NUNCA HA SIDO, SIEMPRE LO SERÁ. En el momento «correcto» para actuar— Ignatius

Texto original en inglés disponible aquí. Más textos del autor aquí.
Traducción al español por Colapso y Desvío.

Ahora es junio de 2025. Mucho ha cambiado en los últimos meses, pero mucho más ha permanecido igual. La muerte masiva de palestinos continúa transmitiéndose en vivo en las redes sociales, mientras Israel continúa ejerciendo una violencia genocida tanto en Gaza como en Cisjordania. Estados Unidos ha seguido haciendo todo lo que tiene en su poder para garantizar que la muerte masiva nunca se ralentice. En los últimos días, y con el apoyo de Estados Unidos, Israel ha intensificado su intento de arrastrar a Irán a una guerra más directa mediante bombardeos nocturnos en todo el país, especialmente en los distritos más poblados de Teherán. Estados Unidos, siempre atraído por el canto de sirena de las supuestas “armas de destrucción masiva”, parece dispuesto a participar activamente en esa guerra de forma inminente (más allá de su papel obvio de suministrar a Israel armamento casi ilimitado).

De vuelta en casa, las redadas del ICE se han vuelto más frecuentes, más ambiciosas en cuanto al número de personas detenidas a la vez y más audaces en cuanto a la ubicación y la táctica. Los departamentos de policía locales siguen colaborando en estas redadas tanto de forma directa (ofreciendo personal y recursos para ayudar a llevarlas a cabo) como indirecta (desplegando brigadas antidisturbios para disuadir o impedir la resistencia contra las redadas). En respuesta a estas redadas, Los Ángeles se ha distinguido como el lugar de la resistencia más directa, intensa y bellamente violenta hasta la fecha (aunque también se han producido actos de gran importancia en Newark, Portland, Seattle, Nueva York, Chicago, Omaha y muchos otros lugares). Por su desafío, Los Ángeles ha sido ocupada por no menos de dos ejércitos adicionales (además de la policía de Los Ángeles), la Guardia Nacional y el Cuerpo de Marines. No voy a intentar hablar de los detalles de la lucha que se está desarrollando allí (mantengan el ojo a a las ediciones inéditas sobre ese frente), pero desde la distancia, parece obvio que la pólvora lleva mucho tiempo seca y que las protestas/disturbios hasta ahora son solo el comienzo de un largo y caluroso verano.

Desafortunadamente, por cada lugar en el que se lucha con fuerza, hay una docena en los que todo sigue terrible y dolorosamente tranquilo. Incluso en los lugares más activos, la vida cotidiana de la mayoría continúa a un ritmo devastador. El trabajo subsume toda actividad, todos los pensamientos se centran en el próximo pago de la deuda o en las mercancías que hay que adquirir. El genocidio continúa en el extranjero y en casa, y el ecocidio garantiza que cada incendio forestal o huracán que se avecine será más mortífero que el anterior. La policía mata, las cárceles se llenan, el poder colonial se expande. A pesar de esto, he visto a muchos autodenominados radicales adoptar una postura de espera. Lo que esperan difiere dependiendo de sus orientaciones políticas y personales particulares: la revolución, el colapso, una señal, una erupción solar, un arsenal acumulado. A pesar de las diferencias, hay un sentimiento de que el momento de actuar sigue estando en el horizonte. Palabras como “organizar”, “protestar”, “resistir” pueden utilizarse con frecuencia, pero casi siempre presuponen una distinción entre actuar en el contexto de la vida cotidiana y hacerlo en algún lugar especializado de resistencia.

Me temo que si nosotros (anarquistas y compañeros de viaje) no podemos articular explícitamente la necesidad de actuar, en el contexto de cambiar radicalmente la vida cotidiana tal y como se vive actualmente, los horrores que son el mundo existente continuarán con ella. Incluso cuando las protestas se convierten en disturbios, si seguimos esperando a que se den a conocer lugares especializados de resistencia, no estaremos a la altura del momento, quedando perpetuamente atrapados en un ciclo reactivo de asomar la cabeza en momentos de ruptura para volver a ponernos en fila cuando la marea baja. Si realmente deseamos el fin de este mundo de máquinas de muerte, no podemos permitirnos esperar y actuar solo cuando las rupturas sean evidentes. Debemos encarnar el estado constante de ruptura. Pero para ello, debemos reconocer por qué esperamos tan a menudo.

Tipos de Espera.

Hay numerosas posiciones de espera, cada una con sus propios marcos y justificaciones. Me parece que vale la pena reconocer algunas posiciones específicas que he observado a lo largo de los años, con la esperanza de animarnos a todos a reflexionar sobre cómo y por qué hemos adoptado esas posiciones. Quiero empujarnos a mirar con honestidad dónde nos encontramos y qué se necesita realmente para poner fin a este mundo infernal.

—Espera de acumulación: esta espera se observa en las grandes organizaciones “revolucionarias” formales en términos de acumular los miembros necesarios para tener control sobre el tono, el ritmo y la dirección de la “resistencia”. Piensa en el PSL , el CPUSA o cualquiera de los otros cuadros leninistas/estalinistas/etc. con los que has tenido el disgusto de interactuar. Estos grupos pueden convocar manifestaciones, pero siempre hacen lo mejor para garantizar que no se produzca ninguna resistencia significativa dentro de sus límites. Te dirán que firmes su petición, que te apuntes a su lista de correo electrónico, que sonrías para su cámara. Te dirán que hagas cualquier cosa menos encarnar tu propio potencial de resistencia, de revuelta. Si tomas medidas significativas, es probable que llamen a la policía como cualquier otro liberal y luego publiquen un comunicado de prensa denunciándote como aventurero y contrarrevolucionario. Estos grupos están construídos para esperar y recaudar fondos, esa es su función principal. Todo lo que podemos hacer es animar a aquellas personas cercanas a nosotros que puedan haberse sentido atraídas por el encanto de un “grupo revolucionario real” a romper con estos marcos.

Desgraciadamente, la espera de la acumulación también existe fuera de la organización formal, aunque con menos frecuencia en forma de espera de los números necesarios. Esta espera también existe entre aquellos que sienten que su potencial revolucionario es dictado por el número de armas de fuego que han adquirido o el entrenamiento táctico que han recibido. Las personas atrapadas en esta red de espera compartirán memes en los que expresan su negativa a ser “llevadas a El Salvador”, mientras permanecen al margen mientras personas reales son separadas de sus seres queridos y su comunidad, encerradas en prisiones que solo existen en lo abstracto para estos “radicales en espera”. Practicarán ejercicios de despeje de habitaciones como si estuvieran haciendo una audición para los marines, imitando una posición mucho más cercana a los secuestradores que a los secuestrados.

En el mejor de los casos, estos radicales confunden su hobbie con una acción radical. En el peor, abrazan (sabiendo o no) la doctrina del castillo y refuerzan continuamente la relación mercantil mientras se entrenan para ser la próxima policía. En cualquier caso, esperan, arma en mano, alguna señal para actuar que nunca llegará.

—Esperando a “las masas”: No muy diferente de la espera de la acumulación, la retórica de “esperar a las masas” casi siempre es expresada por organizaciones formales de tipo comunista estatal. Hablarán de la necesidad de una etapa discreta de educación política antes de que se pueda emprender cualquier acción revolucionaria significativa, a menudo mientras intentan socavar las acciones insurreccionales actuales de las supuestas “masas” aún-por-educar. Esta espera es sobre el control del contexto de la resistencia, es sobre asegurar que, si se emprende alguna acción, esta solo se lleve a cabo al servicio de los deseos específicos y prescriptivos de la organización que pretende liderar esta “educación”. El material puede variar ligeramente de una organización a otra, pero si alguien intenta decirte que necesitas leer El Estado y la Revolución antes de ser lo suficientemente sabio como para construir una barricada, es probable que esa misma persona utilice su siguiente aliento para explicarte por qué es necesario mantener las prisiones o cómo los policías en los Estados socialistas son realmente buenos y deberías besarles las botas cuando tengas la oportunidad.

Este tipo de espera también refuerza la idea de “las masas” como un bloque monolítico que espera la salvación divina. Las organizaciones formales se ven a sí mismas como actores mesiánicos que guiarán a este bloque monolítico desde la condenación hacia la salvación. Dicen que “sirven a las masas” (o, de manera similar, “al pueblo”), reificando su autopercepción de mesías. Pero no hay unas “masas” singulares, solo hay comunidades de individuos, todos ellos con su propia orientación hacia el mundo existente. Si nuestro objetivo es romper con el mundo existente y sus horrores, no necesitamos mesías ni liberación divina, sino ayudarnos unos a otros a articular nuestras experiencias específicas de sufrimiento y luchar contra las instituciones que lo causan.

—Esperar la “ventaja táctica”: Esta espera está menos asociada a una ideología o grupo específico y es más bien algo con lo que todos podemos luchar. Esta espera postula que existe alguna forma de analizar el mundo de tal manera que determinados momentos se revelan como el momento “correcto” para actuar desde una consideración táctica. Obviamente, las tácticas son algo en lo que debemos pensar, pero la decisión de actuar es distinta de la consideración de qué tácticas emplear en un caso concreto. Fundamentalmente, creo que el mundo tal y como existe es totalmente insoportable y lo ha sido durante mucho más tiempo del que llevo aquí. Por lo tanto, siempre es el momento de actuar en su contra, de actuar para acabar con él. En concreto, siempre es el momento de actuar contra una vida cotidiana que reproduce este mundo insoportable. La consideración significativa de la táctica sólo puede venir después de que se haya tomado la decisión de actuar.

—Esperar la “seguridad”: al igual que esperar la ventaja táctica, he visto a muchos debatir sobre la “seguridad” en relación con cuándo se debe resistir o actuar contra los horrores que nos rodean. Comprendo estas expresiones, ya que creo que a menudo nacen del miedo a la represión (física, social, legal, etc.), un miedo con el que también estoy familiarizado. Por desgracia, no creo que el concepto de “seguridad” tenga mucho sentido en este momento, si es que alguna vez lo tuvo. Para los más marginalizados, la seguridad sólo ha sido una ilusión fuera de su alcance, mantenida por el poder para frenar las rebeliones. Para aquellos que no están marginalizados, su supuesta seguridad (en la medida en que puede existir) existe únicamente a expensas de los marginalizados. En cualquier caso, el concepto de “seguridad” (tanto su búsqueda como su defensa) fomenta la protección del status quo. Esperar a que sea “seguro” actuar significará esperar eternamente y exigir que los demás también esperen.

Sin duda, hay muchas más categorizaciones de la espera que podríamos (y probablemente deberíamos) interrogar. Te animo a que consideres los tipos de espera que ves a tu alrededor, pero especialmente dentro de ti. Interroga de dónde provienen esas posiciones, a qué sirven y cómo puedes superarlas, por tu cuenta, pero especialmente con la ayuda de otros. Una vez que entendemos por qué esperamos, comenzamos a entender cómo superar la espera. Y al moverse más allá de la espera, hacemos posible impulsar, ampliar y envalentonar el potencial insurreccional.

La insurrección no se acumula, prolifera.
He visto que recientemente se afirma que “la insurrección” no surge de la acumulación de actos individuales de sabotaje. Estoy de acuerdo con esta afirmación, dado que la insurrección (al menos en el marco en el que yo opero) implica una ruptura completa de las formas existentes de relacionarnos con el mundo que nos rodea. Sin embargo, me gustaría añadir que, si bien la acumulación de actos discretos puede no dar lugar a una insurrección, es porque no existe una insurrección singular hacia la que puedan acumularse los actos.

Íntimamente ligada a la voluntad de actuar, la insurrección se encarna ante todo en la voluntad individual de romper con lo existente. Toda persona que desea más o algo diferente para sí misma (y para quienes la rodean) y se mueve para alterar la vida cotidiana con ese fin ya está participando en su propia insurrección. Puede que no sean permanentes, que solo existan mientras exista la voluntad de alterar, pero siguen siendo insurrecciones. Lo que normalmente denominamos Insurrecciones con I mayúscula es, en muchos sentidos, la proliferación de estas voluntades insurreccionales discretas e individuales que se hacen visibles por su tamaño y su explosividad. El coraje es contagioso, la valentía se perpetúa a sí misma, y estar cerca de otras personas que desean más y que están dispuestas a actuar para conseguirlo puede hacer que la voluntad y la concentración se alineen de tal manera que surjan espontáneamente momentos increíbles de ruptura. Pero todo comienza con el deseo de más y la voluntad de actuar.

Por esta razón, aunque los actos individuales de resistencia pueden no ser legibles como Insurrecciones en el sentido de la I mayúscula, son la base de un potencial insurreccional más amplio. Específicamente, forman esta base cuando se internalizan y se comprenden como un todo y como una parte. Para el individuo, en el momento discreto de la resistencia, actuar es encarnar la voluntad de perturbar, de luchar contra, de rechazar y de rehusarse. Esto es en sí mismo una insurrección completa. Aunque los momentos discretos pasan y este todo se desvanece, mientras dura la encarnación de esa voluntad, la insurrección está presente y viva. Este momento no solo es un todo en sí mismo, sino que también es una parte de una corriente insurreccional más amplia. Estos momentos discretos de ruptura individual pueden entrelazarse para formar una revuelta mucho más amplia, ya sea de forma inmediata (pensemos en la primera piedra que se lanza y que desencadena una revuelta) o tras un prolongado avivamiento de las llamas (pensemos en los miles de recortes contra la policía que han provocado la falta de personal en muchas de las comisarías más grandes del país).

Si deseamos romper con lo existente, luchar realmente contra los horrores de este mundo, debemos reconocer que nunca habrá un momento singular en el que se encienda un cartel de neón que diga «La insurrección ha llegado». La insurrección es siempre presente y siempre fugaz. Hay tantas insurrecciones como individuos que no pueden soportar el peso de este mundo y que lo rechazan con todo su ser. Hay tantas insurrecciones como momentos de conexión entre los combatientes, que se inspiran unos a otros para ser valientes, para devolver el golpe en lugar de limitarse a esperar en la muerte.

Contribuir es actuar, resistir, negarse. Nuestro lienzo es el mundo que nos rodea y nuestra pintura es la encarnación de las rupturas que deseamos. El potencial insurreccional alcanza su máxima potencia cuando no puede ser contenido por una lista programática de demandas ni comunicado a través de un eslogan o consigna pegadiza. El fervor insurreccional se expresa mejor como un grito gutural en un espacio público abarrotado, cuando un ladrillo impacta contra la ventana de un banco, pero también está presente en el silbido del aire que se escapa de un neumático y en el olor a humo que llega desde unas manzanas más allá. Me atrae la corriente insurreccional porque sé, en lo más profundo de mi ser, que o bien luchamos contra la totalidad de lo existente o sufrimos su continua propagación. Todas las estructuras opresivas de nuestro mundo se alimentan y se sostienen unas a otras. O bien desaparecen todas o bien permanecen igual. O bien encontramos la vida en nuestra voluntad de luchar o bien morimos esperando.

Así, aunque ningún acto individual de resistencia constituye La insurrección, cada individuo tiene el potencial de fomentar la insurrección y la rebelión dentro de sí mismo. Es a través de este fomento que nos hacemos capaces de reconocer formas significativas de atacar y nos volvemos dispuestos a actuar. Cada acción que tomamos hacia la revuelta ayuda a provocar la siguiente. Cada acción que tomamos hacia la revuelta ayuda a llevar al camarada lejano que ha sido golpeado, encarcelado, deportado. Llevamos a aquellos que nos han sido arrebatados en cada golpe de martillo o gesto amenazante hacia la línea antidisturbios. No importa lo tranquilo que sea tu lugar, siempre habrá otros buscando formas de luchar. Mientras haya luchadores, la insurrección vivirá. Mientras la insurrección viva, siempre será un buen día para provocar el fin del mundo.

No mueras esperando.

Autor: colapsoydesvio

ig: https://www.instagram.com/colapsoydesvio/

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