto lo que Llamamiento no ve).

 

Quito

Cualquier cooperativa de trabajadores puede abolir las ‘relaciones de producción’ entre sus miembros en el sentido que lo entiende Llamamiento. ¿Se liberaría así de la valorización capitalista? Los circuitos financieros, la comercialización, los estándares de productividad… todo está ahí para que los trabajadores de la cooperativa se autoexploten con la misma seguridad que si el patrón aún se cerniera físicamente sobre ellos. Del mismo modo, ¿una comunidad cuyos miembros trabajaran en común y no entablaran relaciones monetarias entre ellos escaparía así a las «relaciones de producción»? A condición de transformar el comunismo en una serie de principios que hay que respetar, quizás podríamos mantener la ilusión durante un tiempo. Pero esto sería olvidar que cada punto de contacto entre la comunidad y su exterior sería la ocasión de ver las «relaciones de producción» reafirmar sus derechos y reintroducir a toda la comunidad en las relaciones de clase: estatutos jurídicos de los edificios y terrenos ocupados, suministro de víveres, energía, venta del excedente…

 

Sexto

Llamamiento es un texto «alternativo»[5] porque se considera posible la existencia del comunismo en un momento en el que todavía reina el capitalismo.

Claro, no es visto como el comunismo en su estado final, pues éste debe primero constituirse como fuerza y ‘profundizarse’ como preliminar a la revolución; y es sólo después de la insurrección, el momento de aceleración del proceso, que el comunismo se establece como la relación social universal.

No obstante, el sentido del texto es claro: incluso en forma de fragmentos, de instantes que explorar y reproducir, de «gracias» que investigar, ya se tienen momentos de comunismo. De lo que se trata es de reconocerlos y, a partir de ahí, organizarlos.

 

Septimo

No estoy de acuerdo con Dauvé, para quien Llamamiento está exento de todo rastro de lo alternativo porque

 

la comunización se define como antagónica a este mundo. En conflicto irreconciliable y violento con él (hasta la ilegalidad). Se diferencia, pues, de la alternativa que busca (y a menudo consigue) hacerse aceptar al margen y coexistir duraderamente con el Estado y el trabajo asalariado.[6]

El pacifismo no desempeña ningún papel en la necesaria definición de la alternativa: los que podríamos llamar los «alternativos de confrontación» están lejos de ser marginales en este tipo de movimientos.

Por poner un ejemplo que no tiene nada que ver con el Llamamiento, pero que es significativo por ser caricaturesco, se podría recordar que en el campamento No Border de Estrasburgo 2002 esta tendencia estaba presente en gran medida. Esta acampada organizada contra el sistema de información Shengen (SIS), reunió entre mil y dos mil personas y fue la ocasión, al mismo tiempo, de una efímera aldea «autoorganizada» vivida por algunos miembros como una verdadera Zona Autónoma Temporal (con todo el folclore que se pueda imaginar) y de una semana de acciones disruptivas en la ciudad de Estrasburgo. Ciertamente, las acciones y manifestaciones no se caracterizaron por una violencia extrema[7], pero en cualquier caso todas fueron explícitamente antilegalistas y trataron de desafiar al Estado en su terreno. Hubo sin duda tensiones entre una tendencia más «activista» y quienes querían ante todo defender la maravillosa experiencia de este campamento autogestionado, pero muchas personas persiguieron estos dos objetivos considerándolos perfectamente complementarios.

Ser «alternativo» consiste en creer que podemos, con un número limitado de personas, establecer relaciones dentro del mundo del capital que serían ya una prefiguración del comunismo (aunque no se utilice este término). La posición inversa sostiene que, mientras no se suprima el capital como relación social, no puede vivirse nada que se parezca al comunismo.

Así, los que a menudo se designan a sí mismos como alternativos imaginan por tanto que, en lugares como el campamento No Border de Estrasburgo, o en el campamento Vaag que le siguió, en okupas, o donde sea, pueden vivirse momentos que se aproximen a una sociedad liberada del capital, del dinero y de la «dominación». Y que todo esto puede venir de un esfuerzo de los individuos por liberarse de las malas ‘ideas’ que la sociedad les ha inculcado. Por ejemplo, dejar de ser sexista o patriarcal a través de una serie de medidas que aborden el comportamiento, el lenguaje, etc.

Algunas de estas alternativas son pacifistas. Otros piensan que sus deseos no son compatibles con el mantenimiento de la sociedad del capital y están perfectamente dispuestos a la lucha ilegal o violenta.

También se encuentran quienes piensan que sólo la lucha ofrece hoy la posibilidad de vivir momentos de comunismo: la alternativa es para ellos indisociable del activismo anticapitalista. Estos últimos a menudo rehuirán el apelativo de «alternativo» precisamente porque temen ser asimilados al pacifismo. Es en esta última categoría donde se podría situar a los que escriben: Ninguna experiencia de comunismo en la actualidad puede sobrevivir sin organizarse, atarse a otros, ponerse en crisis, hacer la guerra». (p.65)

En el otro extremo se encuentra una posición rigurosamente antialternativa, por ejemplo, en Théorie Communiste (TC), cuyo concepto de «autotransformación de los proletarios» llama la atención sobre el hiato que puede existir entre lo que se puede vivir en la sociedad del capital y lo que se vivirá después del momento en que se haya producido el comunismo. Esto lleva a los miembros de TC, y a quienes se adhieren a sus tesis, a ver en todo intento práctico de plantear la cuestión comunista una demostración del carácter inevitablemente «alternativo» de toda maniobra de este tipo.

También está la posición que he desarrollado en «Tres tesis sobre la comunización»[8]. Se trata de tener en cuenta la crítica esencial dirigida a la «alternativa» (ninguna posibilidad de desarrollar el comunismo dentro del mundo del capital); sino reconocer que también existe necesariamente una relación entre lo que los proletarios son hoy y lo que un día les permitirá producir el comunismo, es decir, que es posible abordar prácticamente problemáticas relacionadas con el comunismo, aunque sea imposible hoy vivir algo que «tienda hacia» el comunismo o lo prefigure. al comunismo o lo prefigure.

He sostenido así que el movimiento comunizador se caracteriza por plantear ya en las luchas cuestiones que tienen la misma naturaleza que las que conducirán a la producción del comunismo en el momento de la revolución; pero que las respuestas que aporta, improvisadas con lo que el capital hace posible hoy, no son en sí mismas comunistas.

 

Octavo

Encontramos en Llamamiento una crítica explícita de la «alternativa»:

A fuerza de ver al enemigo como un sujeto que se nos enfrenta -en lugar de sentirlo como una relación que nos sujeta- nos limitamos a la lucha contra el encierro. Reproducimos bajo el pretexto de una «alternativa» el peor tipo de relaciones dominantes. Empezamos a vender como mercancía la propia lucha contra la mercancía. De ahí las autoridades de la lucha antiautoritaria lucha antiautoritaria, el feminismo chovinista y los linchamientos antifascistas. (pp. 8-9)

 

O también:

Y luego está esta mistificación: que atrapados en el curso de un mundo que nos desagrada, habría propuestas que hacer, alternativas que encontrar. Que podríamos, en otras palabras, salir de la situación en la que nos encontramos, para discutirla con calma, entre personas razonables. Pero no, no hay nada más allá de la situación. No hay fuera de la guerra civil mundial. Estamos irremediablemente ahí. (p.74)

Hay que decir que la segunda crítica se dirige más a la alternativa pacifista que a la alternativa tout court. Sin embargo, la cuestión sigue siendo entender por qué Llamamiento, aunque plantea una crítica de la alternativa, se inclina irresistiblemente hacia ella.

La respuesta quizá pueda encontrarse en la Proposición VI: «De un modo general, no vemos cómo otra cosa que una fuerza, una realidad capaz de sobrevivir a la dislocación total del capitalismo, podría realmente atacarlo, podría proseguir la ofensiva hasta el momento mismo de la dislocación» (p.70). Bajo esta frase se esconde toda la dificultad de la teoría revolucionaria: de lo que se trata es de entender el derrocamiento del capitalismo como un proceso que no es en sí mismo capitalista -puesto que al final tiene la capacidad de destruir el capitalismo- y que, sin embargo, nace en el seno de la relación social capitalista.

Es en este sentido que Llamamiento es representativo de un debate que atraviesa el área que plantea la cuestión de la comunización. Como su práctica no es manifiestamente comunista, y no puede serlo, este ámbito tiene la tentación de localizar la única razón de la inexistencia de respuestas a las cuestiones comunizadoras que plantea en la debilidad de su fuerza o de su actividad.

 

Nono

Podemos comprender fácilmente que el Partido del que habla Llamamientono tiene nada que ver con una vanguardia. En efecto, mientras que el partido leninista prepara la revolución, o más exactamente el golpe de Estado, el partido en cuestión en Llamamiento produce directamente el comunismo, al menos el comunismo del periodo prerrevolucionario. Más aún: es este comunismo: «A la práctica del comunismo, tal como la vivimos, la llamamos «el Partido». Cuando superamos juntos un obstáculo o cuando alcanzamos un nivel superior de participación, decimos que «estamos construyendo el Partido»». (p.65) El Partido no es la vanguardia, es todo el campo. Engloba incluso a aquellos que todavía no han tenido ninguna asociación: «Ciertamente otros, que todavía no conocemos, están construyendo el Partido en otros lugares. A ellos va dirigido este Llamamiento». (p.65)

Los tics del lenguaje más reveladores de la tentación alternativa que progresivamente se desnuda en Llamamiento están sistemáticamente asociados a la evocación del partido:

Mirándolo más de cerca, el Partido no podría ser otra cosa que esto: la formación de la sensibilidad como fuerza. El despliegue de un archipiélago de mundos. ¿Qué sería una fuerza política, bajo el imperio, que no tuviera sus granjas, sus escuelas, sus armas, sus medicinas, sus casas colectivas, sus mesas de redacción, sus imprentas, sus camiones cubiertos y sus cabezas de puente en la metrópoli? Parece cada vez más absurdo que algunos de nosotros todavía tengamos que trabajar para el capital, aparte de las necesarias tareas de infiltración. (pp. 66-7)

Pero ¿se puede creer realmente que si dejamos de estar empleados por tal o cual empresa o gobierno dejamos de «trabajar para el capital»? ¿Y que con ello se ha efectuado una «secesión… con el proceso de valorización capitalista» (p. 10)? Lo que distingue la subsunción real, es decir, este período en el que el capital ha absorbido en cierto modo la totalidad de la realidad social en lugar de permanecer restringido al proceso productivo, es que cualquier actividad es capaz de convertirse en parte del proceso de valorización.

 

Decimo

Llamamiento termina, en términos estratégicos, en un callejón sin salida. Se reconoce en el último párrafo, que concluye la obra con una «apuesta», es decir, algo no susceptible de argumentación:

Se nos dirá: están atrapados en una alternativa que les condenará de un modo u otro: o consiguen constituir una amenaza para el imperio, en cuyo caso serán rápidamente eliminados; o bien no conseguirán constituir tal amenaza, y se habrán destruido una vez más. Sólo queda la apuesta por la existencia de otro término, una delgada cresta, lo justo para que podamos caminar. Lo justo para que todos los que pueden oír caminen y vivan. (p.88)

¿Cómo va a escapar concretamente de la represión la fuerza material en formación, el partido? ¿Dónde van a esconderse «sus granjas, sus escuelas, sus armas, sus medicinas, sus casas colectivas, sus mesas de redacción, sus imprentas, sus camiones cubiertos y sus cabezas de puente en la metrópoli»? Esas actividades no necesitan ser subversivas para ser reprimidas. Al final, todo es ilegal: sin hablar siquiera de armas, está prohibido ejercer la medicina, trabajar, conducir, sin los correspondientes diplomas, contratos o licencias. Incluso los LETS, los sistemas locales de intercambio, estuvieron en su día en el punto de mira de los reguladores financieros.

Todas las comunidades alternativas que han existido durante cierto tiempo resolvieron la cuestión de la misma manera, y de hecho sólo hay dos. Una experiencia así sólo puede subsistir mientras respete la legalidad del capital. Nada impide a quienes disponen de medios crear hospitales, escuelas o granjas colectivas privadas. Pero ¿en qué se puede decir que «comunizan»?

La condición de la confrontación con la legalidad del capital es no apegarse a un lugar, a una estructura o a un movimiento duradero, lo que significaría la derrota. Llamamiento concede, con razón, mucha importancia a los espacios: «Para ello, necesitamos lugares. Lugares para organizarnos, para compartir y desarrollar las técnicas necesarias. Para aprender a manejar todo lo que sea necesario. Para cooperar». (p.57). El espacio como punto de reunión en la lucha es un modo de organización que ha demostrado su eficacia. Pero es inherente a esos espacios la necesidad de borrarse sin cesar ante la represión que atraen: cuando se eternizan es simplemente la señal de que han dejado de ser activos.

 

Uno décimo

Una de las consecuencias lamentables de la manera en que Llamamiento prevé, bajo el capitalismo, el crecimiento de un campo comunista que se refuerza y profundiza a través de la autoorganización, es que la vía así trazada se convierte en excluyente de todas las demás. El comunismo, en lugar de ser producido colectiva y universalmente por el proletariado que destruye el capital en formas que no podemos determinar de antemano, está predefinido por las configuraciones que se le pueden dar hoy, en el corazón mismo del mundo del capital.

Sin embargo, la concepción que hoy podemos tener del comunismo es en sí misma historizable, está implicada en una etapa de desarrollo del capitalismo. Este es el tipo de cosas que

Llamamiento pasa completamente por alto. Por muy mesiánicas que puedan ser las concepciones del comunismo en Llamamiento, siempre seguirán siendo el producto de los tiempos actuales: y carecen invariablemente de la posible riqueza de definiciones del comunismo como relación social universal.

Sin embargo, este comunismo como relación social universal, si existe algún día, se producirá en circunstancias (la crisis general de las relaciones sociales, la insurrección, la destrucción total del capitalismo) cuyo desarrollo real nos sigue siendo en su mayor parte desconocido. ¿Cuáles serán las medidas comunizadoras, las que permitirán la producción concreta del comunismo? Ciertamente se puede tener una opinión sobre esta cuestión; pero cómo decir si esta opinión puede captar en la actualidad lo que será o no será la comunización. Ni siquiera la reflexión sobre los ejemplos históricos más interesantes a este respecto -España en los años 30, Italia en los 70- nos permitirá predecir el futuro hasta ese punto.

Llamando a la constitución de un campo comunista sobre la base de lo que define en el presente como comunismo, el Llamamiento congela su visión del comunismo. Según su lógica, sólo las fuerzas comunizadoras capaces de autoorganizarse bajo el capital serán capaces de llevar a cabo una insurrección mañana; y sólo son comunistas las formas capaces de autoorganizarse en el Partido. ¿Cómo va a juzgar el Partido, suponiendo que se forme según las líneas delineadas en Llamamiento, las evoluciones caóticas de las futuras luchas de clases? Sólo las juzgará comunistas en la medida en que se unan a él, puesto que él mismo será comunismo.

El Partido se perderá todo lo que se desarrollará en las formas, momentos y circunstancias que no habrá podido prever; y actuará como su censor. Ya el tono de Llamamiento, a menudo muy severo, sugiere una separación entre comunistas «buenos», los que han sabido realizar la «secesión», y proletarios «malos» que no han hecho otra cosa que someterse al capital. Como si todos los que aún no se han separado nunca pudieran intervenir en la comunización. Además, Llamamiento afirma que todos los que quieren el comunismo deben dejar de trabajar para el capital. ¿Cómo podemos imaginar que podemos crear el comunismo mientras proponemos una estrategia revolucionaria cuya primera medida es la ruptura con todos los que «trabajan para el capital»? Sobre todo, porque una buena razón para producir un día el comunismo sería quizás precisamente haber, hasta entonces, ‘trabajado para el capital’.

 

Duo decimo

Llamamiento cae en una trampa común para los que intentan plantear la cuestión de la comunización de una manera al menos algo práctica: las respuestas que intentamos aportar hoy parecen definir un espacio que sólo podrían poblar auténticos insurgentes, mientras que los demás, los que permanecen al margen de esta insurgencia, no son más que proletarios integrados en el capital.

Una revista publicada en Toulouse es bastante representativa de esta manera de pensar. Titulada WE [NOUS], este fanzine presenta en la portada de su 7º número el dibujo de una persona que camina en la cuerda floja sobre un cañón que separa a WE [NOUS] (nosotros) del mundo del capital, representado por fábricas, centrales nucleares, casas, jefes, policías, pero también obreros impotentes y telespectadores anestesiados.

A este respecto, la forma en que Llamamiento emplea la primera persona del plural no es del todo inocente[9]. Ciertamente, Llamamiento tiene cuidado de no oponer NOSOTROS y ELLOS, sino, parafraseando a Heidegger, NOUS y ON[10]. El NOSOTROS de Llamamiento (como el de Toulouse) es abierto: «El «nosotros» [NOUS] que habla aquí no es un nosotros delimitable, aislado, el nosotros de un grupo. Es el nosotros de una posición» (p. 10). Pero esta posición es la que afirma en la contraportada que «HEMOS EMPEZADO». Los que han empezado ya han avanzado en el camino de la revolución. Se explicita en la siguiente fórmula: ‘El derrocamiento del capitalismo vendrá de aquellos que sean capaces de crear las condiciones para otro tipo de relaciones’ (p.67). Llamamiento imagina, como camino hacia el comunismo, sólo aquel que sus autores han elegido seguir: he aquí el sentido de un «NOSOTROS» que finalmente es menos una posición que una trayectoria. En efecto, algunos de los que se encuentran en «la zona que plantea la cuestión de la comunización» han podido vivir una forma de «secesión»: pero tal ruptura se inscribe en la lógica de una época en la que la comunización es una cuestión marginal. Se puede pensar felizmente que una crisis generalizada de las relaciones sociales introducirá muchos otros modos de adhesión a la idea comunista. ¡La revolución no será simplemente el acto de okupas o ex okupas! Pensar lo contrario es creer que la revolución sólo se producirá a condición de que la subjetividad revolucionaria haya conquistado a las masas, pero la revolución será al mismo tiempo el momento de la desobjetivación de la relación social capitalista y el de la desubjetivación de la cuestión de la comunización.

 

Terco decimo

Evitamos la trampa anterior si reconocemos que, en nuestra época, todas las respuestas que se pueden encontrar a la cuestión de la comunización son las respuestas de nuestra época: es decir, destinadas a volverse obsoletas desde el momento en que la situación se modifique lo suficiente como para que una cuestión hasta entonces minoritaria esté en boca de todos. La problemática comunizadora, al igual que la concepción que podemos tener del comunismo, es en sí misma histórica. Si el punto de continuidad entre las luchas actuales y la revolución es efectivamente la cuestión de la comunización, esta cuestión, ya diversa en la actualidad, sólo puede enriquecerse a partir de nuevas significaciones y desarrollos imprevistos dentro de la evolución de una situación dinámica que verá la caída de la relación social capitalista. Así pues, no son sólo las respuestas a la problemática comunizadora, es decir, las prácticas, las que se modificarán con la llegada de un período revolucionario, sino también las cuestiones planteadas. Toda práctica contemporánea que quiera ser comunizadora debe, por tanto, reconocer que responde inadecuadamente a una pregunta mal planteada; lo que al mismo tiempo no le resta nada de su valor. Pues la pregunta y su respuesta son inadecuadas para servir de medida de lo que podría ser el futuro del comunismo como relación social universal; pero son completamente adecuadas para dar a las luchas contemporáneas un sentido que no poseerían sin ellas, y que puede revelarse como posteriormente determinante para la posibilidad de producir el comunismo.

Querer librar una lucha liberándose de todas las mediaciones puestas en marcha por el capital (sindicatos, política, medios de comunicación, derecho, etc.) es un ejemplo evidente de una manera de plantear las cuestiones que tratan de la comunización[11]. En efecto -¿por qué no? – la búsqueda de una vida colectiva y de relaciones «diferentes», a condición de que estén en el contexto de una lucha, también puede ser un ejemplo.

Evidentemente, todas las prácticas experimentales no son por ello comunistas, e incluso pueden retomarse en un sentido que no tenga ningún sentido comunizador, como formas simplemente rehabilitadas en un marco puramente capitalista. Es exactamente el caso de las okupaciones, que en un momento dado fueron una respuesta en términos de organización y de vida cotidiana a una serie de cuestiones similares, pero que pueden ser con la misma facilidad un lugar de promoción artística entre otros. Lo mismo ocurre con las asambleas generales, los consejos obreros, las ocupaciones de fábricas, etc. Todas estas formas de lucha pueden ser, en un momento dado, una respuesta a una problemática comunizadora, como pueden ser lo contrario. La hipóstasis de una de estas formas sólo puede convertirse en una ideología.

Cuarto decimo

A la fórmula de Llamamiento que dice: «el derrocamiento del capitalismo vendrá de aquellos que sean capaces de crear las condiciones para otro tipo de relaciones», debemos responder: «las condiciones para otro tipo de relaciones serán creadas por aquellos que sean capaces de derrocar el capitalismo».

(traducción al inglés: Endnotes)

[1] Presentado en la «Meeting 2» (2005). Texto original en francés disponible en: http://meeting.communisation.net/archives/meeting-no-2/les-textes-publies-6/article/reflexions-autour-de-l-appel.

[2] Llamamiento fue publicado por el Comité Invisible en 2004. Las referencias en el texto remiten a la traducción inglesa disponible aquí: http://www.bloom0101.org/call.pdf.

[3] Gilles Dauvé y Karl Nesic, ‘Comunización: un » llamada » y una » invitación «‘, Troploin 4 (septiembre de 2004), http://troploin0.free.fr/ii/index.php/textes/19- communisation-un-appel-et-une-invite. Dauvé concluye su texto escribiendo: «Si la situación corresponde a la descrita por quienes preparan Meeting y los que han publicado Llamamiento, la simple concomitancia de los dos proyectos debería inspirar, como mínimo, un interés recíproco entre sus respectivos participantes. Que sepamos, no es el caso». También añade, en relación con «Llamamiento»: «Independientemente de las reservas que podamos tener, este texto manifiesta una existencia, una experiencia, en particular en las acciones antiglobalización de los últimos años». Es necesario señalar aquí que la «concomitancia» de estos proyectos no tiene nada de fortuito. nada de fortuito, y que la «experiencia» que Llamamiento representa la se encuentra también en Meeting. Algunos artículos de Meeting 1 y de Llamamiento se refieren estrictamente los mismos temas.

[4] Las expresiones «ámbito que plantea la cuestión de la comunización», «movimiento comunizador» y «corriente comunizadora» se utilizan en el sentido que les di respectivamente en el Meeting 1 («Tres tesis sobre la comunización»). La «corriente comunizadora» designa a los grupos teóricos que emplean explícitamente el concepto de comunización como un polo importante de su reflexión (siendo esta corriente ciertamente relativamente restringida por el momento). La «zona que plantea la cuestión de la comunización» incorpora una parte mucho más amplia del movimiento proletario presente y pasado. Caracteriza aquellos momentos de la lucha de clases en los que la problemática central era algo cercano a lo que actualmente se puede entender por comunización: en definitiva, cómo realizar la inmediatez de las relaciones sociales. Lo que señala la existencia de esta zona es la cristalización en torno a la cuestión comunizadora en un momento dado de una lucha determinada, sin pensar que esta parte del proletariado pueda existir por separado o perpetuarse más allá de la lucha de clases en general. Por último, el «movimiento comunizador» es algo que hay que crear. Hay que provocar debates en medio de este ámbito -en las luchas y en los momentos en que la problemática comunizadora parece aparecer- para formar un movimiento que haga explícita esta reivindicación en el seno de estas luchas.

[5] Nota de la traductora: en los círculos radicales franceses, los términos «l’alternatif » y alternativisme» designan la actividad de aquellos que creen posible realizar su deseo de cambio dentro de la sociedad capitalista, al lado de la corriente dominante en un mundo alternativo o contracultural – una especie de tercera opción, entre la reforma y la revolución. Estos términos se traducen por «alternativo».

[6] Dauvé, op.cit.

[7] Habrá un intercambio de golpes con la policía, algunas ventanas y cámaras rotas, algunos vestíbulos de hotel destrozados y muchos burdeles destrozados en el centro de la ciudad – y también muchas detenciones, algunos juicios (incluido un manifestante condenado a cuatro meses de prisión) y una orden de la Prefectura del Rin que prohibió todas las manifestaciones en el centro de la ciudad.

[8] Leon de Mattis, ‘Trois thèses sur la communisation’, Meeting 1 (2004), http://meeting.communisation.net/archives/meeting-no-1/les-textes-publies/article/trois-theses-sur-la-communisation.

[9] Nota de los traductores: Llamamiento pone en mayúsculas las dos versiones francesas de «nosotros», nous y on, para subrayar la distinción entre el «nosotros» del partido (NOUS) y el «nosotros» más abstracto e impersonal de la sociedad / el ciudadano (ON).

[10] Nota de los traductores: El término de Heidegger para el no auténtico, «Das Man», generalmente se traduce al inglés como «the They», aunque es más literal que la traducción al francés «le On» (el uno). El uso común de «on» para significar «nosotros» (un poco como «nosotros real», pero para los plebeyos) permite así una distinción heideggeriana que no es traducible al alemán o al inglés.

[11] Tener «preguntas» a todos los efectos prácticos, en este tipo de juego, es una intención de responder a un problema concreto.

Autor: colapsoydesvio

ig: https://www.instagram.com/colapsoydesvio/