29 de marzo en Chile: un límite absoluto a la calma del capital – Patricio Azócar Donoso.

Por: Patricio Azócar Donoso.

«A César Perez, a mi papá, y a todes quiénes tomaron su vida.

Ni un minuto de silencio y toda una vida de combate.

“¿Que hemos conseguido como pueblo?

tenemos que perder el miedo

ellos nos odian… nosotros odiémoslos también

Qué miedo hay de odiar.

Tenemos que tener la fuerza del odio

para poder estar contra ellos,

para poder luchar contra ellos”

Luisa Toledo

Desde 1985, todos los 29 de marzo, se conmemora en todo Chile el Día del Joven Combatiente. Jornada de memoria que recuerda el asesinato de dos jóvenes hermanos durante la dictadura militar de Pinochet y la lucha de sus padres, Luisa y Manuel, por justicia. Con esmero durante la misma cantidad de tiempo los medios de comunicación y las élites no han escatimado gastos buscando disminuirlo, limitarlo, ensuciarlo, boicotearlo. Campañas mediáticas como las del “día del joven delincuente” son socializadas entre las capas populares buscando agudizar las condiciones de precariedad y cansancio empujando así conflictos entre comunidades y vecinos. Sin embargo, la potencia de cada 29 de marzo persiste e insiste. Pequeñas reuniones, confabulaciones, actos público e íntimos, con más o menos radicalidad callejera, no dejan de multiplicarse. Las derrotas, lxs muertxs, lxs asesinadxs, lxs suicidadxs, son nombrados, velados, abrazados, vengados. El 29 de marzo es lo que sostiene la palabra dignidad y la hace persistir ante el olvido coronado de la democracia neoliberal.

Cuando tenía aproximadamente 12 años fue mi primera velatón. Siempre vivimos muy cerca de Villa Francia. No recuerdo mucho cómo fue que llegamos con mi mamá de la mano a la esquina de las rejas con 5 de abril, dónde todos los años se conmemora a Eduardo y Rafael. Esa también fue la primera vez que escuché a Luisa. Madre insumisa de todes quiénes hemos dispuesto nuestra vida en lucha contra el capital. Madre de todes quiénes hemos perdido a alguien queridx por la violencia de la democracia capitalista. Con la misma sensibilidad y resonancia que recuerdo a Luisa, logro escuchar a mi madre decir: “qué fuerza que tienen las palabras de esa señora”. Hace poco tiempo mi padre se había suicidado. No cabe duda que en las palabras de Luisa pudimos cobijar parte importante de nuestra incertidumbre y perder el miedo a decir la palabra “odio”. Odio al consenso del capital y condolernos con otres desconocides que, de alguna u otra forma, de manera más directa o indirecta, perdieron a alguien o algo resultante de la fe descarnada en la democracia capitalista y su violencia organizada.

El 29 de marzo es la condolencia en el odio ante la complicidad en la impunidad. La con-dolencia, el ejercicio de sentir con y a través de otrx desconocidx, es lo que nos permite reposicionar el cuerpo y su presencia ante la violencia organizada, la impunidad, la injusticia y el silencio con que buscaron sellar el infame retorno a la democracia en Chile. Mientras todes llamaban a la “alegría que llegaría” y que todes sabemos nunca llegó, Luisa nos cobijaba en el odio. En la calidez de una maternidad que jamás olvidará a quiénes asesinaron a sus hijxs, y en torno a ese reclamo de justicia infinita e ilimitada ser capaz de cultivar una comunidad. El 29 de marzo es la continuidad transgeneracional con que miles de madres, cuidadorxs, heredan a las generaciones por venir una pregunta infinita por justicia por los que ya no están. Una pregunta que, sin embargo, no espera. Una pregunta y una querella que crea, que reúne, que vincula, que afecta y, por lo tanto, da lugar y cobija el sentimiento de venganza y de odio como parte fundamental de la vida política. Con Luisa sabemos que no hay vida reproductiva, cuidados, cariños, amores sin un derecho legítimo a la guerra, al odio, hacia quiénes confabulan contra los desposeidos e impiden una comunidad política de cuidados. O sea, sostenida en la memoria y en el derecho absoluto al desacuerdo y al disenso. En el nombre de Luisa, en el 29 de marzo chileno, resuena la misma potencia política que impone un límite absoluto a la insensibilidad descarnada e institucionalizada en Argentina o en México. La misma potencia que convoca al pueblo argentino por sus jubilados o a todas las organizaciones sociales latinoamericanas en torno a las madres buscadoras de desaparecidos en México.

Cuando en Chile decimos 29 de marzo nombramos a todes nuestrxs muertxs y heredamos sus intensas biografías. Pero no pedimos lugar para ellos en los aparatos y en los consensos que los asesinaron.  Sino que los albergamos, recordamos, acariciamos en el pleno ejercicio de ocupación absoluta de la calle, la calma y la tranquilidad. En el enfrentamiento directo contra las fuerzas represivas que, directamente y al contrario de nosotrxs, heredan la responsabilidad ética, moral y política de los verdugos. El 29 de marzo en Chile es la imposición de un límite absoluto al silencio sobre el cual se fundó la distribución desigual de la riqueza, pero también, de la tranquilidad. Y ante esa cruda afirmación radical, el día del Joven Combatiente sigue siendo un gesto de honra, de memoria, de venganza contra las más diversas figuras responsables de preservar ese principio de injusticia y olvido.

El 29 de marzo no necesita justificarse, ni entenderse, ni institucionalizarse, exige implicarse, atenderse, albergarse. Luisa Toledo y Manuel Vergara, Rafael, Eduardo, Pablo, Aracely, sus nombres no esperan nada más que ser atendidos y recordados. Sus memorias, biografías, historias, corajes, paradojas, contradicciones requieren ser veladas como lo que fueron y siguen siendo hasta hoy: un grito encarnado y absoluto por justicia. El 29 de marzo es la afirmación afectiva de una valentía maternal que se hereda y que se cultiva en la lucha: en el enfrentamiento directo, pero también en la construcción cooperativa de nuevas infraestructuras para la vida digna. El 29 de marzo es la educación afectiva del porvenir. Es el cariño afectivo y la intimidad revolucionaria que justifica el odio y quemarlo todo ante la violencia organizada y la distribucion desigual del derecho a la tranquilidad. Que el nombre de Luisa Toledo no se olvide jamás, así como tampoco, el de Mariano Puga y todes aquellxs que sintieron la exigencia de luchar por quiénes no tenían nombre ni lugar en la historia de los vencedores. Por un 29 de marzo intransigente, de cuidados mutuos y una responsabilidad ética salvaje. ¡Por quiénes ya no están, pero también por los que vendrán!

Autor: colapsoydesvio

ig: https://www.instagram.com/colapsoydesvio/

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