Texto original en inglés disponible aquí
Traducción al español por Amapola Fuentes para Colapso y Desvío
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El futuro del fascismo y la totalización del capitalismo
Empecemos por lo banal: la violencia brutal de los grupos fascistas amenaza y mata a la gente, independientemente de lo aislados o aspirantes que sean estos grupos. Mientras esto sea así, el antifascismo militante es necesario para detenerlos. Esto hace que sea aún más trágico que la represión estatal en la RFA (Alemania) haya podido atacar y, en algunos casos, aplastar estructuras antifascistas prácticamente sin obstáculos en los últimos años. Más allá de la mera declaración de solidaridad, ha habido pocas reacciones, y desde luego ninguna referencia activista o estratégica al antifascismo militante. La movilización del Día X, que duró meses, para el anuncio de la sentencia en el juicio de Antifa Este se convirtió en un completo fiasco, algo que ni siquiera los enfrentamientos más pequeños de las noches de ese fin de semana pudieron, por desgracia, disimular. Incluso antes de que pudiera iniciarse una reflexión sobre su propia incapacidad para actuar, se logró una vez más el cambio sin esfuerzo de la militancia anunciada a la pose de víctima con motivo de la tetera policial.
El contraste entre la soledad de los antifascistas detenidos y sumergidos y las protestas masivas de “Somos más” no pudo ser mayor. Incluso si estas últimas se deben principalmente a un malestar liberal-burgués viral por el ascenso de la AfD[1], fue sorprendente cómo grupos que se consideran a sí mismos de izquierda radical y antifascistas pudieron integrarse en esta movilización sin esfuerzo y sin grandes discusiones. En última instancia, la amplísima alianza que surgió espontáneamente aquí, hasta el campo gubernamental, corresponde a la visión estratégica del movimiento antifascista realmente existente desde la autodisolución de los antiguos grupos Antifa hace una buena década. Como es bien sabido, esta estrategia no pudo impedir ni el ascenso de la AfD ni el giro racista a la derecha, que fue llevado a cabo por los partidos burgueses sin la participación de la AfD. Incluso en el punto álgido de las protestas contra la AfD a principios de 2024, el endurecimiento racista de la ley pudo ser impulsado sin que los izquierdistas gubernamentales o del movimiento unidos en solidaridad se sonrojaran. Así, el caballo de las movilizaciones de amplias alianzas sigue cabalgando sin inmutarse hasta la muerte.
Esto también se pudo ver en el bloqueo civil y semi-obediente de la conferencia del partido AfD en Essen (ciudad en el oeste de Alemania), donde las frases de movilización, hasta la redacción, correspondían a los esfuerzos de diez años contra las conferencias del partido AfD en Colonia y Hannover – como si Facebook hubiera recordado a alguien el aniversario de su post de selfie de demostración. En consecuencia, esto también se aplicó al evento de la protesta en sí. La alianza de protesta “Wiedersetzen[2]” se elogió a sí misma con las siguientes palabras: “Dijimos lo que haríamos e hicimos lo que dijimos”. El consenso de acción define de antemano el curso de las protestas, durante las cuales no debe ocurrir nada imprevisto. La necesidad de control de los gestores del movimiento sigue la misma lógica que el desarrollo del trabajo policial predictivo. Nada debería perturbar la puesta en escena del espectáculo, que siempre se vende como un éxito a posteriori, mediante un trabajo de relaciones públicas en el exterior y una invocación patética en el interior. El propio espectáculo, por otra parte, tampoco quiere perturbar nada, salvo un poco a la AfD. Pero desde luego no la normalidad racista, que también está representada en los mítines de Essen por figuras como el alcalde de la CDU y representantes empresariales, que ven en la AfD sobre todo un riesgo económico para la localidad.
Ninguna reforma del SECA con procedimientos de asilo en campamentos en las fronteras exteriores de la UE, ninguna “ley de mejora de la repatriación” que prive de derechos a las personas en favor del objetivo de deportaciones masivas sin problemas, ninguna tarjeta de pago que pretenda hacerles la vida más difícil hasta el autoabandono, cambiarán el hecho de que quienes deciden y aplican estas leyes volverán a ser muy bienvenidos en la próxima sentada de bloqueo contra la AfD. Esto significa que los que no quieren deportaciones seguirán saliendo a la calle con los que quieren más deportaciones para protestar contra los que exigen aún más. Por absurda que sea esta situación, seguirá estabilizándose porque estabiliza a todos los que participan en ella.
El bueno, el malo y el menos malo
La AfD puede seguir presentándose como el desvalido en una batalla cultural contra la todopoderosa alianza de la sociedad civil y un Gobierno que supuestamente se mueve hacia la izquierda. Esto le resulta tanto más fácil en la constelación del llamado “neoliberalismo progresista” que también puede observarse a escala internacional. Atender las demandas de reconocimiento cultural, adoptar los códigos lingüísticos de los movimientos de izquierda y feministas y hacer concesiones simbólicas son técnicas gubernamentales para presentarse como progresistas. Y al movimiento de izquierdas no se le ocurre otra cosa que hacerse el guardián de estas técnicas gubernamentales.
Sin embargo, esta constelación ha sufrido en los últimos años el endurecimiento de la política de asilo y migración y, con ella, la fachada de progresismo social, moralidad y democracia, componente central de la autoimagen de los Verdes. En ello desempeña un papel importante una sociedad civil progresista y activa como pilar de la hegemonía política y mediadora de la política gubernamental ante la población. La crisis en la sociedad civil está relacionada con el hecho de que los Verdes, que antes estaban aliados con ella, ahora llevan a cabo políticas contra las que antes protestaban. Al mismo tiempo, es tanto más urgente para el futuro proyecto de una modernización ecológica del capitalismo. Las movilizaciones contra la AfD están haciendo que el gobierno y la sociedad civil vuelvan a unirse sobre la base de lo que constituye el neoliberalismo progresista: un antirracismo simbólico vaciado de todo contenido, que oculta y, en última instancia, legitima las políticas racistas reales.
La sensación de volver a formar parte por fin de un movimiento dinámico tras años de estancamiento es demasiado tentadora como para que la parte de izquierda (radical) de la sociedad civil se resista. También les ahorra la amarga reflexión de que su estrategia ha fracasado con respecto a la AfD, pero cumple una función específica con respecto al giro burgués a la derecha. Un ejemplo de ello es una cita del portavoz de una alianza antifascista en los prolegómenos de una de las mayores manifestaciones contra la AfD: “Ya no deberíamos estar buscando quién cometió qué errores e hizo a la AfD tan fuerte”. Lo que importa ahora es que la sociedad defienda sus convicciones fundamentales y la democracia. Y respecto a la movilización contra la conferencia del partido AfD, un portavoz de IL (Izquierda Intervencionista; organización alemana de la llamada izquierda radical) explicó: “En Essen defendemos la sociedad de los muchos y sus logros feministas, antirracistas y por los derechos climáticos”. Cuanto más oscuros son los colores con los que se pinta el posible futuro de un gobierno de la AfD, más brillante aparece el presente de las condiciones existentes. El hecho de que la izquierda, con esta actuación, no sólo se disculpe por su propio fracaso, sino también por las políticas de los gobiernos burgueses, es el precio que está dispuesta a pagar por su capacidad para formar alianzas.
Never again
Tanto el interés por absolver la culpa como el deseo incondicional de una política de alianzas amplias están vinculados a una visión específica de la historia y del tiempo en la izquierda. La AfD aparece como una repetición histórica del NSDAP[3]. En todas partes se utilizan citas de Bertolt Brecht y Erich Kästner como advertencia contra el fascismo que se avecina. “Nunca más es ahora” es el lema central de movilización en muchos lugares. Según la tradición y la memoria, se dice que los presos liberados de los campos de concentración gritaron “Nunca más” en el acto conmemorativo celebrado en Buchenwald en abril de 1945, donde se escribió el “Juramento de Buchenwald”, que dice así: “Sólo detendremos la lucha cuando el último culpable comparezca ante los jueces de los pueblos/naciones. La destrucción del nazismo y de sus raíces es nuestro lema. La construcción de un nuevo mundo de paz y libertad es nuestro objetivo. Se lo debemos a nuestros camaradas asesinados y a sus familias». Es ante todo por los asesinados en el pasado por quienes hay que actuar, no por los amenazados en el futuro. Sólo la destrucción del nazismo con sus raíces (¡!) puede hacer justicia a los asesinados y, al mismo tiempo, romper la continuidad de la historia que produjo las causas del fascismo e hizo posible su repetición. La defensa de la democracia existente como mal menor frente al fascismo en ciernes de la AfD expresa una visión completamente diferente de la historia. La única posibilidad de un buen futuro reside en la posición permanente del presente burgués. “Nunca más es ahora” – para siempre. La perpetuación de una sociedad basada en la explotación global y el colonialismo, que constantemente produce nuevas guerras y campos, el sufrimiento de los que mueren de hambre, ahogados, privados de derechos y racializados en ella y a través de ella, parece ser un precio aceptable para evitar el futuro.
Los años treinta nos acechan
Este titular podría pertenecer a un artículo de actualidad o a una octavilla antifa, pero es el título de una conferencia pronunciada por el filósofo francés Gérard Granel en 1989. Granel consideraba que la “provocación” que contenía era tan obvia que no temía ser malinterpretado:
«Por supuesto, no estoy diciendo que los fenómenos históricos del fascismo, el nazismo y el estalinismo sólo hayan desaparecido aparentemente y que, de hecho, estén acechando tras la puerta principal del futuro, a la espera de regresar y arrastrarnos con ellos. No se trata de un “retorno de lo real” -una idea que, por cierto, siempre es inadecuada si queremos pensar la historia, y más aún si la dimensión histórica en cuestión es la del futuro. El futuro no tiene forma. Por eso, abordarlo nunca debe entenderse como un intento de predecir “lo que nos puede pasar”».[4]
A Granel le preocupa otra cosa, a saber, acercarse a la esencia de la modernidad a través de una comprensión de la posibilidad, según la cual possibilitas (posibilidad) es lo mismo que essentia (esencia). La existencia posee varias “formas posibles de ser”. Granel ve la esencia de la modernidad burguesa en la combinación de trabajo, riqueza e infinito en forma de producción ilimitada. Una vez establecido, el principio de la lógica del beneficio conduce a una disolución de las fronteras que subordina todos los ámbitos del mundo a su lógica. El dinero debe multiplicarse en más dinero a través de la mercancía; para lograrlo, debe abrir constantemente nuevos campos y mercantilizarlos. Granel habla de la “creciente colonización de todos los ámbitos del mundo interior por la “totalización del infinito” que impulsa nuestra historia (y todas nuestras historias)”.[5] Más allá de la esfera de la producción comercial, no puede haber, por tanto, ninguna realidad en la política, el arte, la educación o la religión que no tenga que obedecer a la lógica comercial.
“Pero como el carácter abstracto e infinito de esta lógica, que ahora opera en toda actividad humana como su “lado comercial”, no tiene nada que ver con las propiedades internas y las necesidades esenciales de las diversas esferas de acción que acabamos de enumerar, sucedería inevitablemente lo que Aristóteles ya había comprendido que sucedería si sólo se añadiera una gota de infinito a lo que es esencialmente finito: la desaparición de lo finito por una delimitación furiosa”.[6]
En la situación histórica de la República de Weimar, Granel ve una necesidad de totalidad especialmente clara derivada de dos movimientos. En primer lugar, el movimiento de la totalidad de la producción, la intensificación del gasto de fuerza de trabajo, la modernización fordista de recuperación, que, en comparación con Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, no encontró una regulación mediadora que hubiera permitido a la clase obrera “combatir y procesar simultáneamente una aceleración tan rápida de la producción infinita.”[7] En segundo lugar, la necesidad de mantenerlo todo bajo control ante la rápida disolución de las fronteras, y ello en el contexto de una construcción política de la República de Weimar, en la que los heterogéneos segmentos de la población se vieron presionados sin que los mantuviera unidos una alianza política históricamente crecida, un imaginario de funcionamiento, como Granel describe la totalidad política del Estado. Esta fue la razón “por la que la falta de unidad mucho antes de la crisis de 1929 dio lugar al deseo de uniformidad social y liderazgo político para elevar a Alemania al más alto nivel de producción y tecnología moderna y convertirla finalmente en una nación fuerte en la historia”.[8]
Granel subraya que “sólo algunas de las configuraciones que provocaron la primera explosión mundial en los años 30, junto con algunos de sus puntos débiles”[9] son transferibles al presente. Una diferencia decisiva puede residir en el hecho de que la fuerte caída de las tasas de ganancia en los años que rodearon la crisis económica mundial de 1929 incluía la posibilidad de sus contratendencias: la destrucción productiva causada por las crisis y la guerra, la integración del Sur Global en forma imperialista y descolonial en el mercado mundial, la proletarización de su población, la movilización de las mujeres en la producción a través de la igualdad burguesa, el aumento de la productividad a través de las innovaciones científicas y tecnológicas y a través de una intensificación de la explotación de la fuerza de trabajo.
Cuando la bonanza económica se agotó a sí misma, la incipiente crisis de beneficios de la década de 1970 fue superada por el neoliberalismo, a consecuencia de lo cual la importancia de la producción industrial disminuyó. En su lugar, la financiarización y la revolución logística condujeron al dominio del sector de la circulación como esferas hegemónicas de la acumulación de capital, tal y como escribe Joshua Clover.[10] Con la disolución del compromiso de clase político-económico del fordismo, el neoliberalismo desmanteló simultáneamente las organizaciones de masas, la idea de planificación social en todos los ámbitos, desde la arquitectura, el urbanismo, el manejo de los medios de comunicación, la política sanitaria y la higiene social hasta las tareas domésticas familiares. Este fue también el terreno del fascismo histórico y no puede reconstruirse sin más.
Paralización de las carreras
Hoy en día, cada vez está más claro que el ciclo de innovación neoliberal también se ha agotado y que sus crisis sólo se posponen a costa de burbujas financieras cada vez mayores y de programas de rescate estatales. La necesidad del capital de disolver rápidamente las fronteras se topa con un profundo estancamiento de la economía y una tendencia a la baja de las tasas de beneficio. «Las percepciones engañosas que dejan la impresión de que la vida sigue avanzando deprisa provienen del hecho de que la aceleración ha sido sustituida por ciclos de producción más cortos. Las inversiones tienen que dar sus frutos a corto plazo, y la economía se mueve con más nerviosismo en círculos más pequeños»[11] escribe Hans-Christian Dany. El bombo publicitario que rodea a términos como “Segunda Era de la Máquina” o “Industria 4.0” crea una imagen revolucionaria de nuevos dispositivos y tecnologías que, como señala Jason E. Smith, en realidad no aportan prácticamente ningún aumento de la productividad del trabajo y se utilizan principalmente en la producción como técnicas de supervisión.[12] La existencia continuada de una población excedente que no tiene acceso a puestos de trabajo seguros y la creciente proporción de la misma que ya no es movilizada por el capital hacia el empleo productivo, ni siquiera en las breves fases de auge, son un indicio más de que la movilización total del capital está en crisis, como escribe Endnotes en una contribución aún no publicada al No-Congreso de Berlín.[13] “El estancamiento es un estado de no-movimiento”. Pero el capital no puede permitir que este estado persista, no es nada si no está en movimiento, debe expandirse constantemente, crecer más allá de sus límites, abrir nuevas áreas aún no mercantilizadas.
En un mundo en el que los territorios geográficos inexplorados por el capitalismo se reducen, nuestros cuerpos se están convirtiendo en un terreno de acaparamiento de tierras capitalista (Landnahme). Lo que hoy se coloniza son nuestras almas, nuestras emociones, deseos y anhelos, las relaciones e interacciones entre nosotros, que se miden, estandarizan y comercializan en el mercado en forma de datos. Esta movilización ya no se refiere principalmente a los trabajadores asalariados y a las mercancías en los lugares de su producción, sino que extiende la producción total a toda la sociedad al mercantilizar la interacción entre las personas. La ciencia de la relación entre los seres vivos orgánicos y su mundo exterior es la “ecología”. Por eso hemos examinado en otro lugar la conexión entre la incautación biopolítica de la tierra y el extractivismo verde, la ecologización de la sociedad que va de la mano de la destrucción en curso del mundo, bajo el concepto de un régimen de acumulación ecológica.[14] No sabemos si tal régimen de acumulación prevalecerá en el sentido de una salida temporal del estancamiento y un auge. Lo decisivo para nuestro tiempo es el intento de imponerlo, en la posibilidad para nosotros de reconocer la esencia, de volver a Granel. Con él, podríamos describir la creciente toma de conciencia de los límites de la naturaleza y, por tanto, del crecimiento desde los años setenta como un “empuje de la finitud”[15] y su relación con el negocio de las tecnologías verdes que surgió al mismo tiempo. Pues un capitalismo basado en la movilización total e infinita no puede aceptar ni los límites ni el estancamiento, ni siquiera la regresión. Por eso la respuesta a la intrusión de la finitud no es el decrecimiento, sino la ilusión del infinito. Por eso se investiga cómo inyectar CO2 en el suelo, los océanos y la estratosfera. Por eso no producimos menos residuos, sino que encontramos constantemente nuevos lugares donde almacenarlos. Por eso se perforan minas de metales de tierras raras cada vez más profundas, cuanto más se invocan como instrumento de sostenibilidad. Por eso aumenta la destrucción del mundo, al tiempo que su protección ecológica se convierte en el programa rector de la sociedad. No es casualidad que la necesidad de control crezca paralelamente a esta disolución de las fronteras y que la lógica de la predicción del futuro se extienda a cada vez más ámbitos, por ejemplo en la labor predictiva policial y judicial o en la vigilancia de los espacios públicos.[16]
En conjunto, esto significa que es más probable que descubramos a ultraderechistas con un proyecto de futuro entre algunos transhumanistas de Silicon Valley o maltusianos verdes que en las facciones parlamentarias de los fascistas europeos. Pero significa aún más que la posibilidad de una combinación monstruosa de la necesidad total de una disolución modernizadora de las fronteras y, al mismo tiempo, de un control autoritario de este movimiento puede encontrarse en la ecologización y su acceso biológico y tecnológico.[17] También podemos acercarnos a esta configuración específica a través de otro campo. Endnotes nos señala un cierto modo en que el capital reacciona cuando la dinámica de la economía se ralentiza. Tiende a acelerar la movilización hasta la guerra y la destrucción.
“…como la nube lleva la lluvia”?
Recordemos que el camino de Mussolini del socialismo al fascismo comenzó con su exigencia de que Italia entrara en la Primera Guerra Mundial. El procesamiento de la experiencia bélica desempeñó un papel importante en el surgimiento de la base fascista de masas, ya fuera en forma de soldados de primera línea en los posteriores Freikorps alemanes y Arditi italianos (aunque también hubo un sabor antifascista en forma de los “Arditi del popolo”), o en forma de la generación más joven, que por poco no había entrado en el servicio activo en la guerra y que desarrolló un militarismo fanático como resultado. La glorificación de la guerra, la añoranza de la muerte y el culto a la masculinidad militar desempeñaron un papel decisivo en el fascismo, tanto a nivel individual como colectivo. El Manifiesto Futurista, que se convirtió en la inspiración ideológica de los fascistas italianos, afirma: «Queremos glorificar la guerra -la única higiene del mundo-, el militarismo, el patriotismo, el acto destructivo de los anarquistas, por el que se muere, y el desprecio a las mujeres». Pero la guerra no se quedó en el nivel de la ideología y la propaganda. Adquirió una dimensión política muy real que combinaba la dominación geopolítica del territorio con la idea demográfico-étnica de la conquista del espacio vital o spazio vitale. En Italia, se trataba de un nuevo imperio romano-italiano en el Mediterráneo, que desembocó en el ataque a Abisinia en 1935, históricamente en la transición entre una guerra colonial de recuperación y el prototipo de guerra total. En Alemania, la conquista de la zona de asentamiento étnico en el este incluía el objetivo de la esclavización genocida de la población eslava y la aniquilación completa de la población judía. Al mismo tiempo, el fascismo en Alemania e Italia mantenía una rivalidad imperial histórica claramente definida con Gran Bretaña y Francia.
La diferencia con el presente es notable. Ciertamente, el culto a la masculinidad soldadesca y la idea del ejército como escuela de la nación siguen desempeñando un papel. La atracción mutua entre fascismo y ejército sigue siendo evidente y el consiguiente armamento de la extrema derecha y su presencia en los círculos del ejército es preocupante. Y al fascista de salón común frente al televisor le gustaría al menos ver al ejército desplegado en las fronteras exteriores para mantener fuera a los refugiados. Pero no se necesitaban fascistas para el armamento y la defensa brutal de la Fortaleza Europa. Y los proyectos modernos de expansión imperial se encuentran ideológica y políticamente en el campo burgués, especialmente en el campo verde-liberal. Las ideas más ofensivas sobre el envío de unidades del ejército regular a Ucrania, las exigencias cada vez mayores de rearme e incluso el coqueteo con los ataques militares directos proceden todos de este campo, que se ha practicado en el imperialismo durante décadas, desde la política de Francia en África hasta el dominio de Alemania sobre el sudeste de Europa. La cada vez más probable guerra por Taiwán no se librará por el control del territorio y la población, no en nombre de la expansión nacional, sino en nombre de la ecologización controlada digitalmente, por el control de las materias primas y la producción de semiconductores necesarios para ello.
El fascismo europeo, en cambio, carece de proyecto imperial. Está a la defensiva histórica, lejos de su utopismo juvenil y brutal. La recreación del pasado como visión del fascismo histórico ha desaparecido. El futurismo ya no puede influir ideológicamente en el fascismo actual, porque éste ha perdido el futuro. “Cien años después, la expansión ha terminado, el afán de conquista ha sido sustituido por el miedo a la invasión de inmigrantes extranjeros” [18] , como escribe el marxista autonomista italiano Bifo Berardi. “Lo que está en auge es el gerontofascismo: el fascismo de la vejez senil, el fascismo como reacción furibunda al envejecimiento de la “raza blanca””.
Los partidos de extrema derecha tienen una actitud entre contradictoria y pragmática respecto a los verdaderos proyectos bélicos de los gobiernos burgueses. Por supuesto, existe la crítica a la “dominación extranjera” de la política exterior nacional, la exigencia de que los fondos se utilicen mejor para el “propio pueblo”, la simpatía apenas disimulada por el nacionalismo machista de Putin, etc., pero en caso de duda, estas posiciones también pueden cambiar radicalmente si ello facilita el acceso al poder. Lo que Meloni hizo en Italia con su apoyo a la guerra de Ucrania, Bardella lo está haciendo en Francia. Por supuesto, no se puede descartar la participación del gerontofascismo en la guerra. Pero no es la fuerza motriz en el camino hacia ella.
Disfrute sin límites
Si la posibilidad de asumir una función similar para la modernización del capitalismo a la que cumplió el fascismo histórico en el siglo XX está mejor representada hoy por la movilización digital y ecológica, entonces hay un núcleo de verdad en la polémica del fascismo verde o liberal.[19] La cuestión de si la analogía con el fascismo es analíticamente útil es otra. La cuestión de si la analogía con el fascismo es útil desde el punto de vista analítico es muy distinta. La forma en que se impone el dominio y se organiza la hegemonía es, sin duda, muy diferente. Aunque los medios de comunicación social son utilizados con éxito por los medios fascistas, funcionan de forma completamente diferente a la propaganda centralizada de la radio y los periódicos del siglo XX. Todas las organizaciones de masas tradicionales en la esfera política y prepolítica están perdiendo masivamente miembros e importancia, y también desempeñan un papel mucho menor en el fascismo actual (la India con el RSS es una excepción significativa).
La rebelión de 1968 puso en marcha un cuestionamiento de los valores tradicionales, las normas represivas, las estructuras conservadoras y las autoridades sociales. Con el tiempo, sin embargo, estos intentos de liberación se invirtieron y, en el neoliberalismo, se convirtieron en la base de una modernización de la dominación interiorizada por el sujeto, que ya no se percibe como una autoridad externa y que se basa en técnicas de autooptimización constante. Basándose en el psicoanálisis lacaniano, se podría hablar de la muerte del padre. Con la desaparición de la autoridad paterna un orden simbólico que había regulado el goce a través de una prohibición y contra el que se formó la histórica protesta antiautoritaria de la izquierda.
Sin embargo, es precisamente este orden de prohibición y ley el que ahora se ha erosionado casi por completo; ya no existe. Ha sido reemplazado por un imperativo neoliberal de disfrute y por el “discurso de la universidad”, es decir, un dominio hegemónico de los expertos, los tecnócratas y la ciencia. La izquierda encuentra mucho más difícil enfrentarse a esta dominación, sobre todo porque ésta se ha modernizado integrando e invirtiendo la emancipación de izquierdas. En lugar de ello, reproduce ciertas restricciones al disfrute en una relación recíproca con el discurso experto dominante, al que sigue influyendo y modernizando en el plano de la política lingüística, por ejemplo. Esto resulta especialmente claro en el discurso sobre el clima o en el tratamiento de las medidas contra las pandemias.
La derecha, por el otro lado, a la que siempre le han resultado difíciles las protestas callejeras y la rebelión desde la Segunda Guerra Mundial debido a su identificación con la autoridad (estatal), tiene tanto éxito hoy en día porque escenifica protestas contra los expertos y sus prohibiciones reales o supuestas. Nadie debería regular mi “Schnitzel”, mi coche “diesel”, mi lengua o mi lista de reproducción. La relación contradictoria entre permitir el disfrute contra sus restricciones y la necesidad de controlarlo al mismo tiempo explica por qué figuras como Berlusconi o Trump son celebradas por su electorado conservador-religioso, a pesar de que violan de forma bastante obvia cualquier noción de que la sexualidad está ligada al matrimonio y la familia.
Es necesario analizar con precisión qué forma toma el gobierno autoritario en cada caso, en qué se basa la aprobación de las figuras de líderes autoritarios -como Bolsonaro-, a qué necesidades sociales responden. Adolf Hitler, por ejemplo, era la encarnación de la clásica figura de líder autoritario del padre estricto, ascético y punitivo que dirigía y guiaba a las masas como un buen pastor (un viejo motivo cristiano). Las formas de poder actuales de autoliderazgo, autocuidado o incluso el “discurso de la universidad” constituyen nuevas formas de liderazgo autoritario. A menudo encarnan la figura de un individualismo autorreferencial que propaga abiertamente el deseo y el disfrute, en el que las figuras dirigentes exhiben abiertamente sus caracteres básicos machistas, su potencia sexual (con homofobia simultánea) y su éxito económico y los convierten en «prueba» de su elección.
La protesta y la obediencia pueden así disfrutarse simultáneamente en el campo de la derecha, donde todavía se separan en la oposición tradicional de la política conservadora y emancipadora. Es por esto que la protesta de la derecha también va de la mano de la exigencia de obediencia y sumisión, por ejemplo, en forma de legislación restrictiva sobre el aborto o de prohibiciones de los matrimonios homosexuales. Sin embargo, estas prohibiciones también se propagan como liberación: del “asesinato de los no nacidos” legitimado por el Estado, por ejemplo, o de la visibilidad de la homosexualidad en público. Por tanto, esta forma de política de derechas no sólo tiene éxito porque ofrece una mejor explicación de la situación del mundo, sino una forma de disfrute que la izquierda apenas tiene que ofrecer en estos momentos.
Un totalitarismo post-ideológico
Hoy en día, el capitalismo ya no funciona a través de una ideología legitimadora, como solían representar en el pasado la religión, el nacionalismo o el liberalismo. Por supuesto, esto no significa que las cosas tengan que ser menos autoritarias. Más bien, las limitaciones fácticas (Sachzwang) que han ocupado su lugar, precisamente porque ya no están justificadas ideológicamente y, por tanto, son políticamente discutibles, establecen una forma de gobierno sin alternativa como administración racional. Todo lo que contradice una realidad sin alternativas debe, por tanto, ser retratado con mayor vehemencia como absolutamente irracional y perjudicial para la sociedad en su conjunto, lo que lo hace aún más total. El psicoanalista italiano Massimo Recalcati lo denomina totalitarismo post-ideológico. Las constelaciones amigo-enemigo pueden alterarse aquí con flexibilidad, pero al mismo tiempo siempre tienden a incluir a quienes no pueden ser utilizados desde la perspectiva del capital y, por tanto, representan un peligro sin beneficio, el proletariado excedente (racializado).
El fascismo no es exactamente lo otro de esta democracia capitalista totalizadora, hoy menos que nunca. Su idea es sólo ampliar cuantitativamente los proyectos del neoliberalismo. La defensa asesina contra la migración en las fronteras, la privación de derechos a los ciudadanos y la deportación forzosa, el ataque a los sindicatos y al derecho de huelga, la humillación socialchovinista de los pobres y de la población excedente, la expansión del estado policial con más y más muertes por violencia policial. ¿Quién podría adivinar a quién nos referimos en cada caso? ¿Renzi o Meloni? ¿Macron o Bardella? ¿Trump u Obama? ¿Al futuro o al presente?
Esto también se aplica a la advertencia de que el fascismo en el poder podría reorganizar la Constitución, abolir las leyes y los derechos humanos que lo inhiben y perpetuar su dominio. Mientras tanto, fue Renzi quien impulsó un referéndum constitucional autoritario en Italia; Macron, quien gobernó contra toda resistencia social con más y más decretos presidenciales.
Ernst Fraenkel, abogado y politólogo de origen judío, abordó la transformación del estado de excepción bajo el régimen nazi con el concepto de “doble estado”. Analizó un estado de medidas en el que todas las categorías jurídicas estaban en juego en cuanto se interponían en el camino de la política nazi, por lo que este aspecto político no estaba codificado jurídicamente, sino que podía redefinirse arbitrariamente una y otra vez. Al mismo tiempo, seguía existiendo un estado normativo en otros ámbitos, sobre todo, pero no exclusivamente, la economía, en la que las leyes, las sentencias judiciales y los actos administrativos seguían siendo válidos. Aunque las estructuras del estado de medidas intervinieron repetidamente en otros ámbitos, nunca abolieron por completo el estado normativo, ya que esto no habría sido funcional para los nazis. Por tanto, Fraenkel considera que el estado de excepción no se limita ni a un ámbito definible de la sociedad ni a una secuencia histórica concreta.
En 2007, el historiador Michael Wildt consideró que el concepto de Estado dual de Fraenkel era «sorprendentemente relevante incluso en el siglo XXI. Porque, ¿qué es Guantánamo sino un intento de crear un sector sin ley fuera del orden constitucional en el que “sólo gobiernen las medidas”?»[20] Sin embargo, su perspectiva de que el Estado actual es “capaz de volver a someter gradualmente a los sectores del Estado de medidas al imperio de la ley” puede parecer demasiado optimista a la vista de la expansión de la legislación antiterrorista, la suspensión del asilo y los derechos humanos a través de la ampliación de los campos o la suspensión temporal de los derechos fundamentales durante la pandemia de coronavirus.[21] En cambio, la teoría del Estado dual podría ofrecer un enfoque diferente de una frase central de la obra de Walter Benjamin: “La tradición de los oprimidos nos enseña que el “estado de excepción” en el que vivimos es la norma”.[22]
Communis hostis omnium[23]
Entonces, ¿cuál es la relación del fascismo con la sociedad burguesa, si no es como su otro? Históricamente, el fascismo fue una contrarrevolución golpista contra la amenaza que suponía para la sociedad burguesa el movimiento obrero revolucionario. Por tanto, fue apoyado por las élites del capital y, en parte, por la monarquía, porque defendía el dominio burgués en una forma diferente, reaccionaria, terrorista, pero aún capitalista. Hoy en día, no hay señales de una izquierda revolucionaria en todas partes. Si hay alguna sacudida del poder, procede de los no movimientos, de los levantamientos espontáneos, intensos y de corta duración, “expresiones subjetivas del desorden objetivo de nuestro tiempo”.[24] En los disturbios covid a principios de 2021 en Holanda[25] y durante los disturbios de Nahel[26] los fascistas emergieron bajo los ojos de los policías para actuar violentamente contra los rebeldes y “restaurar el orden”. Es precisamente en esta capacidad en la que debemos odiar y combatir a los fascistas, como una parte del orden, no como una amenaza al mismo.
Mikkel Bolt Rasmussen describe el fascismo actual en relación con los no movimientos como una protesta contra la protesta. Inspirándose en George Jackson, ve el fascismo como una eliminación preventiva de la posibilidad de una oposición más radical a la globalización neoliberal y a la conexión entre capitalismo y Estado-nación.[27] Esto es cierto tanto si opera fuera de los no movimientos como si intenta extenderse dentro de ellos. Pero, ¿no se aplica también al antifascismo hegemónico actual? Bastantes no movimientos han sido denunciados por la izquierda en nombre del antifascismo como de derechas o transversales (Querfront), el “oeste amarillo”, así como las movilizaciones contra los cierres patronales y los pasaportes sanitarios.[28] El antifascismo se utiliza regularmente y a escala internacional para pedir la elección de coaliciones de izquierdas en respuesta al auge de los partidos fascistas. Pero cuanto más amplio se hace el frente popular que supuestamente debe impedir el fascismo, cuanto más se identifica a la izquierda con el poder, menos se la ve como una alternativa posible. Y las políticas reales de estas coaliciones también contribuyen a aumentar la proporción de no votantes, así como el porcentaje de votos a la derecha. De modo que en las próximas elecciones, la alianza tendrá que ser aún más amplia, aún más totalizada. La última farsa de esta historia es el Nouveau Front Populaire en Francia, y el hecho de que incluso esté apoyado por radicales de izquierda antifascistas sólo demuestra hasta qué punto este medio ha llegado a su fin.
Debemos abandonar este antifascismo porque ha quedado inextricablemente ligado a la democracia capitalista, que mantiene vivo al fascismo como un zombi. La única forma posible de hacer realidad la promesa original del antifascismo es romper este vínculo. Esto no es algo nuevo. Ya en la década de 1920, el comunista italiano Amadeo Bordiga advirtió que la política de frente popular no podría detener al fascismo, sino que socavaría la lucha de clases revolucionaria, que podría ser la única respuesta tanto a la democracia capitalista como al fascismo. Por muy inspiradora que sea la crítica de Bordiga al antifascismo de su época, estaba al mismo tiempo ligada a una subordinación absoluta a la lucha de clases organizada por el Partido Comunista. Sin embargo, con la desaparición del movimiento obrero como sujeto históricamente revolucionario, las luchas de clases ligadas a este sujeto perdieron también su carácter revolucionario.
Lo que queda de la izquierda y no está totalmente integrado se aferra a los viejos conceptos del movimiento obrero, las organizaciones políticas de masas, las huelgas y la realpolitik socialista. Apela a una clase obrera atomizada, a unos medios destrozados, a un Estado que ha renunciado a su papel de mediador sociopolítico o de autoridad jurídica liberal. Es un geronto-socialismo que produce un geronto-antifascismo de política frentepopulista.La propagación de un antifascismo revolucionario anticapitalista, la movilización de un futuro esperanzador, nos parece la otra cara de esta moneda mientras no se analicen las condiciones históricas de esta política. Cuanto menos tiene un concepto de trascendencia, una idea de un mundo completamente diferente, tanto más parece una frase hecha. Parece tanto más ridícula cuanto más aislada está, y tanto más alejada de la realidad cuanto menos dispuesta está a hacer de este aislamiento el punto de partida de la reflexión, en lugar de encubrirlo obsesivamente mediante el activismo y la política de alianzas.
Esto nos devuelve a los no movimientos. No porque queramos declararlos el nuevo sujeto revolucionario, que sería exactamente la conclusión equivocada. Se refieren precisamente al rechazo de la reproducción de la política, de las identidades y de la democracia, a la renuncia a toda representación. Somos conscientes de sus limitaciones, de sus derrotas, de la posibilidad de su recaída en la integración o la regresión. Pero lo que vemos emerger en ellos es un profundo enfado con las circunstancias, una ruptura con el consenso, un rechazo de la integración, un deseo de vida más allá de su administración y reducción a mera supervivencia. Cuando no pudieron apropiárselos, fueron declarados enemigos por todos lados, por la izquierda y la derecha, el Estado y la sociedad civil. No siempre buscaron esta enemistad, pero tuvieron que aceptarla para seguir luchando. Y precisamente por eso no estaban solos. En la forma en que atacaron, en la forma en que eludieron la movilización total del Estado y del capital, en la forma en que organizaron su reproducción, sus vidas, su reunión, aunque fuera brevemente, vemos un destello de la posibilidad de una ruptura con el statu quo, una negación absoluta de lo existente. Esto dista mucho de ser una nueva estrategia revolucionaria. Pero en medio de un totalitarismo post-ideológico, tampoco es precisamente poca cosa.
Es el odio al presente lo que mantiene abierto el futuro.
[1] Nota de la traducción al español: El texto, extraído de una página de Alemania, contiene siglas de sus vertientes políticas. AfD es una de ellas, que es la abreviación de Alternative für Deutschland, Alternativa para Alemania; partido político de extrema derecha.
[2] Nota de la traducción al español: Wiedersetzen puede traducirse como oponerse, resistir, desobedecer, desafiar.
[3] Nota de traducción al español: Siglas para, en español, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán.
[4] Granel, Gérard: Die Dreißigerjahre liegen vor uns, in: Granel, Gérard: Die totale Produktion. Technology, capital and the logic of infinity, Vienna 2020, p. 233f.
[5] Granel, Gérard: Die Dreißigerjahre liegen vor uns, in: Granel, Gérard: Die totale Produktion. Technology, capital and the logic of infinity, Vienna 2020, p. 256.
[6] Granel, Gérard: Die Dreißigerjahre liegen vor uns, in: Granel, Gérard: Die totale Produktion. Technology, capital and the logic of infinity, Vienna 2020, p. 249f.
[7] Granel, Gérard: Die Dreißigerjahre liegen vor uns, in: Granel, Gérard: Die totale Produktion. Technology, capital and the logic of infinity, Vienna 2020, p. 253.
[8] Granel, Gérard: Die Dreißigerjahre liegen vor uns, in: Granel, Gérard: Die totale Produktion. Technology, capital and the logic of infinity, Vienna 2020, p. 253.
[9] Granel, Gérard: Die Dreißigerjahre liegen vor uns, in: Granel, Gérard: Die totale Produktion. Technology, capital and the logic of infinity, Vienna 2020, p. 238.
[10] Clover, Joshua: Riot. Strike. Riot. The New Era of Uprisings, Hamburg 2021.
[11] Dany, Hans-Christian: Faster than the sun. From a frantic standstill into an unknown future, Hamburg 2015, p. 17.
[12] Smith, Jason E.: Smart Machines and Service Work. Automation in an Age of Stagnation, London 2020.
[13] https://nonkongress.noblogs.org/
[14] From the burning hut: Time of ecology. The new accumulation regime, enero de 2024. Online en https://inferno.noblogs.org/post/2024/01/11/zeit-der-oekologie/
[15] Granel, Gérard: The thirties lie ahead of us, in: Granel, Gérard: Die totale Produktion. Technology, capital and the logic of infinity, Vienna 2020, p. 257.
[16] Sobre este fenómeno y su conexión con la digitalización y la ecología, véase: Colletivo Sumud: Ein Organ das alles Kontrolliert – Eine Kontrolle die alles organisiert, German translation online at: https://inferno.noblogs.org/post/2024/05/26/ein-organ-das-alles-kontrolliert-eine-kontrolle-die-alles-organisiert/
[17] Se pueden encontrar análisis esclarecedores de esta conexión en dos artículos por Mohand; Mohand: So much for Ecology, so much for Humanity, online en: https://illwill.com/so-much-for-ecology; Mohand: Bifurcation in the Civilisation of Capitol, online at: https://illwill.com/bifurcation
[18] Berardi, Franco „Bifo“: Geronto-Fascism. The Alzheimer’s of history 1922-2022, online at: https://sunzibingfa.noblogs.org/post/2022/10/17/geronto-faschismus/
[19] Rafanell i Orra, Josep: Against liberal fascism, online at: https://illwill.com/against-liberal-fascism
[20] Wildt, Michael: The transformation of the state of emergency. Ernst Fraenkel’s analysis of Nazi rule and its political relevance, Version: 1.0, en: Docupedia-Zeitgeschichte, 1 June 2011, online en: http://docupedia.de/zg/Fraenkel.2C_Der_Doppelstaat. (Re-publication of: Wildt, Michael: The Transformation of the State of Emergency. Ernst Fraenkel’s analysis of Nazi rule and its political topicality, in: Danyel, Jürgen/Kirsch, Jan-Holger /Sabrow, Martin (eds.), 50 Klassiker der Zeitgeschichte, Göttingen 2007, pp. 19-23).
[21] Un análisis más detallado de la política del estado de excepción en el régimen de acumulación ecológica puede encontrarse aquí, en el segundo capítulo: rom the Burning Hut: Time of Ecology. The new accumulation regime, January 2024. Online en: https://inferno.noblogs.org/post/2024/01/11/zeit-der-oekologie/
[22] Benjamin, Walter: On the Concept of History, in: Tiedemann, Rolf/Schweppenhäuser, Hermann (eds.): Gesammelte Schriften, Vol. I.2, Frankfurt am Main 1991, p. 697.
[23] Nota de traducción al español: El enemigo común de todos
[24] Endnotes: Forward Barbarians, December 2020, traducción al aleman en Sunzi Bingfa en 11 de enero de 2021, online en: https://sunzibingfa.noblogs.org/post/2021/01/11/vorwaerts-barbaren/
[25] Riot Turtle: Corona riots in the Netherlands: „El gobierno ha robado millones desde las familias, ha destruido familias” en: Sunzi Bingfa, 28 de enero de 2021, online en: https://sunzibingfa.noblogs.org/post/2021/01/28/corona-riots-in-den-niederlanden-die-regierung-hat-den-familien-millionen-gestohlen-hat-familien-zerstoert/
[26]Pour Nahel. Anthology of Uprisings, traducción al alemán de noviembre de 2023, online en: https://nahelanthologie.blackblogs.org/
[27] Bolt Rasmussen, Mikkel: Fascist Spectacle, octubre de 2021, online en: https://illwill.com/fascist-spectacle#fn2
[28] Michele Garau ha escrito importantes reflexiones estratégicas sobre los no movimientos y su relación con la izquierda en el contexto de la modernización del capitalismo: Garau, Michele: La estrategia de la separación, en línea en: https://illwill.com/separation. Próximamente se publicará una traducción al alemán de su artículo en inferno.noblogs.org.