¿Inconsciencia, perversión, o parte activa de un problema mayor? Invasiones a bosque Panul – Amapola Fuentes

Tengo una inquietud. De estas que, como máquina deseante y que se dispersa en malestares ahí donde siente una fisura, me llevan a la incomodidad, y a un sentir visceral que necesito politizar, y es que nace, precisamente, de algo político, y de una disputa, aunque no lo parezca.

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Hay un llamado a realizar una cicletada masiva desde una agrupación llamada “Quijano race”, de la mano con “Team brother bikes” (pueden encontrar la convocatoria en sus cuentas de instagram). Esta convocatoria, con intenciones de masividad, tiene por finalidad realizar un mega evento, y han logrado convocar a una gran cantidad de gente. Este megaevento tiene por fecha este primero de junio, y su gran objetivo es llegar, desde el metro Rojas Magallanes hasta, nada más y nada menos, que el Bosque Panul, y subirlo – último bosque nativo urbano de la Región Metropolitana, ubicado en La Florida, entre Las Vizcachas y la Quebrada de Macul. Es reciente el haberme enterado de esto, y me parece algo sumamente problemático, por varios motivos. Voy a partir por experiencias personales, para luego comenzar con, lo que quiero llamar “escenario ecosistémico”.

Quienes vivimos en esta comuna tenemos muchas historias de lo que ha significado el participar, desde distintos ritmos, espacios, individualidades y prácticas, por la defensa del bosque Panul. Personalmente, no he tenido tantas por contextos de salud física, pero aún así, he sido testigo de cómo grupos de ciclistas y motociclistas tiran abajo cercos del bosque, que luego reparamos, para que sean rotos nuevamente y así, en un ciclo interminable donde el cerco, que por lo general asociamos con la propiedad privada, se convierte en un lugar de cuidado de un entorno natural, que es tirado abajo con impensada facilidad. Hemos tenido conversaciones con algunos de quienes tiran los cercos, pasan por ellos, o andan en bicicleta por el cerro, que se toman el diálogo de buena manera, otros de no tan buena manera. Es angustioso, porque el bosque, bajo la lógica de que es un “parque” y al estar tan cerca de la ciudad, se ha convertido en un lugar donde se realizan fiestas, fogatas que terminan en incendios, e incluso se ha instalado un cementerio de perros. Y, por qué no recordar también, a la gente que saca a pasear a sus perros por el lugar, y los suelta. Inicialmente, se ha intentado explicar de manera pedagógica por qué estas prácticas no debieran realizarse en un ecosistema natural, pero los resultados han sido invisibles, sobre todo porque, quienes visitan el lugar, lo hacen sin la consideración, y sin el interés por comprender, desde la pedagogía ecológica y la ecoalfabetización, de qué maneras se puede y no se puede interactuar con este lugar.

A lo largo de las décadas han existido grupos e individualidades tan diversos que se han preocupado de reforestar el bosque, de generar jornadas de concientización, de riego, de incluir a vecinos y vecinas, de abrir instancias activas de participación para poder remediar en algo el daño que, como humanidad, hemos ejercido en contra de este espacio. Eventos como el Quijano race son todo lo contrario a esto, y no son más que una muestra de que todos estos intentos siguen en ello, en el intento. Y que todo diálogo parece ser en vano cuando se impone el goce individual y la necesidad de ejercer el control humano por sobre aquello otro – en este caso, la naturaleza.

Aquí, sinceramente, se entrecruzan muchísimos problemas que urge unificar. Primero, tenemos que tener en cuenta que el “Fundo” Panul no pertenece al estado, sino a una entidad privada que lo compró durante la dictadura. Como si fuera tragicomedia, los dueños del Panul también poseen una inmobiliaria, GES Terra, que lleva décadas intentando construir en el bosque. Constantemente presentan proyectos que, de momento y para suerte nuestra y de la flora y fauna esclerófila del lugar, han sido rechazados ante concejos municipales. Sin embargo, aún hay proyectos de urbanización en torno al Panul, ya que se realizaron cuestionables estudios de suelo, que “demostraron” que hay áreas donde sí se podría construir, y áreas en las que no. Como si fuese una gran idea plantar un edificio en medio de un bosque, casi tan buena como construir edificios en unas dunas. Chile, país de genios inmobiliarios. En fin, sigamos. Otra parte de la entrada del bosque pertenece, sospechosamente, a Aguas Andinas, que hace no mucho tiempo comenzó excavaciones para instalar un pozo. ¿Para qué? Nadie lo sabe. Podemos especular, pero aún no hay mucha información al respecto.

A esta constante amenaza de la devastación de la hiperurbanización que se ha desencadenado de manera monstruosa en la comuna de La Florida, se le suma el uso inconsciente que le da la gente al bosque. Porque no, no es un PARQUE, es un BOSQUE. Es el hogar de flora y fauna única en la región metropolitana, y que gracias a la intervención de, sobre todo, vehículos por distintas áreas, han ido desapareciendo, yéndose cada vez más adentro de la cordillera, resultado de la invasión agresiva y corrosiva de lo que solía ser su hogar. Estamos desplazando a especies animales, y estamos destrozando flora nativa que, incluso, está protegida por la CONAF por su nivel de amenaza de extinción.

Todas estas organizaciones e individualidades que han operado durante los años en este espacio (Levantemos Panul, Chasqui Outdoor, Tacitas por el Panul, Asamblea Abierta Panul, y podría seguir y seguir en la lista) se han enfocado en intentar instalar lógicas de ecoalfabetización disponiendo de tiempo y energía para planificar charlas, talleres, carteles, publicaciones…  para enseñar a la gente cómo corresponde habitar en un bosque, desde una perspectiva de ecosistema. Aquí nos posicionamos al elegir el concepto de ecosistema, ya que reconocemos la diferencia entre medio ambiente y ecosistema. Esto, debido a que medio ambiente se suele asociar con el entorno físico, material, biológico y tangible en el que se desenvuelven e interactúan los seres vivos, mientras que ecosistema se entiende como un sistema situado y creado por una comunidad de formas de vida que coexisten en un espacio determinado, con sus interacciones, de manera simbiótica (conectada y desde la colaboración). El ecosistema se refiere, entonces, a una unidad, mientras que el medio ambiente tiene una perspectiva de un afuera – un entorno, o, como dice, un medio, y no un fin.[1] Y, como la idea es generar un acercamiento no invasivo al bosque, se pretende retomar la noción de que la especie humana también es parte de un ecosistema, o que puede, al menos de manera temporal, formar una unidad, en este caso, mediante prácticas de reconocimiento del entorno natural, y de construcción de biomateriales de manera no invasiva. De la misma manera, el medio ambientalismo se enfoca principalmente en la conservación y protección (aspectos sumamente necesarios en un contexto de crisis planetaria), mientras que el ecologismo se vuelca a una modificación en la totalidad de nuestro estilo de vida hacia otras lógicas que buscan romper con la noción de que la especie humana no sólo se encuentra separada de la naturaleza, sino que está sobre ella – un imaginario muy propio del régimen antropocéntrico imperante e, incluso más lejos, de la tipificación Antropoceno; una tipificación que se popularizó en el año 2002 de la mano de Paul Crutzen en el artículo “Geology of Humankind”.

Durante los últimos tres siglos, los efectos de los seres humanos en el medioambiente mundial se han intensificado. Debido a estas emisiones antropogénicas de dióxido de carbono, el clima global puede desviarse significativamente del comportamiento natural durante muchos milenios porvenir. Parece apropiado asignar el término ‘Antropoceno’ a la época geológica presente, en muchos sentidos dominada por los humanos, que complementa al Holoceno, el período cálido de los últimos 10 a 12 milenios[2]

En este artículo, Cutzer profundizó en la idea de que la era geológica del Holoceno había llegado a su fin alrededor de 1950, cuando el ser humano se convirtió en uno de los principales agentes de alteraciones geofísicas (con, por ejemplo, la liberación a la atmósfera de plutonio 239 luego de las explosiones nucleares de Hiroshima y Nagasaki). Si bien esta era geológica fue desestimada recientemente en la Subcomisión Internacional de Estratigrafía del Cuaternario, seguiremos haciendo uso de ella para designar un estado de alerta tanto para el presente como para el futuro, y nos servirá de marco referencial para algo aún más importante.

Ramón Fernández Duran, en su texto El Antropoceno: La expansión del capitalismo global choca con la biosfera, dejaría un capítulo llamado “El capitalismo global se convierte en el principal agente geomorfológico”. Con esto, dijo “si… los humanos somos responsables… pero, ¿todos los humanos por igual? ¿O algunos más que otros?”. Desde ahí, Jason Moore acuñaría, en su texto El capitalismo en la trama de la vida, el concepto de Capitaloceno, para referirse a que es el modelo económico (y de relaciones sociales) capitalista el que está causando estragos en el ecosistema en su totalidad, al reducir el planeta a una serie de recursos, con su propio valor monetario. Necesitábamos mencionar el título del texto de Moore para sostener que nuestro enfoque es ecologista más que medio ambientalista justamente por eso: a largo plazo, debemos sacar el capitalismo de la trama de la vida, y volver a incluirnos en esta misma trama, como especie humana. Y esta mediación busca lo mismo. Tener lógicas de conservación y protección, pero, igualmente, cambiar el foco en el lugar que ocupamos como especie a nivel ecosistémico.

El bosque Panul, para, en parte, repetir la información, y en parte, dar información nueva, teniendo ya este pequeño marco referencial ,está compuesto en un 80% por el Fundo Panul, que durante el siglo XX fue de propiedad estatal, pero nunca fue declarado santuario de la naturaleza ni patrimonio natural. Por el contrario, era usado por el Minsal para desarrollar vacunas veterinarias. Durante la dictadura, el fundo fue rematado por 1 millón de pesos. En los últimos años GES Terra, empresa inmobiliaria, ha presentado diversos proyectos de construcción de viviendas, generando tensiones entre quienes queremos mantener la – poca – integridad que mantiene el bosque, sobre todo porque se encuentra en una comuna en que su ex-alcalde (el famoso, de mala manera, Rodolfo Carter) es conocido por tener negocios con inmobiliarias para beneficio personal, llegando incluso a vender casas patrimoniales como la propia ex municipalidad de La Florida. Parte de la poca integridad que mantiene el bosque es por esto, y por los incendios que han ocurrido precisamente en los cuadrantes en que GES Terra pretende construir. Por otra parte, es porque empresas desconocidas van regularmente con retroexcavadoras a robar tierra, y en parte porque la gente, en un desconocimiento de cómo relacionarse con un entorno plagado de flora y fauna endémica, lo habita de maneras irresponsables: fiestas a altas horas de la noche, construcción ilegal de cementerios para perros que luego zorros y aves comen, alterando su cadena alimenticia, – pd: ¿tan poco quieres a tu perro que lo vas a enterrar a un bosque? -,  más de 100 pasadizos irregulares para motocicletas, automóviles dentro del bosque, campings con hogueras mal apagadas, microbasurales (definidos como “acumulación no autorizada de residuos sólidos de menor escala, que se encuentran presentes principalmente en áreas urbanas y rurales”[3])… Incluso en ocasiones ha llegado la PDI a hacer entrenamientos, estacionando sus vehículos dentro del territorio.

Este espacio, al estar tan cerca de la urbe, en resumen, es regularmente visitado, lo cual ha repercutido en distintas alteraciones a su flora, fauna, y composición geofísica por alteraciones antropogénicas (que refiere a todo aquello que proviene o resulta de actividades realizadas por la mano humana). Si bien es un fundo privado, se encuentra abierto, por lo que es imposible resguardar el espacio, además que imponer políticas prohibitivas tampoco es la solución. La solución es poder construir espacios de acercamiento responsable que vayan generando mayor consciencia de qué cosas se pueden y no hacer en un bosque nativo, de manera que nos vayamos educando aún más respecto de cómo cuidar un espacio en el que viven otras especies, y cómo habitarlo nosotrxs, pensando también en desprendernos de las lógicas de individualismo.

¿Pero, qué se puede hacer cuando los intentos por concientizar se encuentran en choque con actividades como la que pretende realizarse este 1 de junio? Los más de 100 pasadizos entre cerros han erosionado el suelo de una manera tan marcada, que se han generado cárcavas de gran extensión y profundidad. Si eso no es una demostración de que el ciclismo desmedido en el bosque es dañino, sólo basta con hacer la comparativa entre la cantidad de fauna local que se veía en el sector hace 20 años, versus hoy.

Hace unos años hubo organizaciones que a través de estudios de suelo, reconocimiento de flora y fauna, y georeferencia, armaron algo similar a “rutas legales” demarcadas por las cuales vehículos de 2 ruedas podían transitar, pero nada de eso se respeta, y se puede comprobar al entrar al Panul y ver cómo está la tierra.

Esta inquietud visceral no nace desde un rechazo absoluto al deporte. Nace desde ese cierre total al diálogo por parte de grupos que buscan imponer su necesidad de llevar sus prácticas humanas a hogares ajenos, apropiándoselos, alterándolos y generando un daño que, podría hasta llegar a ser irreversible. 300 bicicletas en un bosque, ¿crees que el tierral que levantarán, y la contaminación acústica, además de la invasión de sus aparatos, van a ser inocentes? La inquietud nace también desde una preocupación sincera por el desinterés que produce el intentar generar estas instancias de ecoalfabetización que nos permitan, como especie humana, comprender que es urgente habitar el mundo desde otras lógicas, no antropocéntricas; todo lo contrario a lo que sucede con actividades como esta gran cicletada que, al parecer, es imparable, y que será aún más abrasiva para la tierra del bosque, estando en plenas lluvias y procesos de reforestación. Ante la interpelación sobre la invasión al ecosistema de flora y fauna endémica, y la pregunta de “¿son estúpidos” la respuesta ha sido “si, somos estúpidos”. No creo que lo sean, pero creo que en elegir la inconsciencia y en elegir desarrollar una práctica aún sabiendo los riesgos que conlleva para otras formas de vida conlleva cierta banalidad inconsciente y perversa por ejercer el lugar prometeico de humano como centro, que ha devastado y, al parecer, seguir devastando, en este caso, al último bosque esclerófilo de la RM, que tanto nos hemos empeñado por preservar, y que, al parecer, tendremos que seguir cercando, no porque lo creamos nuestro, sino porque la humanidad sigue siendo incapaz de comprender el lugar que es un bosque, y sigue queriendo llevar la ciudad a él.


[1] Nociones conceptuales que se pueden encontrar de manera resumida en https://www.ladiferencia.net/medio-ambiente-vs-ecosistema/

[2] Cutzen, P. (n.d). Geología de la humanidad. Scribd. https://es.scribd.com/document/600324205/Crutzen-P-2002-Geologia-de-la-humanidad

[3]  Definición extraída desde https://www.bcn.cl/delibera/show_iniciativa?id_colegio=3775&idnac=2&patro=0&nro_torneo=2023#:~:text=b)%20Microbasural%3A%20Acumulaci%C3%B3n%20no%20autorizada,en%20%C3%A1reas%20urbanas%20y%20rurales.

Autor: colapsoydesvio

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