En la comunicación colocolina hay formas que nos forzamos a usar para comunicarnos interna y externamente. A ratos, intentamos no cuestionarnos ni darnos tantas vueltas con las cosas e ir pa’ delante y con seguridad, de la misma forma que nuestro club lo hace en las lides deportivas. Pero luego de los hechos ocurridos en los últimos años, se hace necesario revisar que estamos haciendo como hinchas, socixs y autoridades de nuestros símbolos colocolinos.
Los asesinatos del Neco el 2020 arrollado por los pacos (en pleno estallido social); el Pantrxca, asesinado de la misma forma; el hincha que fue atacado el año pasado por una turba afuera del estadio en un amistoso ante Universitario de Lima (irónico que haya sido en un amistoso); ahora Martina y Mylan en el partido por Copa Libertadores, también arrollados por efectivos policiales.
Todos han servido para apuntar con el dedo a lo loco, levantar banderas, discursos tóxicos y vacíos, no encontrar soluciones y profundizar aún más las diferencias, sacando lo peor de nosotrxs como seres humanxs.
Jamás seré moralista ni quiero serlo, la idea de este texto es contextualizar lo que estamos viendo. Chile no es ni será un país futbolizado, el fútbol es un nicho donde hay más simpatizantes que hinchas y por eso es nicho. No podemos compararnos con el lado atlántico porque no estamos ni cerca de mover las masas que mueven con un partido allá. Por eso cuando se habla de fútbol muchas veces hay que explicar más de lo externo que del deporte en sí, porque hay que salir a explicar cómo puede pasar que mueran hinchas que solo iban a ver a su club y por qué el fútbol se aisló tanto de la sociedad chilena.
Casi todas las muertes que mencioné fueron cometidas por la policía fascista que sigue usando la misma lógica que se impuso hace más de 30 años, cuando en la dictadura disfrazada de democracia se dio inicio a la ley contra la violencia en los estadios. Legislación que desde la época de Frei Ruiz-Tagle a la fecha, solo ha movido más provocación a la violencia con un Estado que considera a las barras como incubadoras de delincuentes y al resto de la gente que va al estadio como ganado o potenciales criminales. Todo esto para luego querer enseñar cómo programar el futbol, a qué hora y en que momentos, de forma arbitraria y sin conciencia del impacto en el entorno y los tiempos de recreación que podamos tener lxs hinchas para asistir. Por ejemplo, partidos programados en domingo a las 12:00 horas o lunes a las 15:00 horas.
De la mano con la reacción estatal, se encuentra la prensa burguesa. El cuarto poder que siempre ha estado de la mano con la clase política debido a que son del mismo entorno y se blindan ante estas situaciones reproduciendo el mismo discurso en bloque. Aún en tiempos donde no controlan en su total la opinión pública, se las arreglan para seguir influyendo con las líneas editoriales que los dueños de estos medios instalan. Minimizan todo análisis y lo reducen a lo
que define el Estado, como que «los delincuentes secuestraron el fútbol». La información queda comprimida bajo un relato en formato buenos contra malos, cuando el fondo de este tema sobrepasa totalmente aquel discurso.
Luego están los dirigentes, que se creen divinidades de la edad antigua bajadas del Olimpo esperando a que les sirvan uvas en la boca. Miden sus movidas como un juego de ajedrez y se dan el lujo de aislarse, aislar este deporte o hacer golpes comunicacionales encerrados en un salón como consejo de presidentes, usando el revanchismo como herramienta (por diferencias políticas hoy, ya que son de derecha). Llevan décadas haciendo la vista gorda y no les interesa si mueren hinchas o se suspenden partidos, solo ejercen su voluntad aprovechando las
facilidades legales de ser organismos privados, teniendo el vacío legal que internacionalmente provee la FIFA y bajo una ley de sociedades anónimas deportivas (desde 2005) que los ampara localmente en cómo operar para la compra y administración de los clubes.
Las consecuencias de todo esto están a la luz: administraciones que se ahorran dinero, alzas constantes en las entradas, no tener estadios en buenas condiciones para recibir gente (los cuatro clubes que tienen estadio propio), todas las semanas sufrir por baños sanitariamente clausurables, accesos anticuados y/o estrechos, canchas que no se sabe si están aptas para el
juego… Y aun así, después te venden un pan a cino lucas. Tienen esa mentalidad del empresario mundano quiero ganancia pero invierto poco. Es más, financian y/o promocionan algunas orgánicas barristicas como tuvimos la desgracia de vivir en Colo Colo cuando Blanco y Negro S.A., en el periodo de Gabriel Ruiz-Tagle, le dio cancha, tiro y lado a la escoria de Francisco Muñoz (Pancho Malo).
El otro vértice de este triángulo que intento armar es nuestra Garra Blanca. Barra que siempre ha estado en la mira por lo explicado anteriormente pero que también tiene sus fallas y errores. No es necesario profundizar ahora en el contexto de marginación, violencia y maltrato cotidianos por venir de pobla, contexto en el que surge la barra y el que provocó entre sus miembros un nihilismo social activo. Ya sabemos eso, se ha dicho varias veces y hasta el estallido social lo ejemplificó gráficamente en varias situaciones. Lo que sí quiero resaltar es que la barra falla a veces. En principio, se supone que no tiene que rendir cuentas a nadie, pero usan nuestro emblema y nuestros colores (pues lo deben hacer, son quienes nos representan en la galería). Lo que parece que se olvida es que la barra es una organización, no legalizada pero es una organización y como tal, entrega algo a la sociedad, aporta con algo, mueve esfuerzos individuales y grupales y se muestra públicamente como agrupación.
Como todxs en el mundo digital, las barras viven en ese mundo igual, sus convocatorias se difunden por ahí y la avalancha fatal fue convocada en comentarios de una publicación en TikTok… ¿Y nadie sabía? ¿Nadie estaba al tanto? ¿O es que los hinchas normalizamos la avalancha como un último recurso cuando la misma concesionaria nos cierra las puertas porque no cumplimos con sus exigencias ridículas como pagar una entrada de $15.000 o $50.000 pesos? Aquí reaparece la idea con la que empecé este texto, eso de no cuestionarse las cosas y “resolver”. Pero hay vidas que se mandan al choque. Varios menores se han expuesto y se expusieron el pasado partido. La prensa, por su parte, oportunista y tibia como siempre ha sido, cuando le corre algo de sangre, aprovecha y los criminaliza públicamente. Las autoridades proponen cortar la mano, tirandoles el derecho de admisión, con lo que no podrían volver al estadio por quizás cuantos años. Al estadio, su forma de organización.
Ahí es donde la barra comete un error. Me duele decirlo porque quienes hemos sido hinchas tenemos un amigo, amiga, cercanos o familiares que han sido o siguen siendo barristas. Pero tenemos que ser autocríticos, debe haber cierto orden para hacer las cosas y saber hasta dónde podemos ser confrontacionales sin pisarnos la cola. Esto último ya da para una conversación más larga y fusionándolo con lo que vivimos en la sociedad actual.
Para finalizar, antes de perder el hilo, concluir que podríamos empezar a ver por qué hay tanto aislamiento de los clubes de la sociedad chilena ¿A qué le temen? ¿Qué esconden? También, se dieron cuenta que hay patrones que vemos en otros ataques del Estado a organizaciones sociales, en los asesinatos a barristas. Puede que las barras a veces actúen desde el desorden y no sean coherentes, así como también hay una fuerte instalación del narcotráfico que no se puede negar, debemos recordar el componente popular de donde surgen, no olvidar eso y potenciar estas manifestaciones conscientes políticamente, fortaleciendo su organización.
Si hacemos las cosas como el resto de la sociedad, tendremos los mismos resultados que el resto de la sociedad. Por lo tanto, ofrezco un mensaje que barsamente le quiero dar al pueblo colocolino, mensaje con el que me interpelo yo mismo también: paremos de tratarnos mal y asumamos que hemos sido presos de nuestras costumbres. Aprovechemos estos 100 años para hablarnos y decirnos qué queremos para los próximos 100, donde tenemos que reconstruir este Colo Colo nosotrxs mismos. Unirnos como pueblo colocolino es el único camino que nos demostrará quién es el enemigo, donde está, cómo hay que atacarlo y cual es la vía para sacarlo. Sí, la policía es un enemigo, pero en este caso me refiero a un enemigo más especifico y que nos ataca todos los días como club: el enemigo es Blanco y Negro S.A. y si no nos movemos, terminarán de apagar nuestra antorcha inmensa de gloria.
Entonces
FUERA B$N… ¿Pero cómo?
Qué es Colo Colo, qué es Chile -Diego Araya Cáceres
