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No me avergüenza (…) reconocer mi relación
igualitaria con los Seres materiales no-humanos.
Todo emerge de la misma matriz de posibilidades.
Susan Stryker, “Mis palabras a Víctor Frankenstein desde el pueblo de Chamounix”
En su libro Mentes Paralelas, la química, nanotecnóloga e investigadora Laura Tripaldi profundiza en un organismo que hace tiempo viene llamando la atención de la ciencia, el Physarum polycephalum; la mayor particularidad de este hongo del reino protista de entre 10 cms y un metro de largo es que es capaz de moverse en su propio ambiente a la velocidad de un milímetro por segundo, deformando su cuerpo y formando extraños tentáculos que le permiten explorar el mundo que lo circunda. “A pesar de lo lento de su movimiento, lo que más sorprende es que su cuerpo amorfo le permite desplazarse en busca de la materia vegetal en descomposición de la que se nutre”. (Tripaldi, 2023, p. 57)
Tal vez ahora les venga a la mente que este interesante légamo sirvió a lxs ingenierxs de Tokio para diseñar el recorrido más eficiente de sus líneas ferroviarias, además de haber sido estudiado en teoría de redes por su habilidad para optimizar y tomar decisiones (al menos a mí, humana, eso no es algo que se me dé fácilmente). Y este es sólo un caso de la asombrosa inteligencia de ciertos materiales que existen en el mundo.
En este sentido, mi hipótesis es que la ontología orientada a objetos (OOO), el realismo especulativo y en general los nuevos materialismos, que desplazan la mirada antropocéntrica del mundo hacia lo inorgánico o lo no humano, encontrando inteligencia en los materiales y aprendiendo de ello, reconociendo que existen otras formas válidas de vida más allá de la humana, tiene una potencia incalculable. Me atrevo a afirmar, pensando en el concepto de utopía posible de José Esteban Muñoz, que abre esperanzas para que otras expresiones y formas de género; uno fluido, blando, que deviene -al igual que los soft materials de los que habla Tripaldi- sean también
más reconocidos y respetados. Por supuesto, es evidente pensar también en la potencia que esto tiene en el freno o disminución de la crisis ecológica que nos envuelve. Sobre ello, Morizot señala que actualmente vivimos en una crisis de la sensibilidad.
“Este empobrecimiento del alcance de la sensibilidad hacia los seres vivos, es decir, de las formas de atención y de las cualidades de la disponibilidad hacia ellos, es, a la vez, efecto y parte de las causas de nuestra crisis ecológica”. (Morizot, 2021, p. 19)
Esto refuerza la idea de que estas nuevas filosofías materiales, devienen en un reconocimiento y una distinción de las potencialidades de la naturaleza, saliéndonos del ser humano como centro.
En línea con lo que intenta relevar Tripaldi, Morizot afirma que:
Si no vemos nada en la «naturaleza», no es solo por ignorancia de los saberes ecológicos, etológicos y evolutivos, sino porque vivimos en una cosmología según la cual supuestamente allí no hay nada que ver; es decir, nada que traducir, no hay ningún sentido que interpretar. Entonces el reto filosófico consiste en hacer sensible y evidente que sí que hay algo que ver y unos significados ricos que traducir en los entornos vivos que nos rodean. (Morizot, 2021, p. 23)
Lo del freno de la crisis ecológica es un complemento y un ejemplo importante de potencia, pero lo que intento hacer con mi hipótesis es llevar esto “más allá” o más bien “más acá”, intentando traslapar que en esta mirada antropocéntrica del mundo no sólo NO entran los animales, los insectos, las plantas, los hongos, nuestro légamo policéfalo, los materiales… sino también muchas mujeres con agregados interseccionales y por supuesto las disidencias sexuales. Esto último será mi foco de atención en lo que sigue.
Queer o légamo policéfalo
No es mi intención –o acaso sí- comparar a una persona trans, no binarie o queer con un hongo gelatinoso; lo que intento decir es que desde la norma heteropatriarcal que nos rige hace cientos de años, desde un mundo que suele comprender desde el binario sexo/género y además desde la mirada antropocéntrica mencionada, las disidencias sexuales pueden ser igual de ininteligibles que un légamo policéfalo.
Ahora bien, si algún lector o lectora se ofende con esta comparación, diría que es caer bajo la misma lógica jerárquica que se intenta suprimir, es decir, pensar en que este légamo o cualquier otra materia no humana es obvia e intrínsecamente inferior a nosotrxs, que no posee
inteligencia propia y es simplemente algo de la naturaleza. Creo ya he marcado el punto de que esto se trata de una idea insuficiente.
Reforzando mi intención, en Feminismo Posthumano, Rossi Braidoti habla de lo complejo que es pensar en un poshumanismo cuando hay personas que por mucho tiempo no han sido consideradas realmente humanas.
Mujeres, personas LGBTQ+, pueblos colonizados, indígenas, personas que sufren racismos y una multitud de personas no europeas que históricamente tuvieron que luchar por el derecho básico a ser consideradas y tratadas como humanas, tienen como mucho una relación ambivalente en cuanto a la humanidad que les fue y les sigue siendo denegada. (Braidotti, 2022, p. 17)
Hoy ya no se trata tanto del problema identitario, de igualdad de derechos o justicia, sino de ser reconocidxs en las diferencias e intersubjetividades propias dentro de estas comunidades. En este afán, lxs queer ya no necesitan ni pretenden ser tratadxs como “humanxs”, sino que, más bien, hay un cierto orgullo de no serlo, apartándose de la visión europea clásica de humanidad. Braidotti lo conceptualiza así:
Los feminismos queer y trans operan en las intersecciones y resonancias de la sexualidad, género, raza, colonialismo y toda la gama de no humanos. Optan por usar la categoría de “inhumanismo” para indicar su posición liminal y marginal en relación a la figura hegemónica del “Hombre”. Pero “inhumano” también remite a la violencia y otras formas de deshumanización infligidas a las personas LGBTQ+. (Braidotti, 2022, p. 52)
Braidotti además introduce un concepto en el que indagaré en adelante, ayudada del significado de intensidad de Tristan García, que puede ser una metáfora de lo que sucede con lo que no entra en categorías hegemónicas o que no logramos entender por ser de otra “naturaleza”, como nuestro hongo de antes, hablo de lo “monstruoso”, en contraste con la definición dominante de lo humano.
Performance, intensidad y un relámpago
En su libro, La vida intensa, el filósofo francés Tristán García hace un recorrido histórico y del concepto de intensidad, derivado primero del descubrimiento de la electricidad, cargado de cierta “magia” explicatoria del origen de la vida, pasando por la ciencia y deviniendo en el “hombre intenso” y en los vicios de la modernidad, que lo transforman en una experiencia más bien individualista por la necesidad de “intensificarse” cada vez más. Lo importante ya no es la vida
después de, sino el concepto de “más vida”, mientras más intensa sea. La intensidad es más o menos, pero todo lo que es “diferencia” la tiene, la carga se la da la persona y, por supuesto, es incuantificable desde fuera o desde lo instrumental discreto. García también habla del concepto de “primaverismo”, que tiene que ver con la búsqueda de esas primeras veces que siempre es lo que se siente más intenso, la segunda primera vez ya será menos intensa y así sucesivamente. (García, 2018) Lo interesante del concepto es lo experiencial y temporal que es la intensidad y, por lo mismo, es intrínsecamente materialista. En este sentido, el concepto de performance, pensado como eso que siempre será distinto cada vez que lo experimentes o que lo presencies como expectadorx, es un primaverismo, algo electrificante. Eso es lo que logra Susan Stryker con su performance “Mis palabras a Víctor Frankenstein desde el Pueblo de Chamonix: Escenificando la Ira Transgénero”.
Susan Stryker es una activista trans lesbiana estadounidense, escritora, cineasta, doctora en Historia y profesora de estudios de género en el instituto LGBT de la universidad de Arizona, siendo fundamental en la creación de los estudios trans. Originalmente, su presentación tuvo lugar el 10 de junio de 1993, durante la conferencia »Rage Across the Disciplines» de la Universidad de California. Como ella misma explica en su ensayo del mismo nombre, la naturaleza interdisciplinaria de la conferencia y la convocatoria para la presentación de performances y trabajos académicos la inspiraron a ser creativa en la presentación de un tópico que le preocupaba, sobre todo como miembro de Transgender Nation, grupo de activismo transexual de acción directa, militantemente queer. “Buena parte de la discusión en nuestros encuentros de planificación giraba en torno a cómo aprovechar las intensas emociones que emanaban de la experiencia transexual – especialmente la ira- y movilizarlas hacia acciones políticas efectivas”. (Stryker, 2005, 195)
El cruce de la performance entre arte y política no era nuevo en ese hemisferio ni tampoco en el nuestro. Lo que sí resulta desterritorializante es que haya “performeado” en una conferencia académica.
Estaba intrigada por la perspectiva de examinar críticamente esta ira en un marco más académico, mediante una aplicación idiosincrática del concepto de performatividad de género. Mi idea era escenificar, de modo autoconsciente, un género queer, más que simplemente hablar de él, corporizando y actuando, de esa manera, el concepto en discusión. (Stryker, 2005, 195)
Para su performance, la académica y activista estaba de pie en un podio, con un traje que reflejaba su subversión con la norma de género. Botas de combate, jeans gastados sobre un body negro de
encaje y una polera de Transgender Nation con un triángulo rosa y una pesada cadena de acero colgada del cuello.
Ahora, ¿qué tiene que ver esta performance con la monstruosidad a la que quiero llegar? Stryker conecta su presentación con el personaje que Mary Shelley creó en el año 1818. Como podemos ver a continuación en un extracto breve de su monólogo, Stryker conecta su sentir trans con la monstruosidad de Frankenstein.
El cuerpo transexual es un cuerpo no natural. Es el producto de la ciencia médica. Es una construcción tecnológica. Su carne es desgarrada y cosida nuevamente, en una forma diferente de aquella en la que nació. En estas circunstancias, encuentro una profunda afinidad entre yo misma como mujer transexual y el monstruo de Frankenstein de Mary Shelley. Como el monstruo, soy percibida con demasiada frecuencia como menos que humana, debido a los medios de mi corporización; como también le ocurre al monstruo, mi exclusión de la comunidad enciende en mí una profunda y sostenida ira que, como el monstruo, dirijo contra las condiciones en las que debo luchar para existir”. (Stryker, 2005, 196)
En su artículo “Transmaterialidades (Trans/materia/realidades e imaginaciones políticas queer)”, la fisique teórique feminista Karen Barad, se refiere a esta performance y al concepto de furia transgénero (trans rage) de Stryker.
Es dolorosamente consciente de que las especificidades con que está construida su corporalidad, le niegan la capacidad física para dar a luz a partir de su propio útero (…) Esto da pie al nacimiento de una rabia transgénero (transgender rage) que se transformará, a su vez, en el útero a través del cual ella misma se hace renacer. Esta configuración radicalmente queer del espaciotiempomateriación (spacetimemattering) hace emerger una extraña dinámica topológica que detiene las historias heterosexuales de nacimiento y parentesco y da origen a nuevos modos de generatividad. (Barad, 2023, p. 118)
La intensidad de la performance de Stryker tiene que ver justamente con estos nuevos modos de generatividad, anti esencialistas y anti naturalistas, que ponen en jaque la violencia instaurada de las categorías sexogenéricas. Es así como la intensidad de la ira, como constructo interior de Stryker, se proyecta y traspasa a una audiencia que ve en esto tan “diferente” una carga también de intensidad propia.
Sobre el acto performativo del género, Tristan García afirma que lo que realmente existe son intensidades.
Todo lo que encontramos en lo profundo de nosotros, bajo las máscaras de los comportamientos de género, son intensidades variables, del «eso se feminiza más o menos» o del «eso se masculiniza más o menos»: los géneros ya no son sustantivos sino verbos, porque corresponden a actos. Son realidades intensivas. Nuestros saberes y nuestras prácticas modernas se basan en este principio: las identidades son siempre efectos; lo que realmente existe son intensidades. (García, 2018, p. 55)
Así, y a modo de conclusión, la metáfora del relámpago que genera el golpe eléctrico para dar vida al monstruo del doctor Frankenstein, que en este caso podría ser Susan Stryker y todo ser que se considere fuera de la categoría hegemónica de ser “humano” o, más bien, se considere “inhumano”, fluido, plástico, blando, como los materiales del inicio de este escrito, y tuviéramos la sensibilidad para percibirles de otro modo, podrían entenderse/reconocerse y ser cognoscibles en términos de intensidad sensible, tal vez una salvaje y electrificante.
Volviendo a Morizot:
En cuanto la naturaleza se desnaturaliza (deja de ser un fondo liso continuo, un decorado de una sola estancia, un fondo contra el que se representan las tribulaciones humanas), en cuanto los seres vivos se retraducen en seres y no en objetos, el cosmopolitismo multiespecie se vuelve desbordante, casi irrespirable, abrumador para la mente: hemos pasado a estar en minoría. Una buena terapia para los modernos, que han adquirido la mala costumbre de transformar a todos sus «otros» en minorías”. (Morizot, 2021, p. 22)
Referencias
Barad, K. (2023). Cuestión de Materia. Trans/Materia/Realidades y performatividad queer de la naturaleza. Holobionte.
Braidotti, R. (2022). Feminismo posthumano. Gedisa.
García, T. (2018). La vida intensa. Una obsesión moderna. Herder.
Morizot, B. (2021). Maneras de estar vivo. La crisis ecológica global y las políticas de lo salvaje. Errata Naturae.
Stryker, S. (2005). Mis palabras a Víctor Frankenstein desde el pueblo de Chamonix: escenificando la ira transgénero. Recuperado a partir de
https://revistas.unc.edu.ar/index.php/NOMBRES/article/view/2340
Tripaldi, L. (2013). Mentes paralelas. Descubrir la inteligencia de los materiales. Caja Negra.