Texto en inglés en Ill Will.
Traducción al español por Amapola Fuentes para Colapso y Desvío. Otra traducción de este texto se publicó casi al mismo tiempo en Artilleria Inmanente, les inviramos a visitar también su web. Disponible en PDF [Aquí]
Imagen de portada: Hitomi Watanabe, “Zenkyoto de la Universidad de Tokio, 1968-1969”.
El siguiente artículo es la segunda entrega de una serie que repasa la historia del antagonismo revolucionario en Japón durante el siglo XX. En la primera entrega, Sabu Kohso esbozó un retrato panorámico del “largo 1968” japonés, argumentando que su borrado de la memoria sigue actuando sobre los horizontes de la lucha política en el país en la actualidad.
En el presente artículo, Harumasa Abe profundiza en este análisis, argumentando que la violencia interna [1]entre grupos revolucionarios durante las décadas de 1960 y 1970 surgió de una “tensión máxima” entre las dos dinámicas opuestas de centralización y fragmentación. Lejos de ser un caso aislado, Abe argumenta que esta tensión constituye una aporía central a la que cualquier insurrección debe enfrentarse al avanzar hacia la revolución: dado que el ímpetu insurreccional destotaliza y fragmenta los órdenes sociopolíticos existentes, durante mucho tiempo se ha asumido que para que se expanda hacia una apertura revolucionaria es necesaria una formación de partido que pueda promulgar un proceso político suplementario que introduzca ideas revolucionarias y plataformas institucionalizadas en las masas insurrectas. Sin embargo, como muestra Abe, fue precisamente este esfuerzo por promulgar un pivote desde el partido “larvario” de la revuelta al partido “real” de la revolución lo que condujo a las trágicas masacres entre las nuevas sectas de izquierda, dejando un centenar de camaradas muertos y más de cinco mil heridos. Si se quiere evitar la reproducción de tales fracasos mortales, cualquier esfuerzo por resucitar la forma de partido en el siglo XXI debe contar no sólo con esta historia, sino con el permanente callejón sin salida que expone.
Leer más: Fragmentación, centralización y guerra civil en la ultraizquierda japonesa – Harumasa Abe_______________________________________________
En un libro reciente en el que se hace una retrospectiva de Zenkyōtō (los Comités de Lucha Conjunta de Todos los Campus), hay una sección de cuestionarios dirigidos a cuatrocientos cincuenta participantes en la lucha de 1968.[2] En respuesta a una pregunta sobre los factores que condujeron a la desvinculación del movimiento, el 37% de las respuestas atribuyen la causa principal al desánimo provocado por la violencia intrasectaria (uchiha), y el 25% a una desesperación relacionada con las ejecuciones de miembros en el seno del Ejército Rojo Unido (URA).[3] Estos dos acontecimientos personificaron, en efecto, la caída del nuevo movimiento de izquierda japonés. Supusieron un golpe fatal para el campo de la izquierda radical, al tiempo que proporcionaron a las autoridades y a los liberales una excusa ideal para desacreditar al movimiento revolucionario en su totalidad. Mientras tanto, la crítica o autocrítica de la izquierda en relación con estos sucesos se dirigió sobre todo a los atributos generales de las nuevas sectas de izquierda, como la política de partidos, la revolución armada y el marxismo, que alentaron el posterior auge de tendencias opuestas como la no violencia, el humanismo, el sindicalismo tradicional y el libertarismo.
Con este pivote desmoralizador en mente, nuestro objetivo aquí es presentar otra visión del “largo 68 japonés” y su transmutación, una basada en una crítica inmanente del ímpetu que impulsó su desarrollo.[4] Como veremos, la década de la insurgencia se inició por los esfuerzos políticos para organizar la nación en oposición a la hegemonía estadounidense, pero las masas insurrectas desbordaron este marco político, desbordándose en todas direcciones a lo largo de la década de 1960, creando un movimiento de resistencia multifacético. Fue en respuesta a este difuso estallido de rebelión que tomó forma la divergencia entre las nuevas sectas de izquierda. Este ímpetu implicó dos dinámicas: la centralización (el proceso constituyente de la organización del partido) y la fragmentación (el proceso destituyente de la insurrección de masas). Nuestra hipótesis básica es que los dos trágicos acontecimientos antes citados —-el asunto del Ejército Rojo Unido y uchigeba— nacieron cada uno de ellos de la máxima tensión entre ambas dinámicas, aunque en dos direcciones diferentes.
Dos Raíces: BUND y Kakukyōdō
Para comprender el trasfondo de estas tragedias, es necesario volver a los inicios del nuevo movimiento de izquierda. Hay dos raíces a partir de las cuales divergieron diversos grupos y tendencias. Una es la Liga Comunista (BUND), que se escindió del Partido Comunista de Japón (PCJ) tendiendo hacia un movimiento insurgente; otra es la Liga Comunista Revolucionaria (Kakukyōdō), que buscaba crear un nuevo partido revolucionario fuera de la influencia del PCJ.
La lucha contra el Tratado de Seguridad EE.UU./Japón (Ampo) de 1960 dio lugar al mayor levantamiento de la historia moderna de Japón. Fue encabezado por el BUND, que fue establecido en 1958 por los estudiantes miembros del PCJ que lo abandonaron, al radicalizar sus acciones en oposición a la conversión pacifista del partido en 1955. En contraste con los esfuerzos parlamentarios del PCJ para solidificar la independencia nacional de América, el BUND abogaba por la acción directa para derrocar el “imperialismo japonés” como parte de una revolución mundial. Durante las acciones para desbaratar la Ampo, la intervención del BUND logró orientar a toda la multitud, dominando a los dirigentes de los partidos políticos y los sindicatos. Sin embargo, durante la fase final de la insurgencia, las propias masas trascendieron los esfuerzos organizativos del BUND. El 15 de junio, un miembro del BUND activo en la Universidad de Tokio fue asesinado durante el intento de irrumpir en el Parlamento Nacional. Al día siguiente, los ánimos de la manifestación se intensificaron hasta el extremo: fue entonces cuando, en palabras de Masaaki Hiraoka, miembro del BUND en aquella época que llegaría a ser influyente como uno de los principales ideólogos a finales de los sesenta y los setenta, “el BUND fue desmantelado en medio de un remolino masivo de estudiantes, trabajadores y ciudadanos enfurecidos que asaltaban sucesivamente el Parlamento”.[5] Hiraoka describe la disposición de sus compañeros en la Universidad de Waseda la mañana del día 16:
Al regresar a la universidad tras el enfrentamiento, los rostros de los estudiantes habían cambiado de la noche a la mañana. Reunidos alrededor del campus, se dispusieron a preparar la siguiente manifestación, confeccionando humildes pancartas de cartón con una inscripción del carácter “oposición”, que ataron a un palo de madera, es decir, técnicamente una estaca.[6]
Aquí vemos una forma embrionaria de lucha con palos (geba-bō) que se convertiría en el arma por defecto en las batallas callejeras después de 1967.[7]

Manifestación de Zengakuren del 28 de abril de 1969 en Tokio (Imagen: Kaku Kurita)
Tras la experiencia de Ampo, Hiraoka abandonó el BUND y se centró en la lucha de los excluidos de la sociedad civil japonesa. En 1961, organizó un grupúsculo llamado Liga de Criminales, que defendía una propuesta extremadamente minoritaria: “todos los crímenes son revolucionarios”. A finales de la década de 1960, trató de sincronizar a la clase baja japonesa con las revoluciones del Tercer Mundo a través de una mediación de las pulsiones afectivas de las masas. A finales de los 80, escribió un ensayo en el que recordaba la “situación anárquica” en la que se encontraba Tokio en 1945, inmediatamente después de la guerra. La capital había sido arrasada en gran parte por los bombardeos aéreos estadounidenses, las masas indigentes vagaban por la ciudad incendiada, reuniéndose en los mercados negros. Para Hiraoka, ese escenario resonaba con el creado por las masas enfurecidas durante la acción anti-Ampo: en él, percibía: “cuando el poder del Estado se derrumba, “el cuerpo” queda al descubierto”.[8]
En estas diversas situaciones, el denominador común “el cuerpo” se refiere a las masas que han sido abandonadas o desvinculadas del marco social y político imperante. El cuerpo es el ser anárquico de las masas que emerge al otro lado de las instituciones. Podría entenderse como una forma de espontaneidad, en su oposición histórica con la organización. Este cuerpo es una fuerza de destotalización o fragmentación que se opone a la totalidad construida por la organización consciente. En la agitación de la posguerra, el cuerpo significaba una corporeidad de masas liberada del estatismo totalitario que había gobernado a la población durante la larga guerra. La insurrección de masas de los años sesenta revivió el mismo escenario, pero esta vez con la participación activa del pueblo. Esta vez, el cuerpo anunciaba una fuerza que estallaba contra el Estado, y ello a pesar de la organización consciente del BUND. Como veremos, fue este movimiento de masas impetuosas el que se había dispersado de la coalición del movimiento anti-Ampo en un proceso de fragmentación que reverberaría para crear una corriente insurreccional en los prolegómenos de 1968. Durante este desarrollo, las armas comunes – geba-bō, tubos de acero, piedras y cócteles molotov con cascos – nacieron del garrote primitivo como una extensión del cuerpo expuesto en un abismo temporal del poder estatal. Para los revolucionarios, el origen de su armamento es siempre este cuerpo, uno sistemáticamente asimétrico a los cuerpos militarizados de las fuerzas estatales.
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A diferencia del BUND, el Kakukyōdō fue fundado por un grupo de intelectuales en 1957. Uno de sus cerebros fue un filósofo autodidacta llamado Kan’ichi Kuroda. Kuroda desarrolló una teoría de la revolución que combinaba una lectura materialista de la ontología de Nishida Kitarō, que había influido en un grupo de filósofos de preguerra de la Escuela de Kioto, y la teoría de la técnica desarrollada por Mitsuo Taketani, que se había hecho popular en el periodo de reconstrucción económica de posguerra, a medida que la fe en la tecnociencia iba ganando terreno en la sociedad japonesa.[9] Como tal, el pensamiento de Kuroda implicaba una mezcla de modernismo y antimodernismo: era modernista como práctica de la teoría de la tecnociencia de Taketani, pero antimodernista en su teoría organizativa, que se basaba en la “lógica del lugar” de Nishida o la “nada” como receptáculo. En el marxismo de Kuroda, lo humano se considera un material que se vuelve autotélico, mientras que el trabajo se define como una práctica técnica que se vuelve teleológica. Es a través de este trabajo que el proletariado realizaría una conciencia material en forma de partido. Dicho sencillamente, Kuroda daba por sentada una relación armoniosa entre el trabajo, el proletariado y el partido, lo que contradice los puntos de vista de Marx, que consideraba al proletariado como “una clase de la sociedad civil que no es una clase de la sociedad civil” y que interioriza la disolución de la sociedad de clases.[10]
Mientras concretaba la posición anterior en su primer libro, Hegel y Marx (1952), Kuroda era un intelectual aislado; pero en 1956, se encontró con Ryu Ōhta, el primer trotskista inflexible de Japón, que abrió los ojos de Kuroda a la actualidad de la coyuntura mundial.[11] Así, en torno a ellos se inició una de las dos principales nuevas sectas de izquierda. Ōhta y Kuroda iniciaron el Círculo de Camaradas Trotskistas (Trotskyist Dōshi Kai) y luego el Kakukyōdō. Pero poco después, Kuroda se separó de Ōhta y su grupo (la Cuarta Internacional Japón) por su oposición al apoyo incondicional de Trotsky al “Estado obrero” de la Unión Soviética, con el objetivo de unir el antiimperialismo y el antiestalinismo. A partir de entonces, Kuroda enfocó su esfuerzo en teorizar el partido del proletariado que realizaría esta conciencia material. Así, la naturaleza organizativa del Kakukyōdō reflejaba fielmente el kurodaísmo, que priorizaba una consolidación sin fin y una expansión sin límites del partido de la conciencia.
En años posteriores, Ōhta cambió muchas veces de postura, siendo en cada caso pionero de nuevas tendencias del radicalismo, desde el tercermundismo a la revolución de las clases bajas o la ecología, antes de acabar su vida como teórico de la conspiración antisemita. Por su parte, Kuroda se convirtió sorprendentemente en un adorador de la cultura nacional hacia el final. Es difícil evitar la impresión de que este hecho -a saber, que una de las dos raíces del nuevo movimiento de izquierda de Japón se inició con el encuentro entre estos dos- ya prefiguraba los trágicos acontecimientos que vendrían después.

Zengakuren se enfrenta a la policía ante el edificio de la Dieta (Parlamento) en Tokio, el 15 de junio de 1960 (Imagen: AP)
Tras verse superado por la insurgencia de masas de 1960, el BUND se dividió en tres facciones, cada una de ellas dispuesta según su respectiva valoración de su amarga experiencia. Aunque estas organizaciones no podían controlar el ímpetu de las masas, sus respuestas divergentes al mismo determinarían los distintos contornos de un partido venidero. Entre las tres facciones, dos que atribuían el fracaso del BUND a sus fatales deficiencias —a su incapacidad para convertirse en un partido de vanguardia y a su falta de tácticas para la movilización de masas— se unieron al Kakukyōdō, debido a su conformidad con la perspectiva determinista de este último. El primer uchigeba tuvo lugar en 1961, en el que Kakukyōdō atacó una asamblea de varios grupos, incluidos los restos del BUND, con un geba-bō hecho de roble. Este ataque fue supuestamente encabezado por los miembros de las facciones del BUND que se habían unido a Kakukyōdō, quienes emplearon los duros palos desarrollados a partir del garrote original.
Chūkaku-ha y Kakumaru-ha (1)
En 1963, Kakukyōdō se dividió en dos. Algunos se unieron al grupo cercano a Kuroda (la Facción Marxista Revolucionaria o Kakumaru-ha) mientras que otros se unieron al grupo centrado en torno a las facciones escindidas del BUND (la Facción del Núcleo o Chūkaku-ha). Reflexionando a posteriori, podemos reconocer lo inevitable de las fisuras que se desarrollaron entre los que perseguían el partido de la conciencia y los que encarnaban el partido de la táctica.
A partir de entonces, los Chūkaku-ha demostraron su notable fuerza en las peleas callejeras, especialmente a finales de la década de 1960. Esto se hizo evidente por primera vez durante la acción para perturbar la visita del primer ministro Eisaku Satō a Vietnam en el aeropuerto de Haneda en octubre de 1967. Su ímpetu militante llevaría más tarde a una revuelta masiva en Shinjuku Tokio en el Día Internacional contra la Guerra, el 21 de octubre de 1968. Esta militancia fue impulsada por Chūkaku-ha, inspirando a muchos otros grupos. En términos de su línea política, Chūkaku-ha revivió las concepciones leninistas de la revolución armada que el PCJ había abandonado. Su núcleo teórico era la teoría humanista de la alienación encontrada en el joven Marx, que busca la sublimación del trabajo alienado. Sin embargo, independientemente de las divergencias en las líneas y teorías políticas, las fuerzas de la nueva izquierda se unirían para perturbar el statu quo del poder estatal al tiempo que intensificaban el impulso hacia la lucha callejera, ampliando así el horizonte del ímpetu de las masas. Con este empoderamiento, la lucha sacó a la luz una serie de contradicciones de la sociedad japonesa que la izquierda convencional no había sabido abordar: desde la complicidad del Estado con la guerra estadounidense en Vietnam hasta la destrucción de las comunidades locales por parte del capital, pasando por la jerarquización de la sociedad por parte del sistema educativo. En consecuencia, todo se volvió político, de acuerdo con el lema “lo personal es político”, que tuvo su origen en el movimiento estudiantil estadounidense y en el feminismo de la segunda ola, y se popularizó en todo el mundo en 1968. Si el movimiento anti-Ampo de los sesenta implicaba un nacionalismo enfrentado en contra de la hegemonía estadounidense, la lucha de 1968 amplió el ímpetu de masas gracias a los fragmentos reverberantes del movimiento de los sesenta.
Cuando la lucha callejera comenzó a introducirse en las universidades, Zenkyōtō se formó como una coalición descentralizada que reunía a estudiantes luchadores que ya no pertenecían a ninguna de las organizaciones sectarias. Poco a poco surgieron secciones en varias universidades, e incluso en algunos institutos. Por todo el país, protagonizaron ocupaciones sincronizadas de campus (“luchas de barricadas”, como las llamaban), utilizando el espacio ocupado como base para profundizar en la insurgencia metropolitana. De este modo, en medio de la intensificación de la oposición al poder estatal, los llamados radicales “no sectarios” surgieron como un nuevo impulso de masas. Aunque plantearon un desafío a las nuevas sectas de izquierda al que éstas podrían haber respondido, optaron por ignorarlo, precisamente porque asfixiarlo o absorberlo activamente habría significado invitar nada menos que a una crisis esencial en su organización.
El Ejército Rojo Unido (URA)
La militarización de la izquierda radical se convirtió en una tendencia mundial en el clima posterior a 1968. En un sentido, significó la introducción de la revolución armada del Tercer Mundo, con Vietnam como su primera línea, en los territorios de los Estados nación capitalistas dentro del dominio imperialista. Inspirándose en ejemplos extranjeros, “el cuerpo” (en el sentido de Hiraoka), con su armamento primitivo, trató ahora de reconvertirse en un ejército guerrillero. En Japón, fue la Fracción del Ejército Rojo (RAF) la que encabezó esta corriente. Tras las escisiones tripartitas de 1960, el BUND había experimentado nuevas separaciones hasta que en 1966 se reconstruyó con el nombre de Segunda Liga Comunista (BUND), que había absorbido a algunos antiguos miembros y grupos, así como a nuevos reclutas. Junto con Chūkaku-ha, la segunda BUND desempeñó un papel destacado en la calle a finales de la década de 1960. Después, en 1968, surgió la RAF como facción de la segunda BUND en la zona de Kansai.

La RAF sostenía una visión globalista de la revolución: la era de la revolución mundial comenzó con la Revolución Rusa de 1917, y la actual es una fase de transición en la maduración de una batalla final. Sin embargo, en lugar de esperarla, es imperativo, insistían, adoptar una posición subjetiva para acelerar la transición a una revolución mundial, un fenómeno al que se referían como “la fase previa al levantamiento armado”. Para prepararlo, iniciaron un entrenamiento militar en las montañas, durante el cual muchos miembros fueron detenidos. En 1970, consiguieron llevar a cabo el primer secuestro en Japón, que tuvo un notable impacto en otros movimientos radicales y envió una onda expansiva a través de la sociedad japonesa.[12] Pero este éxito convirtió a la RAF en el principal objetivo de la represión policial. Sus miembros, cada vez más reducidos, se vieron abocados a una serie de intentos desesperados, como el atraco a un banco y el asalto armado a una comisaría. Todos acabaron en decepción, con la única detención de sus miembros.
En 1969, otra secta militarista, el Partido Comunista de Japón: La Fracción de la Izquierda Revolucionaria (RLF) se estableció entre la facción pro-China del PCJ y los miembros escindidos de una secta maoísta de nueva izquierda llamada Liga Marxista-Leninista. Este nuevo grupo se adhirió a una plataforma de patriotismo antiamericano siguiendo la línea política de la RPC, lo que era anómalo entre el nuevo movimiento de izquierda. El grupo había sido mucho más pequeño y mucho menos llamativo que la RAF, hasta que intentó perturbar la visita del ministro de Asuntos Exteriores a la Unión Soviética en el aeropuerto de Haneda utilizando una táctica inesperada, a saber, traspasar el perímetro de seguridad desde el mar de la bahía de Tokio, un acto que mereció una amplia atención. En 1970, para conseguir armas, robaron en una armería y atacaron una comisaría, durante lo cual uno de sus miembros murió tiroteado por la policía. Al igual que la RAF, el grupo maoísta se convirtió en uno de los principales objetivos de la represión estatal.
En 1971, otra oleada de fragmentación afectó al ímpetu militante, y el segundo BUND se escindió hasta en nueve sectas (un proceso que describieron como “faccionalismo”). Este faccionalismo era el reflejo de ideas divergentes de partido: el partido de la lucha armada (la RAF), el partido de la táctica (como Chūkaku-ha), el partido de la comunidad, el partido de la política, etc. Lo que provocó esta nueva fragmentación fue sin duda la aparición de los dos extremistas: la RAF y el RLF[13]. Aunque sostenían ideologías políticas totalmente distintas e incluso opuestas, ambos se parecían en que compartían la idea de organización, es decir, tratar al partido y al ejército insurgente como una misma cosa. Esta idea los convertiría en los órganos militarizados de una fuerza estatal minúscula, por así decirlo.
La RAF y el RLF iniciaron un programa conjunto de lucha armada centrado en el entrenamiento con armas de fuego, que tuvo lugar en la base que el RLF construyó en una montaña aislada. En julio de 1971, se sintetizaron institucionalmente bajo los auspicios de los líderes de cada grupo: Tsuneo Mori, de la RAF, y Yōko Nagata, del RLF. La nueva organización recibió el nombre de Ejército Rojo Unido (URA). Poco después comenzaron las ejecuciones disciplinarias. En agosto de ese mismo año, dos miembros del RLF que habían escapado de la base de la montaña fueron asesinados por miembros de su grupo. A continuación, doce miembros de la URA fueron asesinados uno tras otro tras interrogatorios al estilo de un tribunal popular, que, en lugar de estar reservados a los enemigos de la guerra revolucionaria, tenían como objetivo a sus propios camaradas. Un miembro fue agredido por el grupo tras ser acusado de traidor a la revolución y al partido. Los miembros considerados indisciplinados fueron golpeados duramente y abandonados a su suerte.
Asediados por la policía, los miembros restantes emprendieron un viaje de huida de montaña en montaña. Mientras muchos miembros eran detenidos uno a uno, cinco de ellos llegaron a una posada donde tomaron un rehén y se enzarzaron en tiroteos con las fuerzas policiales de los alrededores. La escena, que terminó con su detención, fue retransmitida por televisión en tiempo real, alcanzando un índice de audiencia sin precedentes. Posteriormente, cuando las ejecuciones internas salieron a la luz en los medios de comunicación, informes escandalizados pregonaron la caída de la izquierda revolucionaria de la forma más dolorosa.[14] El líder de la RAF, Tsuneo Mori, se suicidaría más tarde en su celda de la cárcel.
La URA estaba obsesionada con las armas de fuego. Ello tenía mucho que ver con su conformismo organizativo, modelado como una infantería. Esta elección coincidía con su concepción del partido: la formación del propio partido y la formación del propio ejército se derivan de un mismo conjunto de prioridades. La característica estrictamente disciplinaria de esta organización contrastaba fuertemente con aquellas pequeñas sectas o grupúsculos de orientación hipermilitante que, en años posteriores, elegirían las bombas como arma para atacar a los poderes dominantes, como la Facción RG del Segundo Bund y el Frente Armado Antijaponés de Asia Oriental. La forma organizativa de estos últimos tendía hacia pequeñas células de guerrilleros, y se entendían a sí mismos como grupúsculos más que como partido. Ninguno de ellos se involucró en graves luchas internas.

Es notable que, mientras tantas otras sectas se vieron arrastradas a lo que podríamos llamar procesos cismogenéticos, la formación de la URA fue un intento intempestivo de forzar una unificación. La fragmentación de una organización nacional y la sincronía de fracciones reverberantes proporcionaron a toda la fuerza de oposición una tremenda fuente de empoderamiento, debido a su productiva generación de multiplicidad. Aunque no podamos nombrarlas aquí, surgieron muchas formas de resistencia, desde pequeñas a grandes, que perturbaron, en reverberación, la reproducción de la sociedad consumista e hicieron que el público en general intuyera que una revolución podría ser inminente. Por el contrario, dentro de las nuevas sectas de izquierda, esta fragmentación o “faccionalismo” se consideró un fracaso que debilitaba la unidad original que había existido previamente. Peor aún, se les acusaba de traición, de vender su espíritu a la ideología equivocada. Fue esta convicción la que cimentó su compromiso con el uchigeba. Los asesinatos disciplinarios de sus propios camaradas surgieron de esta tremenda tensión entre la corriente general y los desesperados intentos de contrarrestarla.
En la disciplina fanática de la URA, también puede percibirse una resistencia moral contra el ímpetu hacia la fragmentación, o “lo personal es político”, que se desarrolló junto con el advenimiento de la sociedad consumista. Así, en los juicios internos de la URA, cada gesto y rasgo del individuo se convertía en objeto de escrutinio. La primera víctima de esta ejecución fue una luchadora cuyo comportamiento y rasgos femeninos fueron acusados de contrarrevolucionarios. De este modo, el Asunto URA dio fe del clima sociopolítico transformador de la época, precisamente por su respuesta negativa al mismo, es decir, por su mandato supremo de dar prioridad a la uniformidad del partido militarizado.
El Asunto URA podría verse también como una promulgación introvertida, fanática y atroz del discurso sobre la justicia popular. Por la misma época, en 1972, en Francia, tuvo lugar un famoso debate entre Michel Foucault y militantes maoístas, publicado bajo el título “Sobre la justicia popular”.[15] Su coincidencia muestra el clima global del periodo posterior a 1968, en el que la cuestión de la justicia se planteó seriamente frente a la violencia implicada en el proceso que va del levantamiento popular a la revolución. Foucault insistió en que un “tribunal popular” no podía representar la “justicia popular”, que debería ser más bien el blanco de su ataque, ya que la forma misma del sistema judicial reviviría un aparato de Estado, representante de la autoridad pública e instrumento violento del poder de clase. Para los maoístas, en cambio, el tribunal popular se entendía como un aparato estatal revolucionario y un proceso político necesario. Al igual que los militantes franceses, el RLF era maoísta hasta la médula, mientras que la RAF estaba posiblemente más cerca del maoísmo que todas las demás facciones del BUND, sobre todo en su convicción de que el Ejército Rojo encarna por sí mismo la justicia popular.
Como es bien sabido, Mao Zedong inventó la estrategia de asediar los centros de poder en las ciudades construyendo bases en el campo, lo que proporcionó el modelo para el movimiento comunal revolucionario. Pero esta comuna no era más que un aparato estatal transitorio, en contradicción, por ejemplo, con los territorios autónomos de los zapatistas que observamos hoy. Lo que distinguió la estrategia de Mao fue utilizar la violencia interiorizada en el poder judicial del tribunal popular para organizar una rebelión de masas contra el statu quo, lo que se observó sistemáticamente desde el Soviet de Yan’an hasta la Gran Revolución Cultural Proletaria. Esta práctica se denominó en particular Movimiento de Rectificación. La crítica de Foucault a los tribunales populares pretendía precisamente poner de relieve los problemas asociados a esta internalización, en el uso invertido de la justicia/legislación como forma embrionaria de aparato estatal.
Chūkaku-ha y Kakumaru-ha (2)
En 1971, mientras ya había comenzado la formación del URA, Chūkaku-ha también preparaba su propia militarización. Comenzaron a publicar una serie de manuales para “Armar al pueblo” titulados Pilares de nube y fuego y destinados a la circulación interna. Sin embargo, su línea de lucha armada contra el enemigo de clase se reorientó rápidamente para apuntar a sus antiguos camaradas: Kakumaru-ha.
El uchigeba entre Chūkaku-ha y Kakumaru-ha comenzó con un incidente en 1970 en el que Chūkaku-ha acabó matando a un estudiante miembro de Kakumaru-ha durante un interrogatorio hostil en su bastión de la Universidad Hosei de Tokio. Chūkaku-ha no hizo ninguna declaración pública -justificación, excusa o disculpa- sobre lo que habían hecho. En respuesta, Kakumaru-ha hizo una declaración sobre “la justeza de un contraataque violento”, que según ellos era coherente con un verdadero marxismo-leninismo. En diciembre de 1971, tras otro asesinato de un estudiante de Kakumaru-ha por parte de Chūkaku-ha, Kakumaru-ha inició sus represalias. Asesinaron a tres miembros de Chūkaku-ha, dos en Osaka y uno en la prefectura de Mie. Estas masacres fueron de naturaleza diferente a las anteriores intensificaciones de la hostilidad, que habían sido ostensiblemente accidentales. Esta vez Kakumaru-ha planeó asesinar a objetivos específicos cuando estaban solos y desprevenidos.

Manifestación de estudiantes Zengakuren en Tokio, 30 de septiembre de 1971. (Foto AP)
A partir de entonces, Chūkaku-ha definió a Kakumaru-ha como “contrarrevolucionario” y se preparó para la guerra contra ellos. Pero la ofensiva de Kakumaru-ha continuó, como admitieron los propios Chūkaku-ha: “Kakumaru-ha consiguió aprovecharse de un delincuente”.[16] Este conflicto estuvo marcado por un evidente desequilibrio de fuerzas: mientras que muchos miembros de Chūkaku-ha habían sido encarcelados durante su intensa oposición contra el Estado hasta principios de la década de 1970, las fuerzas de Kakumaru-ha habían quedado en su mayoría intactas gracias a su priorización de la autoprotección y a la expansión de la organización de su partido. Lo que distinguía a Kakumaru-ha de Chūkaku-ha era que los primeros no solo asaltaban a los segundos, sino también a los radicales no sectarios para solidificar su hegemonía en las universidades y los sindicatos. En cambio, Chūkaku-ha era menos agresiva con los no sectarios por su territorialización y a menudo era aprobada o incluso admirada por algunos combatientes no sectarios debido a sus abnegados compromisos con la acción.
En diciembre de 1972, Kakumaru-ha asesinó en la Universidad Waseda de Tokio a un estudiante no sectario que era simpatizante de Chūkaku-ha, lo que provocó que la mayoría de los estudiantes políticamente activos denunciaran a Kakumaru-ha y su intimidación en el campus. Esto puso fin al duradero dominio de Kakumaru-ha sobre la universidad, aunque con el tiempo recuperarían su hegemonía maximizando sus amenazas en el campus. En consecuencia, Kakumaru-ha llegó a ser detestado por muchos.
Mientras tanto, dentro de Chūkaku-ha se estaba llevando a cabo una importante reestructuración para preparar la guerra total contra Kakumaru-ha, que consistía en reorganizar a sus miembros en sindicatos públicos para convertirlos en un ejército clandestino. Durante este periodo, llegaron a referirse a su conflicto sectario con Kakumaru-ha como una “guerra civil”, argumentando que Japón estaba experimentando actualmente un retorno a la situación de preguerra, como en los años 30, en la que la derrota de la revolución se había debido al fracaso en la lucha contra el fascismo. Y si Kakumaru-ha era la organización fascista de hoy, entonces, al igual que los nazis, por lo tanto, la principal tarea revolucionaria debía ser derrocarlos.
En julio de 1973, Chūkaku-ha declaró una “guerra revolucionaria de represalias” en su asamblea política; a partir de septiembre, comenzaron un asalto concentrado contra Kakumaru-ha, día tras día. En septiembre de 1974, Kakumaru-ha hizo un comentario público en el que explicaba la ofensiva de Chūkaku-ha como una conspiración en nombre del Gobierno, razonando que Chūkaku-ha, a quien habían extinguido hacía tiempo, no podía haber sostenido semejante poder. En marzo de 1975, Kakumaru-ha asesinó al líder de mayor rango de Chūkaku-ha, Nobuyoshi Honda. A medida que su animosidad mutua se descontrolaba y llegaba a ser percibida por el público como un problema social, doce destacados intelectuales y autores, que simpatizaban con el nuevo movimiento de izquierda, hicieron pública una propuesta conjunta a “ambas facciones de Kakukyōdō para detener el uchigeba”.[17] Pero no habría un final sencillo para esta situación.
Durante 1971 y 1973, el recurso a la uchigeba entre los grupos de ultraizquierda experimentó una rápida escalada, desde enfrentamientos durante las asambleas hasta ataques por sorpresa durante las manifestaciones, asaltos a bases universitarias, así como agresiones selectivas a individuos en sus domicilios particulares. Se desplegaron todas las tácticas disponibles para debilitar al enemigo: escuchas de conversaciones telefónicas, cartas amenazadoras, distribución de publicaciones falsas, etcétera. El último de los asaltos a gran escala fue la masacre por parte de Chūkaku-ha de cinco miembros de Kakumaru-ha en 1980. A partir de entonces, Chūkaku-ha declaró que su conflicto sectario con Kakumaru-ha entraba en una nueva etapa y disminuyó su compromiso en él.
Pero los Chūkaku-ha habían interiorizado profundamente la propensión a la violencia contra los suyos. En 1983, cuando la Liga Sanrizuka contra la Construcción del Aeropuerto de Narita se dividió en dos facciones, Chūkaku-ha agredió a varios miembros de la Cuarta Internacional de Japón, que era la organización central de apoyo a la facción contraria. A mediados de la década de 1980, el Sindicato de Ingenieros de Locomotoras, que era el principal frente obrero de Kakumaru-ha, intervino en la privatización de los Ferrocarriles Nacionales como parte de las reformas neoliberales. En respuesta, Chūkaku-ha emprendió un violento ataque contra los líderes del sindicato. Solo después de la década de 1990 disminuyó finalmente el uchigeba entre ambos, cuando Chūkaku-ha cambió su enfoque hacia la organización laboral. (El gran total de muertes durante su uchigeba fue de cuarenta y ocho de Kakumaru-ha, trece Chūkaku-ha).
Kakumaru-ha y Kaihō-ha
Durante el mismo periodo, Kakumaru-ha estuvo en guerra con otra secta: la Liga de las Juventudes Socialistas; la Facción de la Liberación (Shaseidō; Kaihō-ha). Este grupo se creó en 1963 entre los miembros radicalizados de la organización juvenil (Shaseidō) del Partido Socialista Japonés (PSJ), que era el mayor partido de la oposición en el parlamento de posguerra controlado por el Partido Liberal Democrático. Kaihō-ha era un grupo antileninista, que buscaba una forma de comunismo de consejo bajo la influencia de las tendencias comunistas de izquierda, incluida Rosa Luxemburgo, que también se había desviado del Partido Socialdemócrata. Kaihō-ha puede considerarse parte de la tendencia antivanguardista que había surgido tras la lucha anti-Ampo de 1960.

Kaiho [Liberación] nº 193, 1 de mayo de 1977.
Mientras expandían su influencia en las universidades de Waseda y Tokio, donde Kakumaru-ha había mantenido sus bases, Kaihō-ha desarrolló fricciones con ellos. A partir de principios de la década de 1970, sus conflictos comenzaron a intensificarse. En septiembre de 1973, Kakumaru-ha llevó a cabo una incursión nocturna contra miembros de Kaihō-ha en la Universidad de Kanagawa, pero fueron dos miembros de Kakumaru-ha los que acabaron muertos durante la batalla. En 1974 uno de los líderes de Kaihō-ha fue gravemente herido por Kakumaru-ha, y en 1975 un miembro fue asesinado. En represalia Kaihō-ha asesinó a dos miembros de Kakumaru-ha. Hasta entonces, a diferencia de Chūkaku-ha, Kaihō-ha no había definido a Kakumaru-ha como su archienemigo. Pero a partir de entonces, comenzaron a pedir la extinción de Kakumaru-ha. En 1977, al ser asesinado el máximo dirigente Hajime Nakahawa por Kakumaru-ha, Kaihō-ha los definió como “contrarrevolucionarios” y tomó represalias matando a cuatro miembros de Kakumaru-ha, entre ellos el líder teórico Takayoshi Fujiwara. Desde este punto en adelante, los dos grupos entraron en una guerra total. (La suma total de muertes durante su uchigeba fue de veintitrés de Kakumaru-ha, y dos Kaihō-ha).
Tras este desarrollo, el uchibega se inmiscuyó en Kaihō-ha. Siempre había habido fricciones entre el grupo de estudiantes y el de trabajadores, en las que Nakahara había mediado generalmente. Sin embargo, tras su asesinato, dentro de Kaihō-ha la desavenencia se convirtió en fractura. La diferencia entre ambos grupos era doble: la postura ante la guerra con Kakumaru-ha, y la postura ante la lucha de los burakumin (los marginados sociales particulares de Japón, a los que volveremos más adelante). Mientras que el grupo de estudiantes estaba activamente comprometido en la guerra con Kakumaru-ha, el grupo de trabajadores era más reservado. Mientras que el grupo de estudiantes creía que la tarea del proletariado revolucionario era un compromiso total en la lucha de los burakumin, el grupo de trabajadores priorizaba la solidaridad con el proletariado trabajador por encima y más allá de la comunidad buraku.
El conflicto interno se hizo patente cuando el grupo de estudiantes acusó al de trabajadores de escribir un folleto discriminatorio sobre el incidente de Sayama (en el que un burakumin fue acusado falsamente de asesino), y exigió su autocrítica. En 1981, los dos grupos -la facción de los estudiantes (Hazama-ha) y la de los trabajadores (Takiguchi-ha)- se rompieron por completo. Los primeros empezaron a atacar a los segundos, provocando nuevas escisiones y fracciones, heridos graves y muertos. Estos procesos multiplicadores de conflicto interno fueron impulsados por una implosiva concentración de violencia. Llamándose mutuamente traidores o contrarrevolucionarios, múltiples grupos dentro de Kaihō-ha continuaron la uchigeba hasta 1999, con el resultado de diez muertos.
La dinámica interna de Uchigeba
Si el Asunto URA fue una tragedia causada por un enérgico esfuerzo de unificación en un contexto de fragmentación generalizada del ímpetu de masas, Uchigeba fue un desastre causado por la inaceptabilidad de la separación dentro de un partido, es decir, la inaceptabilidad de la divergencia entre camaradas. Se derivaba de la incapacidad de aceptar la diferenciación en las creencias sobre las formas y estrategias de organización, o en las creencias relativas a la revolución en general.
Tras la disolución del BUND, Chūkaku-ha, Kakumaru-ha y Kaihō-ha destacaron como las sectas más influyentes en términos de movilización y mano de obra. Es sorprendente recordar que durante la década de 1970, mientras las tres sectas concentraban tanta energía en el uchigeba, aún eran capaces de mantener su capacidad para movilizar acciones militantes de oposición, algunas de las cuales fueron indudablemente eficaces. Uno ve sus puntos en común no sólo en el hecho de que fueron protagonistas de la guerra de uchigeba, sino también en un par de tendencias. Sus formaciones teóricas se inspiraban igualmente en la teoría de la alienación del joven Marx, y llegaron a compartir una estrategia distintiva de organización obrera. Kakuraru-ha empleó la táctica entrista para intervenir en los movimientos obreros, la mayoría de los cuales habían estado operando bajo el control de la vieja izquierda (el PCJ o el PSJ), en un esfuerzo por cambiar su orientación desde dentro. En contraste, Chūkaku-ha y Kaihō-ha trataron de desestabilizar los movimientos obreros existentes mediante huelgas salvajes y acciones militantes en los conflictos laborales, aunque también consideraron a los trabajadores como el sujeto y diseñaron sus intervenciones igualmente para radicalizar los movimientos obreros. Estos planteamientos contrastaban fuertemente con los de otras sectas de la nueva izquierda: BUND, la Cuarta Internacional Japonesa, la Fracción Reformista Estructural (influida por el líder del Partido Comunista Italiano, Palmiro Togliatti), etc., que se posicionaron al margen de los movimientos obreros y en su mayoría se opusieron a ellos. Estas diferencias desencadenaron una generalización del uchigeba a pequeña escala.

Sasebo, Japón, 20 de enero de 1968. (Imagen: AP)
Kakumaru-ha consideraba la extinción de Chūkaku-ha y Kaihō-ha como una necesidad para el cumplimiento de su objetivo. Para Kakumaru-ha, cuyo modus operandi se basaba en la idea del trabajo humano como práctica teleológica y técnica, el ímpetu de 1968, en el que participaron tanto Chūkaku-ha como Kaihō-ha, era poco menos que contrarrevolucionario. Para entender esta divergencia conflictiva, la teorización del “largo 68” de Hiroshi Nagasaki ofrece una referencia útil. Durante el levantamiento anti-Ampo de la década de 1960, Nagasaki fue un miembro clave de la célula del BUND en la Universidad de Tokio. Reflexionando sobre el levantamiento, que fue un amargo fracaso para los organizadores del BUND, desarrolló una teoría que captaba el núcleo de la política revolucionaria (la cuestión de la organización) en respuesta a la experiencia de la insurrección de masas. Presentó esto en su libro, Sobre la insurrección, que se completó en el año 1968, cuando estaba activo en Zenkyōtō.[18] En referencia a la crítica de Lukác a la modernidad interiorizada no sólo en el liberalismo sino también en el marxismo, el libro describe la lucha anti-Ampo de 1960 como una rebelión contra la modernidad. Y su siguiente libro, Cuadro y técnica (1971) argumenta que la lucha de 1968 fue un proceso de escenificación de “una destrucción del trabajo” en la rebelión.[19] Este último libro critica la teoría de Kuroda (Kakumaru-ha) por concebir al proletariado como luchando por “un retorno a una forma original del trabajo humano” o “el hogar del trabajo” para ser “capturado por la “conciencia” (un concepto de la Ilustración) y hecho para sobrevivir sólo en la prometida organización de un partido de vanguardia.” En contra de este punto de vista, Nagasaki afirma que “el surgimiento del proletariado sólo se experimenta en la irrupción de prácticas que destruyen las formas de existencia determinadas por el mundo moderno, a saber, el trabajo donde impregna el trabajo social”. Es decir, la primera línea de la rebelión contra la modernidad no se encuentra en la restitución del trabajo a través de la batalla entre el trabajo asalariado y el capital, sino en la extinción del propio trabajo. Para Nagasaki, fue la emergencia de este proletariado la que tuvo lugar entre 1960 y 1968 o en el largo 68.
En definitiva, para Kakumaru-ha, desmontar a Chūkaku-ha y Kaihō-ha era la condición sine qua non para sostener la autenticidad de su teoría de la revolución. Estos dos eran imperdonables porque, aunque habían partido de la misma teoría que apuntaba a la sublación del trabajo alienado, ambos fueron por el camino equivocado hacia la destrucción del trabajo. Además, para Kakumaru-ha, su decidido asalto a Chūkaku-ha también era necesario para superar el trauma de la separación original de Kakukyōdō en 1963, mientras que su asalto a Kaihō-ha era necesario para proteger su partido de la conciencia contra quienes lo amenazaban. En 1972, el líder de Kaihō-ha, Hajime Nakahara, había definido su partido simplemente como “un nexo de solidaridad para la universalidad de la clase.” Esta definición formaba un marcado contraste con la concepción que Kakumaru-ha tenía del partido. Sin embargo, la guerra sectaria contra Kakumaru-ha obligó a Kaihō-ha a mutar su forma original de enlace en células militarizadas que se multiplicaban en la destrucción mutua.
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En julio de 1970, el movimiento de la nueva izquierda japonesa se enfrentó a un desafío sin precedentes por una intervención externa. El Comité de Lucha de la Juventud China de Ultramar (Kaseitō), que había sido organizado por los chinos residentes para oponerse a la nueva ley de inmigración del gobierno japonés, criticó la forma en que la nueva izquierda japonesa menospreció a Kaseitō en sus discursos en la reunión conjunta por preparar un mitin para perturbar la constitución de la nueva ley. Señalando que la nueva izquierda japonesa sostenía un remanente del imperialismo japonés, Kaseitō declaró una ruptura total con ellos.
Chūkaku-ha se lo tomó en serio e hizo de la autocrítica de su postura anterior frente a los oprimidos una tarea central de su nueva línea política. Después de 1972, llegaron a centrar su lucha en torno al apoyo a un habitante de buraku que fue acusado falsamente de asesinar a un estudiante de secundaria en el Incidente de Sayama. Incluso en la posguerra, la sociedad japonesa había practicado una discriminación sistemática contra determinadas comunidades (buraku) y sus habitantes (burakumin), una discriminación que se había convertido en costumbre en diversas partes del Japón premoderno. Mientras que el PCJ consideraba que la discriminación se desvanecería con el desarrollo del capitalismo, la Liga de Liberación Buraku (Buraku Kaihō Dōmei), con la que Chūkaku-ha colaboró en la década de 1970, sostenía que el propio capitalismo reforzaba la discriminación. Para ellos, la abolición del capitalismo constituía una condición previa necesaria para la abolición de la discriminación buraku. A partir de entonces, la principal tarea no solo de Chūkaku-ha, sino también de otras nuevas sectas de izquierda, pasó de la oposición política a la lucha social. Huelga decir que esta nueva tendencia era una extensión del ímpetu de fragmentación. Pero sus compromisos en esta lucha fueron paralelos a la guerra uchigeba.
Conclusión
Kasane Kiriyama, un autor que escribió varias novelas en un estilo de fantasía pero basadas en su propio recuerdo de la lucha, describió la fase terminal del uchigeba de la siguiente manera:
En cuanto vieron a nuestro movimiento en declive, con muchos heridos y encarcelados, los mortifagos de la revolución descendieron sobre nosotros, con el fin de borrar nuestro movimiento de todos los territorios. […] La batalla contra los mortifagos era urgente. […] Así que nuestra secta trató de cumplir con nuestra responsabilidad como movimiento revolucionario enterrando la mitad de nuestros cuerpos bajo tierra.[20]
Aquí “los mortificadores de la revolución” se referían a Kakumaru-ha, y “nuestra secta” a Kaihō-ha. Esta narrativa revela cómo, durante esta fase, “[su] propia secta se vio afectada por la corrosión” mientras difundía “una atmósfera teológica.” Este texto ofrece una descripción remordida de cómo las sectas revolucionarias se sumergieron en uchigeba al difundir una fe en la que la tarea sagrada debe ser cumplida por uno y solo un partido revolucionario, contra viento y marea.

Manifestación cerca del aeropuerto de Tokio, 12 de noviembre de 1967 (Imagen: Mitsunori Chigita)
Tanto para Chūkaku-ha como para Kaihō-ha, la fase terminal del uchigeba se desarrolló en paralelo con una reorientación de la agenda política hacia las luchas contra la discriminación. Pero había una diferencia: para Chūkaku-ha, el paralelismo incluía una polarización entre la lucha social y la lucha política, mientras que con Kaihō-ha se procedió hacia una imposible centralización del partido. Como hemos visto, esta centralización creó múltiples fisuras dentro de Kaihō-ha. Al ser una organización no leninista, no pudieron crear facciones formalizadas como el BUND. Su situación les llevó en la dirección opuesta: mientras que el faccionalismo se convirtió en tabú, las fisuras internas generaron una centralización violenta, con las diversas células luchando entre sí para reivindicar el verdadero partido.
Hasta 2004, la suma total de muertos por todos los uchigeba era de cien; la de heridos graves, de más de cinco mil.
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Hemos interpretado dos acontecimientos trágicos -el Asunto del Ejército Rojo Unido y uchigeba- como encarnaciones distintas de una tensión máxima entre dos dinámicas: la centralización y la fragmentación. La disensión entre ambas afectó recursivamente a las organizaciones sectarias, materializándose en desavenencias internas seguidas de luchas intestinas. Tales experiencias deberían hacernos cuestionar la relación entre el partido revolucionario y las masas (y la insurrección). Tras la decisión de la URA de identificar sus fuerzas armadas con su partido, las masas pasaron a ser vistas como poco más que fuentes de reclutamiento, o como una base en la selva en la que esconderse. Para Kakumaru-ha, cuyo partido estaba encargado de materializar la conciencia proletaria, la insurrección de masas como tal estaba descartada. Por el contrario, Chūkaku-ha pretendía organizar a las masas rebeldes para que fueran sus fuerzas insurgentes. Por su parte, los Kaihō-ha concebían su partido como la unión del proletariado, es decir, de las propias masas.
Reflexionando sobre la experiencia de 1968 en su ya mencionado Cuadro y Técnica, Nagasaki propuso reconsiderar la problemática de la organización revolucionaria volviendo al evento de la insurrección del que había surgido en primer lugar la necesidad de un partido, es decir, volviendo a los numerosos organizadores que iniciaron y promulgaron el evento insurreccional. Desde este planteamiento inicial, propuso entonces que asumiéramos la existencia de dos formas de partido: “el partido para-sí” y “el partido del pueblo”. El primero podría verse como un partido larvario, por así decirlo, que surge entre numerosos organizadores incluso allí donde aún no existe un esfuerzo consciente por crear un partido. Esta forma precursora podría encontrarse entre las asociaciones libres nacidas directamente de la rebelión, como Zenkyōtō u otros comités orientados a la acción. La segunda se refiere al partido propiamente dicho que surge cuando el primero intenta afirmar su hegemonía. Este intento, sin embargo, requiere un proceso político de intervención externa que introduzca ideas revolucionarias o plataformas institucionalizadas en las masas insurrectas. Tales intervenciones están destinadas a chocar frontalmente con el ímpetu insurreccional, que destruye todos los marcos institucionales. Fue esta aporía la que, en el caso de la rebelión japonesa, condujo a las masacres intestinas que sufrieron los partidos de las nuevas sectas de izquierda.[21] Como observa Nagasaki en su libro más reciente, Liberando la insurrección (2021), el 68 japonés consistió tanto en un partido larvario que vivió y murió con el ímpetu insurreccional, como en un partido real que no pudo sobrevivir a él sin la tragedia. Sin embargo, como subraya, el proceso político real de la rebelión fue testigo de su fusión en los momentos álgidos de 1968.[22]
En su esencia, el ímpetu insurreccional promulga la destotalización o fragmentación de los órdenes sociopolíticos existentes. Si ha de convertirse en una apertura revolucionaria, ¿cuál es la naturaleza del partido que podría interactuar con la destotalización o fragmentación y cumplir con la necesidad de la revolución? Por el momento no podemos responder a esta pregunta. Pero el Asunto del Ejército Rojo Unido y uchigeba al menos ponen de relieve, aunque de forma extremadamente negativa, la aporía central a la que se enfrentó la insurrección para avanzar hacia una revolución.
[1] Nota de traducción al español: Aquí se utiliza en inglés la palabra internecine, que se refiere a un conflicto o lucha dentro de un grupo, que es mutuamente destructivo. Considérese que en reiteradas ocasiones a lo largo del texto, cuando se habla de conflicto interno, es en tanto internecine.
[2] Continued: White Paper on Zenkyōtō (Zoku Zenkyōtō Hakusho),Producido por la Editorial Committee for Zenkyōtō White Paper, Jōkyō Shuppan, 2018.
[3] Uchigeba es una palabra compuesta japonesa formada por uchi (inter o interior en japonés) y geba (jerga japonesa derivada de la palabra alemana Gewalt).
[4] Sobre el “largo 68”, véase Sabu Kohso, » La vida de la militancia: El largo 68 japonés», Colapso y Desvío, 2024. En línea aquí.
[5] Masaaki Hiraoka, The Beginning of a Man [Hitonohatsu], Sairyusha, 2012.
[6] Masaaki Hiraoka, Big Revolution [Dai Kakumei Ron], Kawade Shobō Shinsha, 2002
[7] Geba-bō es otro ejemplo de palabra compuesta: geba es lo mismo que geba de uchigeba y bō es literalmente “palo” en japonés.
[8] Masaaki Hiraoka, Armed Sensuality [Kannō Busō Rom], Sairyusha, 1989.
[9] Para ser precisos, Kuroda comprendió la ontología de Nishida a través de la filosofía de Akihide Kakehashi, que intenta conceptualizar la historia universal como una síntesis de las historias del cosmos, la vida orgánica y la sociedad —es decir, como una autorrealización dialéctica de lo material— mediante una fusión de la filosofía de Nishida y el materialismo marxiano.
[10] Karl Marx, “Introduction (1844),” en Critique of Hegel’s Philosophy of Right, traducido por Annet Jolin yJoseph O’Mailey, Cambridge University Press, 1970. Online aquí.
[11] Kan’ichi Kuroda, Hegel and Marx, Gendai Shichō Sha, 1968.
[12] El 31 de marzo de 1970, nueve miembros de la RAF secuestraron un vuelo nacional de JAL, tomaron a los pasajeros como rehenes y exigieron que el avión viajara a Corea del Norte. Su intención era exiliarse al país como parte de su proyecto de crear bases para la revolución mundial. Aunque su exilio fue aceptado por el gobierno norcoreano, no pudieron cumplir su objetivo original de convertir el país en una entre otras bases. En su lugar, los miembros fueron detenidos y “reeducados” en Corea del Norte.
[13] Nota de la traducción al español: RLF: Red Liberation Front / Frente de Liberación Rojo.
[14] Se realizaron innumerables informes, novelas y películas sobre el tema. Aunque la mayoría incluían aspectos escandalosos o ficticios, la película de Kōji Wakamatsu –Ejército Rojo Unido (2007)- supuestamente sigue fielmente el desarrollo del asunto, por simpatía del director hacia la izquierda revolucionaria de la época.
[15] Michel Foucault, Power/Knowledge – Selected Interviews and Other Writings 1972-1977, traducido por Colin Gordon, Leo Marshall, John Mepham, y Kate Soper, Pantheon Books, 1972.
[16] Del órgano de Chūkaku-ha Advancement [Zenshin], Issue 655, 1973.
[17] Entre los intelectuales se encontraban los novelistas Yutaka Haniya y Mitsuharu Inoue, así como el historiador Daikichi Irokawa.
[18] Hiroshi Nagasaki, On Insurrection [Hanran Ron], Gōdō Shuppan, 1969.
[19] Hiroshi Nagasaki, Cadre and Technique [Kessha to Gijyutsu], Jōkyō Shuppan, 1971.
[20] Kasane Kiriyama, A Chronicle of Wind [Kaze no Kuronikuru], Kawade Shobō Shinsha, 1985.
[21] Nagasaki, Cadre and Technique.
[22] Hiroshi Nagasaki, Liberating Insurrection [Hanran o Kaihosuru], Getsuyo sha, 2021.