La genealogía de la ética: Frantz Fanon y la violencia[1]
Por: Nicolás González Rodríguez
1.
El 25 de marzo del 2022 una manifestación de estudiantes secundarios fue atacada a la altura del barrio Meiggs en la comuna de Estación Central en Santiago de Chile, quedando un estudiante en estado de gravedad. El mismo año, pero ahora durante el día internacional de los trabajadores en el mismo sector, la marcha convocada por la Central Clasista de Trabajadores fue igualmente atacada, pero con un mayor calibre cuya principal afectada Francisca Sandoval[2] muere el jueves 12 de mayo, después de haber recibido un disparo durante dicha marcha. Mucho se dijo en las horas siguientes al respecto: de que al parecer habrían sido los pacos o no, que si eran infiltrados en la marcha o no, o que si eran vendedores ambulantes los mismos que habían atacado en marzo a los secundarios o no, que si la mafia que controla el comercio ambulante o no, que si era el narco que emplea a inmigrantes irregulares para el comercio ambulante o no, etc. Lo cierto es que a pesar de lo mucho que pudimos haber dicho, nos quedamos mudos, incapaces de pronunciar una palabra. Paralizados por el miedo, arrebatados de la posibilidad de actuar, atemorizados ante el horror de ver caer de espaldas a Francisca a tan sólo metros. No pudimos hacer nada. Inermes y sometidos, impotentes y dominados. Esta pedagogía de la finitud[3] que significa arrebatar la vida de alguien para así someter a quienes le sobreviven, es central para distinguir la matriz actual de la criminalización de la protesta.