Ola de locura y muerte: Comentarios a propósito de la situación de Israel-Palestina.

Ola de locura y muerte: Comentarios a propósito de la situación de Israel-Palestina.
Por Nueva Icaria

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La reciente radicalización del conflicto entre Israel y Palestina, que alcanzó su punto más alto en décadas tras el ataque de Hamás[1] a la población civil israelí el pasado sábado 7 de octubre, junto a la inmediata declaración de guerra del gobierno de Netanyahu, son parte —como también la guerra de Ucrania— de una desenfrenada epidemia de locura social, violencia y muerte que hasta ahora ha caracterizado a la actual fase del capitalismo avanzado. Una [fase] que, como hemos sostenido en anteriores ocasiones, coexiste en perfecta convivencia con las distintas expresiones de violencia terrorista (homicidio-suicida, atentados y secuestros) y la repetición ininterrumpida y cotidiana de los procesos esenciales que sostienen la forma capitalista. Ejemplo de esto último ha sido la revitalización de las acciones de empresas de armamento en el contexto de la guerra de Ucrania[2] y el —tanto sistemático como actual— exterminio palestino en la Franja de Gaza por el Estado Israelí. El día en que el mundo esté por caerse no habrá lugar alguno donde no se escuchen las carcajadas de los hombres de la bolsa.

Con profundo pesimismo se ha dado la escalada y extensión en el tiempo de esta guerra, que para el momento en que se redacta este texto (10 de Octubre), ya ha superado por bastante las mil muertes israelíes y palestinas. Esto no es más que una demostración de la tendencia de la actual fase del capitalismo por arrastrarnos a una crisis civilizatoria en la que se asegurará de extraer hasta el último beneficio, como hace y seguirá haciendo con las guerras en curso. Siendo el caso Palestino, según nuestra perspectiva, la expresión más brutal de administración de la muerte —una necropolítica del Apartheid sionista, en donde las particularidades étnicas y culturales han sido absorbidas por el capitalismo para replicar las relaciones sociales situadas y ponerlas al servicio de su propia estabilidad. En lo que respecta a la comprensión de este conflicto, la misma se ve oscurecida —y seguirá estándolo— en tanto se le asimile como un mero conflicto “entre naciones históricamente enemistadas” o una guerra religiosa milenaria. La propia naturaleza del conflicto escapa necesariamente de los límites que enmarcan la cosmovisión burguesa (Weltanschauung), haciendo imposible captar su verdadero carácter mientras no se estallen los artefactos ideológicos que los profesionales del espectáculo (políticos, sociólogos, periodistas) han sostenido a su alrededor.

Cualquier intento de explicar el exterminio y persecución del pueblo palestino que no parta de reconocer su fundamento en “una particular dinámica de acumulación capitalista”[3] estará condenado a ignorar su carácter real. Tal y como hemos expuesto en anteriores oportunidades, el actual periodo, enmarcado por el refinamiento de formas de violencia aparentemente arcaicas y elevadas en su escala por el desarrollo tecnocientífico, tiene más que ver con el proceso de descomposición del capitalismo que simplemente con el carácter religioso y extremista que pudiesen tener las partes de este conflicto. Las tácticas de Israel contra el pueblo Palestino son la perfecta re-actualización de las formas de violencia histórica-colonial. Prueba de ello es el despliegue de las más variadas tecnologías de guerra, que se combinan con la política de la burocracia administradora de la población refugiada, los estados de sitio ininterrumpidos y las “tácticas de sitio medieval adaptadas a la red extendida de los campos de refugiados urbanos”[4], mientras tanto los medios de comunicación retransmiten globalmente este verdadero genocidio blanqueado.

“Los elementos determinantes en estas técnicas para dejar fuera de combate al enemigo son: utilizar el bulldozer, destruir casas y ciudades, arrancar los olivos, acribillar las cisternas a tiros, bombardear e interferir en las comunicaciones electrónicas, destrozar las carreteras, destruir los transformadores eléctricos, asolar las pistas de aeropuertos, dejar inutilizables las emisoras de televisión y radio, destruir los ordenadores, saquear los símbolos culturales y político-burocráticos del proto-Estado palestino, saquear el equipo medico. En otras palabras, llevar a cabo una guerra de infraestructura”[5].

Los intentos por victimizar a el gobierno y la burguesía Israelí paralelamente a la justificación de sus acciones que son, dentro de un contexto bélico, criminales incluso para los estándares acordados, por ejemplo, bajo herramientas de las burguesías estado-nacionales, tales como el Convenio de Ginebra, e incluso la misma Carta de los Derechos Humanos —herramientas instauradas por una burguesía triunfante de una guerra que derrumbó los cimientos del proyecto de ser humano cosmopolita.

Luego de los primeros días del atentado de Hamás, se han redactado y compartido cientos de opiniones y análisis de los que lamentamos decir que son realmente pocos los que merezcan ser resaltados o que puedan llegar a una crítica que supere, o más bien, atraviese las obviedades y las lecturas caricaturescas que se le ha dado a este conflicto, ya sea para bajarle el hilo o por indiferencia. A nivel general, estos análisis demuestran no solo un obvio desconocimiento de la naturaleza de este conflicto y sus orígenes, sino que también caen en la torpe insistencia de ciertos sectores de la izquierda —y ultraizquierda— por apelar a formas históricamente reaccionarias y desgastadas de lucha. Caso sobre todo presente en organizaciones de herencia leninista que, incapaces de ir más allá de los margenes del concepción burguesa del Estado-nación, resuelven este aparente conflicto entre naciones afirmando un “nacionalismo positivo” en el pueblo Palestino y su derecho de autodeterminación contra su “opuesto”: el sionismo imperialista generalizado a todo habitante judío de Israel. Ninguna resolución emancipadora provendrá de la afirmación de un ejército nacional sobre otro, ni mucho menos de la elevación de un sector del mundo (no occidental) sobre la ruinas del otro (Occidente), son más bien la afirmación de una forma contrarrevolucionaria en específico.

La reducción del conflicto a una oposición entre naciones cuando Palestina lleva a la incomprensión de las distintas formas que toma la lucha de clases racializada en la región, partiendo del hecho de que Palestina no tiene un ejército propio sino milicias autoorganizadas, ni tampoco tiene aeropuerto propio. Existe en Israel un proletariado multiétnico, que reúne a migrantes árabes de diversos países (tales como Libia e Irán) y judíos precarizados por la administración de Netanyahu, entre los que existen distintas tensiones que los enfrentan y/o unen en diversas circunstancias. Así mismo ocurre con el antisionismo de ciertos grupos, que los lleva a avalar verdaderas teorías de la conspiración y, consigo, borrar la situación de explotación de la clase trabajadora precarizada judía, ignorando el origen del sionismo en el siglo pasado y su papel para frenar la radicalización de un proletariado judío disidente y combativo extendido en toda Europa, y a causa de su propia administración de humanos en territorios ajenos —en este caso, Medio Oriente— durante la primera mitad del siglo xx.

 

“El sionismo pretende hablar en nombre de todos los judíos, porque desea silenciarnos. El sionismo reivindica Palestina como patria, porque desea desarraigarnos. El sionismo afirma ser la única defensa posible contra un nuevo holocausto, porque desea dominarnos.

En realidad, las acciones del Estado israelí nos han hecho más vulnerables como judíos, como demuestra el aumento de los ataques antijudíos. Y en un giro revelador, los miembros de la congregación de una sinagoga fuertemente antisionista de Stoke Newington han declarado que los militantes sionistas son probablemente responsables de una oleada de amenazas y ataques contra ellos”[6].

 

Este antisionismo conspirativo llega, en el peor de los casos, a apoyar a organizaciones paramilitares como Hamás, que en ningún caso podemos asumir, —para no caer en generalizaciones apresuradas y en estigmas—, representan los intereses del pueblo palestino ni encabezan una lucha en su favor, sino más bien son la cara de una lumpen-burguesía local en crisis. Tal y como lo menciona el grupo Barbaria, no fue hace mucho que las manifestaciones eran en contra de la administración del régimen de Hamás[7], por lo que adjudicarles un rol revolucionario y/o de vanguardia —en la retórica leninista— resulta ridículo. Por muy legítima que sea la consigna de la “liberación revolucionaria”, esta no ocurrirá mientras sea levantada a través de la afirmación y defensa de formas históricamente contrarrevolucionarias, resulta cuanto menos peligroso avalar cualquier forma de praxis contra nuestros enemigos sin siquiera antes comprender el contenido y efectividad de esta práctica.

“El proletariado en Gaza que hace unos meses estaba protestando en contra del régimen de Hamás, contra los cortes de luz, la carestía de alimentos y la represión feroz del gobierno, no comparte los mismos intereses que el aparato subordinado al régimen de los Ayatollahs, ni que las “valientes” milicias que utilizan a la población civil de ambos bandos como escudos humanos.”[8].

Nuestra condena a la violencia ciega y la explotación de “las pasiones de destructividad”[9] en el contexto de la lucha revolucionaria —o que se piensa así— no son en ningún caso una “crítica moral a la violencia”, ni un pacifismo, sino más bien el reconocimiento de su verdadero carácter en este contexto: uno profundamente reaccionario. Consigo, creemos necesario explicar que si Hamás no representa los intereses del proletariado palestino —aun con sus propias contradicciones internas e impasses—, esto no significa reducir a Palestina a una víctima inofensiva que necesita ser defendida, ya que este relato negaría las expresiones tanto actuales como históricas del pueblo palestino por luchar por si mismos a punta de piedras, molotovs, sabotajes y okupaciones contra los colonos y el ejercito israelí, como también contra Hamás y Fatah. Quizás uno de los aspectos más nocivos de la mala comprensión de este conflicto, es que se niegue la capacidad del proletariado de la región para actuar autónomamente sin necesidad de ser dirigidos por organizaciones paramilitares abocadas al culto a la muerte. Así como, que estas expresiones de lucha sean también en contra de las lógicas autoritarias y patriarcales de la sociedad árabe, cuestión que ha tenido ejemplos claros en las anteriores intifadas:

 

“Las etapas iniciales de la Intifada habían incluido un elemento de rebelión contra la institución de la familia patriarcal. Las mujeres palestinas se habían negado a la invisibilidad social y se habían enfrentado a los militares. En Ramallah, un grupo de niñas apedrearon a sus padres cuando intentaban impedir que se amotinaran. Para Hamás, un Estado palestino por definición tenía que ser un Estado musulmán, lo que implicaba la imposición de la ley Sharia para restaurar las mismas formas de «control social de baja intensidad» que la Intifada había puesto en duda”[10].

 

Mientras tanto el resto de los análisis, algo más lúcidos que han resistido caer en el mero culto a la lucha armada, terminan de mala manera en una simplificación del conflicto, en una lectura colonialista, y así, distanciados de su solución —que, en realidad, tampoco nos compete a nosotros ofrecer, estando a miles de kilómetros de distancia, de historia, cultura y cosmotécnicas. Si bien reconociendo en los nacionalismos y las formas terroristas de lucha un cáncer, su alternativa cae en una idea abstracta de solidaridad proletaria: la unión de la clases obreras palestina y judía en contra de la gran burguesía colonial israelí y de los intereses estadounidenses en la región, ignorando las condiciones dispares entre el proletariado árabe y judío que han truncado hasta ahora los intentos por generalizar en actos esta solidaridad. Cuando, por el contrario, se ha tendido históricamente más a la alianza entre las burguesías árabe y judía en detrimento del proletariado radicalizado, que en la solidaridad obrera.

Obviando, a su vez, que parte importante del conflicto histórico reside en que la inclusión forzada por parte de Inglaterra del pueblo judío mediante la creación de Israel significó la intervención e intromisión de una cosmovisión, principios, y formas de vida y producción de relaciones sociales totalmente dispares entre sí, que chocaban mediante esta convivencia obligada, que terminó en escenarios de guerra que se convirtieron en expansiones genocidas por parte del estado israelí.

Consigo, no basta con solo condenar el nacionalismo y ciertas formas de violencia que se reducen a un culto a la muerte, sino plantear y encontrar medios concretos de superación de las contradicciones de la lucha defensiva y de contra-ataque del proletariado global, a través de los cuales se puedan acceder a nuevas sensibilidades, como formas de luchar, habitar y gozar. Esta tarea no es reducida a el proletariado Palestino, ni ninguno en particular, sino que se extiende más allá de cualquier frontera, como expresión planetaria. La experiencia del pueblo Palestino se entrelaza a la de lxs Kurdos, el proletariado racializado en Europa y el pueblo mapuche en Chile[11] como expresiones contemporáneas de resistencia y contraataque a la ocupación e intentos de exterminio por el capital colonial. Comprendiendo las particularidades propias de cada expresión local de revuelta, estas se interconectan al superar las distintas contradicciones internas que les separan a priori. La revolución como hecho es inherentemente global pero siempre comprendiendo las particularidades que la renuevan y enriquecen en un proceso dialéctico, y generando estrategias propias de cada territorio.

No hay en este instante fórmulas universales para la emancipación, porque el capitalismo logra, como simbiosis caníbal, adaptarse a todas las codificaciones de relaciones sociales situadas. Cada estrategia surgirá desde sus propias aperturas revolucionarias. En esta ocasión, con la distancia que tenemos hacia el habitus palestino, no podemos replicar el gesto colonialista de decirles cómo deberían hacer las cosas. Pero podemos aportar encontrando nuestras propias formas de emancipación que se alcen, interconectadas a las suyas, un proceso que estará necesariamente antecedido de la ruptura con las formas reaccionarias que en este texto insistimos en condenar. Ante nuestra impotencia con el sufrimiento de un proletariado heterogéneo en Medio Oriente y el aceleramiento de los procesos entrópicos del capital —que encuentra sus expresiones particulares en distintos conflictos contemporáneos—, necesitamos encontrar aquellas “aperturas” desde donde pensar la revolución.

 

Notas al pie de pagina.

[1] De manera irónica Hamás tiene sus orígenes al igual que otros grupos islamistas durante la década de los 80s en el contexto de la primera Intifada. La financiación por EEUU y de Israel que les vendió armas ocurre como un intento de crear un contrapeso a la radicalización del proletariado arabe y judio en la región. Respecto al islamismo de estos grupos (que no son iguales entre sí) compartimos la definición de Andrew Rigby: “El islamismo es un movimiento político modernista que, sin embargo, se remonta a formas precapitalistas. Así, al igual que el fascismo, es capaz de posicionarse tanto contra el comunismo como contra el capitalismo (su oposición política al capitalismo es en realidad una oposición moral a la «usura»: el interés). Al igual que las formas de antisemitismo y antiamericanismo, es un pseudoanticapitalismo”.

[2] “Las (empresas) europeas Saab, Thales, Leonardo y BAE junto a las norteamericanas Northrop, Raytheon y Lockheed Martin, que cotizan en la bolsa, han revalorizado sus acciones entre un 15% y 70% gracias a la atmósfera belicista en Europa y el envío de pertrechos a Ucrania”. Fuente:

https://interferencia.cl/articulos/acciones-de-empresas-de-armas-de-eeuu-y-europa-suben-hasta-un-70-por-guerra-en-ucrania

[3] Fuente: Sobre la guerra Israel — Hamás en una perspectiva crítico-radical. Por: Pablo Jimenez Cea. https://necplusultra.noblogs.org/post/2023/10/08/sobre-la-guerra-israel-hamas-en-una-perspectiva-critico-radical/

[4] Achille Mbembe, Necropolítica, Ed. Melusina, 2011.

[5] Ibíd.

[6] ZIONISM AGAINST JEWS. JEWS AGAINST ZIONISM. Fuente: http://troploin0.free.fr/biblio/zajaz/

[7] Así mismo, han ocurrido tras el atentado y consiguiente recrudecimiento del conflicto varias manifestaciones de palestinos contra el presidente Mahmoud Abbas, cuyó gobierno a colaborado en varias ocasiones con Israel en la represión contra el propio pueblo Palestino. La presidencia de Abbas desde el 2014 fue reconocida por Hamas (al menos temporalmente), luego de que el mismo Abbas (del partido Fatah) y el jefe de Hamás, Khaled Mashaal, se reunieran para lograr la unidad entre sus facciones.

[8] Fuente: Contra el nacionalismo palestino e israelí. https://barbaria.net/2023/10/09/contra-el-nacionalismo-palestino-e-israeli/

[9] Erich Fromm, Anatomía de la destructividad humana, Siglo veintuno editores, 2015. Ahondamos en este concepto en nuestro libro ¿Pasó de moda la locura? Publicado en Editorial Adynata.

[10] Behind the 21st century intifada, Aufheben, 2002. Traducción próximamente disponible en el blog Colapso y Desvió.

[11] Relación que parte en la inspiración del actual proceso de persecución del pueblo mapuche y ocupación militar del Wallmapu por el Estado Chileno en las tacticas y metodos que tienen como “referente y modelo a las normas del Derecho Penal que ha implementado el Estado Sionista de Israel, que en la actualidad ha llevado a un Estado en guerra permanente basado en la ocupación, lo que ha traido actos de genocidio por el sionismo y digna resistencia del heroico pueblo palestino”. Mensaje de Héctor Llaitul desde la prisión: “Wallmapu y Palestina. Ocupación y despojo”.

 

 

 

Autor: colapsoydesvio

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