Contra la computadora y su mundo The Destructionist International
Traducido por: Luz y Vida (Revisado por Amapola Fuentes).
Originalmente publicado en inglés en Ill Will, el 8 de noviembre de 2024. También disponible en Turco en el blog heimatloskultu.
Disponible en PDF acá.
Mientras su nueva película Breached: A Chronicle of Cargo Theft comienza a proyectarse, Andrew Culp y Thomas Dekeyser, de la «Internacional Destruccionista», se sentaron con Ian Alan Paul[1] para hablar de su crítica de la tecnología y la política, su enfoque del documental contemporáneo y su adopción de prácticas de negatividad.
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Ian Alan Paul: Quería empezar nuestra conversación con Machines in Flames (2022), su película experimental que aborda la historia del grupo militante francés CLODO, un colectivo que incendió empresas tecnológicas a principios de los años ochenta. El proyecto articula una crítica de Internet como archivo global, uno que sirve a los intereses de la cibernética y la policía, y en el que, según nos enteramos en la película, se ve implicado su propio proceso de investigación. En un momento dado, el narrador reflexiona sobre el riesgo de que la búsqueda de rastros online de los ataques de CLODO reproduzca la “lógica detectivesca de lo digital”, y acaba preguntándose: ¿puede un ataque contra un archivo “documentarse o representarse alguna vez sin reiterar su lógica?”. Haciéndome eco de esta preocupación en la película, permítanme preguntarles: ahora vemos revueltas militantes emprendidas explícitamente contra el desarrollo y el despliegue de diversas tecnologías digitales —muchas de las cuales se han organizado hasta cierto punto en línea e incluso acaban circulando allí también como contenido— y, sin embargo, parece que han sido incapaces de superar por completo o escapar formalmente a la lógica informática de los sistemas que luchan por desmantelar. ¿Cómo nos ofrece CLODO otra forma de pensar la historia de Internet y lo que significa resistirse a su función archivadora y represiva en la sociedad capitalista?
Andrew Culp: El atractivo de la tecnología es fuerte. Promete dulcemente hacer la vida más fácil y más poderosa simultáneamente. CLODO surgió en un momento decisivo: el microordenador acababa de llegar al mercado de consumo. No hay más que ver la portada del número de la revista alternativa Terminal que publicó por primera vez los comunicados de CLODO. La portada advertía de que “Los pequeños se están apoderando de los grandes”, advirtiendo de que los ordenadores centrales estaban siendo rápidamente desplazados por los ordenadores de escritorio. Y como ahora sabemos, incluso los ordenadores de escritorio acabarían siendo reemplazados por nanocomputadores lo bastante pequeños como para llevarlos en el bolsillo e incrustados en el paisaje a través de sensores, cámaras y dispositivos «inteligentes». CLODO ofrece una refrescante alternativa a la historia predominante de que esta transición fue un cuento de los Jetsons de comodidad y empoderamiento: que los visionarios tecnológicos desarrollaron dispositivos cada vez más útiles que fueron adoptados con avidez por una floreciente clase consumidora ansiosa por alcanzar una nueva vida de lujo.
Durante un tiempo, la crítica de CLODO a la tecnología se agrupó con la de los luditas. Ciertamente hay una afinidad; pero la crítica de los luditas era una reacción obrera contra las falsas promesas del ocio. Como Marx escribiría más tarde, los capitalistas introducen una tecnología cada vez mejor para asegurarse una plusganancia a corto plazo y para disciplinar al trabajo —si la vida de alguien se hace más fácil, es la del directivo que utiliza la palabra “eficiencia” como eufemismo para ampliar el número de trabajadores a los que vigila y manda.
Las críticas de CLODO fueron más proféticas. A principios de los años 80, ya veían hacia dónde se dirigía el arco de la computación. Por un lado, el ordenador no se alejaría del nexo de su aparición, el dispositivo prototípico del complejo militar-industrial de posguerra. Su uso original había estado ligado a estudios de bombardeo, trazado de artillería antiaérea y diseño de bombas atómicas. Como grupo de acción directa, CLODO tenía como objetivo las empresas informáticas vinculadas al ejército, el estado de seguridad, la policía y la industria a gran escala. Por otra parte, sin embargo, CLODO tenía un sentido notablemente clarividente de lo que depararían los futuros avances de la computación, a saber, que resultarían integrales en la regulación de todos los aspectos de la vida social a través de una lógica similar a la policial. “Informa-flic”, como decían en un grafiti, en la jerga francesa info-policing [informa-tique/flic].
Los primeros disparos de esta campaña policial se pueden encontrar en la ingeniosa biografía de Tom Vague sobre la Facción del Ejército Rojo, Televisionaries. En ella nos enteramos de que en 1971, cuando Herold Horst tomó las riendas de la Bundeskriminalamt (la versión de Alemania Occidental del FBI), pudo poner en práctica los “Principios organizativos para el procesamiento electrónico de datos en la aplicación de la ley” que había esbozado pocos años antes. El relato oficial es que Herold dirigió una persecución sistemática que liquidó con éxito a la RAF. Pero según Vague, Herold llegó a estar “tan obsesionado con su ordenador que se mudó al complejo para poder estar con él todo el tiempo”. El resultado de esta obsesión fue una base de datos de casi cinco millones de nombres, 3.100 organizaciones y más de dos millones de huellas dactilares y fotografías en 1979. En resumen, los experimentos que sirvieron para desarrollar la policía informática/cibernética moderna comenzaron con la caza de militantes políticos.
Thomas Dekeyser: Esta particular historia de la computación suscitó una serie de preguntas sobre nuestra propia fascinación, como investigadores y cineastas, por CLODO. Los documentalistas suelen considerar que su tarea es arrojar luz sobre casos olvidados, establecer conexiones que antes se pasaban por alto. Pero este objetivo parece inquietantemente cercano al de las «informa-flics» que CLODO pretendía condenar. Por eso nos pasamos gran parte de la película preguntándonos: ¿estábamos ampliando las prácticas de identificación, mapeo y correlación que la policía había iniciado en la década de 1980 cuando elaboraba perfiles de CLODO y se sentaba en vehículos ante lo que creía que serían los próximos objetivos nocturnos de CLODO? Considerábamos que era nuestro deber al menos intentar renunciar al impulso de “llenar los vacíos de la historia” y, en su lugar, ampliarlos mediante el uso estratégico del secretismo y la mistificación.
Más allá de la esfera de la investigación o el cine, la cuestión de la “fiebre de los archivos” —el acertado término de Derrida para referirse al atractivo de archivar— es algo que, en nuestra opinión, la política tecnológica debe tomarse más en serio. Como señalas, Ian, incluso las acciones más radicales acaban a menudo como nuevos impulsos que alimentan el archivo digital, a menudo emparejando imágenes con una llamada a la participación y una lista de demandas claras. Encontramos una alternativa en la trayectoria de CLODO, que describimos en la película como una instanciación del “an-archivo”: la ofuscación humorística en el corazón de sus tres comunicados, su rechazo a las “estrategias de reclutamiento” y su autoaniquilación después de tres años. Al igual que el Grupo Volcano (Vulkangruppe) que, en 2024, prendió fuego a los suministros eléctricos de la Gigafactoría Tesla de Berlín, CLODO esboza los contornos de una política tecnológica que ya no está enamorada de alimentar la red con nuevos recursos, sino que prefiere matarla de hambre. Saben bien que hablar con palabras, imágenes e ideas familiares se convierte con demasiada facilidad en la solidificación, si no la expansión, de nuestro presente tecnológico.
IAP: Machines in Flames evoca la ontología entrópica de la información, que amenaza por igual a los registros digitales y analógicos. Como deja claro el narrador de la película, el celuloide es eminentemente inflamable y los centros de datos siempre corren el riesgo de sobrecalentarse, arder y fundirse en piscinas tóxicas de silicio. A nivel de software, la película también plantea que los virus y la encriptación ofrecen un medio de destrucción ya integrado lógicamente en los medios informáticos de producción y control, armas que pueden volver a las máquinas algorítmicas irremediablemente contra sí mismas.
En otras secciones de la película, una cámara anónima deambula de noche entre algunos de los objetivos de CLODO en Toulouse, recorriendo a la deriva los contornos tecno-geográficos de la ciudad. Todo parece imponente, securizado y controlado, y sin embargo también parece totalmente expuesto y vulnerable a las oscuras conspiraciones que la película sugiere que acechan por todas partes. No podemos evitar preguntarnos, mientras miramos, si las explosiones del pasado de CLODO volverán a estallar en nuestras pantallas en el presente.
En estas elecciones formales, la posibilidad de ataque parece surgir desde dentro y, en última instancia, contra las tecnologías que administran la sociedad. La computación no se presenta como otra industria que necesita regulación o reforma, sino como la infraestructura de dominación social del presente y una reserva de potencial destructivo a la espera de ser activada. ¿Podrían decirnos algo más sobre el diagrama que traza la película entre la informática y su destrucción?
TD: Tienes razón al establecer una conexión entre la violencia de la computación y la de CLODO. Cada uno, a su manera, aviva las llamas de la destrucción: la computación a través de su incrustación en la construcción, dirección y gestión de máquinas de guerra; CLODO en las cerillas, explosivos y llamas que arma para deshacerlas. La voluntad de CLODO de seguir a la computación en el camino de la destrucción es lo que les diferencia de otros grupos activos en la época, y la razón por la que causaron tanta indignación. El Partido Comunista Francés [PCF] estaba tan horrorizado por la insistencia de CLODO en la abolición por encima de la reforma que escribió artículos de opinión en el periódico declarando su propia fe en el potencial de la computación en la lucha por la emancipación de los trabajadores. Por ejemplo, escriben: “Nada justifica romper las herramientas de trabajo. [Nosotros] subrayamos, por el contrario, las inmensas posibilidades que ofrecen la informática y la microelectrónica para la liberación de los pueblos de todas las formas de explotación y opresión”. Al igual que los destructores de máquinas del siglo XIX, CLODO veía la pretensión de liberación de la informática como una medida más de control, esté en manos de quien esté. La destrucción está tan arraigada en la computación, apostilló CLODO, sus orígenes están tan manchados de sangre (recordemos que el primer ordenador, el ENIAC, se diseñó para calcular las tablas de tiro balístico de la Segunda Guerra Mundial), que sólo hay una respuesta adecuada: quemarlo hasta los cimientos.
Sin embargo, sería un error interpretar CLODO como un simple reflejo del gusto por la destrucción que encuentra en la computación. Su relación no es la de una dialéctica en la que el militante copia el modelo, la definición y las gramáticas de lo que pretende desmantelar. CLODO tomó las chispas de la destrucción en la computación y las llevó a su conclusión extrema. Las industrias de la computación mantuvieron fuera de su campo de tiro todo lo que sostiene y alimenta cuidadosamente al Estado y al capital —las formas de propiedad, las relaciones salariales, los márgenes de beneficio—. En manos del grupo militante, la destrucción se desprendió de las rupturas que la contienen, convirtiéndose casi en un todo en el camino. La esperanza de CLODO parecía ser socavar, en todas sus fases, las formas organizativas, los programas rígidos y el deseo de reconocimiento y reclutamiento que caracteriza a las industrias informáticas tanto como a los tecno-reformistas que pretenden cambiarlas. Un vistazo a sus juguetones comunicados y a su “autoentrevista” lo hace más que evidente. Al final, CLODO llegó a auto-abolirse, al cabo de tres años, para no volver a saber de él. Al contrario de sostener una negación dialéctica, CLODO pretendía atacar la propia lógica de la relación, incluida la relación constitutiva consigo mismo. Esta implacabilidad es en parte lo que nos atrae de CLODO, y por lo que pensamos que tiene una dimensión cósmica. El abolicionismo de CLODO está en la modalidad de una entropía cósmica que engulle mundos enteros, acelerando sus caminos de destrucción.
AC: Ambos están aludiendo a lo que separa a CLODO de tantos otros —tanto de sus enemigos, el complejo militar-informático-industrial, como de sus camaradas, la izquierda militante antiimperialista—, a saber, su metafísica (o más coloquialmente: su “visión del mundo”). Previeron cómo la computación pesaría aún más en nuestra conciencia colectiva que cualquier otra cosa. Dicho de otro modo, más allá del papel que desempeñan los ordenadores en la cocción del planeta hasta la muerte, la mayor tragedia de la computación ubicua es cómo coloniza la mente.
Una de las historias que nos ayudan a enmarcar la película es la de la “investigación de operaciones”. Este es el nombre que los militares dieron a su “ciencia” de la toma de decisiones, que ayudó a convertir la guerra en un proceso industrial. La administración tomó el modelo de fábrica y lo aplicó a matar. La cuantificación era el rey. La logística se convirtió en la forma de ganar batallas, y la microeconomía ayudó a que la guerra funcionara como un negocio. La gran ironía: este golpe de gestión fue un éxito ideológico, pero a menudo condujo al fracaso en el campo de batalla.
Consideremos una película oficial del Departamento de Guerra de EEUU estrenada en 1944, “El caso de la tremenda bagatela”. Ofrece un relato ficticio de la planificación del bombardeo estratégico estadounidense de 1943 contra la industria alemana de rodamientos de bolas. Cosas tan insignificantes como los cojinetes de bolas son puntos de estrangulamiento estratégicos que pasan desapercibidos para cualquiera que no preste atención a los entresijos técnicos del nuevo enfoque industrial de la guerra. Pensando como ingenieros eléctricos que inspeccionan un diagrama de circuito, los planificadores de la guerra dedicaron valiosos recursos a un arriesgado bombardeo que les costó aviones y vidas. La película lo presenta como un éxito. Pero en realidad, la producción de los rodamientos de bolas era tan insignificante que Alemania ya había acumulado muchos más de los que jamás necesitaría. El enfoque supuestamente eficaz y científico de la guerra fue un ejercicio de derroche de muertes innecesarias.
¿Por qué menciono esto? Porque demuestra cómo la consecuencia psíquica de la computación es un estilo de pensamiento tecno-estratégico miope. Nuestra cultura se ha visto consumida por la fantasía de las soluciones técnicas a los problemas sociales, que se deriva de una creencia casi mística en el poder del cálculo: una sobrestimación de la importancia de conceptos como eficiencia, simulación, toma automática de decisiones, análisis basado en datos y, más en general, métodos econométricos. La creencia en esto es tan fuerte que la vida social parece ahora dirigida por «visionarios» que azuzan el entusiasmo por capacidades computacionales que aún no existen, y puede que nunca existan. Esto indica algo funesto: aunque todos los semiconductores del mundo se frieran mañana en una gigantesca tormenta solar, la forma de pensar imperante no cambiaría ni un ápice.
Demasiada de la izquierda fue cómplice de ello. Muchos camaradas estaban a la vez medio en lo cierto y completamente equivocados. La RAF y otros grupos militantes identificaron correctamente la computación industrial como un eslabón de la gran cadena capitalista de computación. Pero incluso mientras bombardeaban estos dispositivos, la mayoría de ellos cayeron más profundamente en el análisis tecno-estratégico de la geopolítica global de sus enemigos.
Lo más refrescante de CLODO es su rechazo a ese pensamiento tecno-estratégico. A diferencia de la guerrilla, no plantearon sus acciones en el lenguaje paramilitar de las campañas estratégicas. Hablando principalmente a través del graffiti, actuaron con decisión contra la computación en lugar de debatir sus méritos. Y en los escasos escritos que publicaron, no condenaban los ordenadores en sí, sino el mundo de los computadores. Su argumento es que no venceremos al autoritarismo de los ordenadores con dispositivos más inteligentes o una gestión más inteligente (por ejemplo, un control socialista o comunista); el único camino es encontrar y salir de la mente computacional.
IAP: Hay una distinción interesante entre la lógica de la computación, que aspira a calcular y orquestar cada actividad y relación en todo el planeta, y CLODO, que desea atacar estas formas computacionales de forma que no se subsuman en su lógica ni la reproduzcan. ¿Podrían elaborar cómo CLODO persigue una vía contra la dominación algorítmica, una que intente eludir el pensamiento estratégico y la lógica totalizadora de la computación sin replegarse en episodios aislados de resistencia que, en cierta medida, siempre están modelados, predichos y explicados por el poder?
AC: Esta es una pregunta que surge a menudo en las sesiones de preguntas y respuestas que siguen a la película. Los espectadores preguntan: ¿ofrece CLODO una estrategia que podría adoptarse hoy en día? Siempre tenemos que decepcionar a la gente. Parece que CLODO no tenía objetivos “estratégicos”. En la película, establecemos una analogía entre ellos y la ignición espontánea de viejas películas de nitrato. En cierto modo, sus acciones están mucho más cerca de un motín carcelario que de una huelga en una fábrica. Paul Virilio introdujo el famoso concepto de “accidente integral”, según el cual la invención del tren inventó simultáneamente el accidente ferroviario. Trasladamos esto al registro social: cuando empezaron a fabricar ordenadores para el diseño de bombas de hidrógeno, también empezaron a fabricar CLODO.
Los planificadores suelen ponerse nerviosos cuando decimos esto. No soportan la resistencia “local” y exigen que se “amplíe”. Pero ¿Cómo podría hacerse eso aquí? En nuestra opinión, CLODO sólo tuvo éxito porque conocía la ciudad lo suficiente como para pensar y actuar como ladrones. Lo que les impidió ser identificados o capturados fue camuflarse entre multitudes amigables. Hay formas de que otros actúen en solidaridad o incluso aprendan de su ejemplo, pero sólo si se adoptan desde el punto de vista de una célula encubierta o una red autónoma. La falta de un centro es lo que hace que estos enfoques sean más efectivos: sin liderazgo, las fuerzas de represión tienen que atacar a toda la red, una por una.
IAP: Machines in Flames fue lanzado como el primer proyecto de la “Internacional Destruccionista” (ID), un grupo cuyas ideas se articulan en “A Manifesto for Destructionist Film”, que también apareció en 2022. Rechazando el infodoc y su obsesión por la exposición, el documental de entretenimiento y su catarsis de TED Talk, y el compromiso obsoleto de la vanguardia histórica con el distanciamiento, la ID abraza en cambio “lo negativo en todas sus formas” y aspira a desplegar “armas visuales-conceptuales” contra el mundo en su conjunto. Leyendo de nuevo el manifiesto hace poco, recordé la tesis de Guy Debord[2] de que lo que se necesitaba no era una negación del estilo, sino un estilo de negación, un enfoque que la ID parece haber adoptado. En un momento en el que la cultura se ha volcado cada vez más en la producción y circulación de visualizaciones ricas en datos, plataformas participativas en línea y verdades forenses muy pulidas, ¿de qué manera el giro de la ID hacia lo negativo nos permite repensar lo que el cine puede hacer (y deshacer), ofreciendo quizás no nuevos comienzos sino un giro hacia el final?
AC: Hay mucho más en juego con los nombres de lo que podría parecer a primera vista. Hay una noción derrideana: nombrar algo es inmovilizarlo, prepararlo para la muerte. A la inversa, los nombres propios nos permiten dirigirnos a lo que hace que algo sea singular.
El nombre de “Internacional Destruccionista” no llegó hasta que no estuvimos profundamente inmersos en el proyecto CLODO. Nos hicimos sobre ellos una pregunta similar a la que usted se ha hecho sobre los nombres: ¿Cuál es la “existencia” de una entidad que sólo puede existir en condiciones especiales? Lo que descubrimos es que hay subjetividades raras que aparecen en el calor de un momento, pero no en el mundo frío y duro de la vida cotidiana.
Existe una larga tradición de ridiculizar las erupciones menores como las creadas por CLODO. Los leninistas acusan a los insurrectos de espontaneidad aventurera infantil, mientras que los tecno-solucionistas descartan de plano cualquier cosa que se resista a ser “reproducida a escala”. Pero estamos convencidos de que el verdadero cambio no lo impulsan los políticos ni los burócratas. Lo que marca la diferencia no son las infraestructuras organizativas, sino los acontecimientos intervencionistas.
Tenemos poca paciencia para el nauseabundo desfile de exposiciones que ondean bajo la bandera del “documental”. Su único truco es la lástima liberal: perfilar a la víctima perfecta cuya historia de injusticia se gana la indignación del espectador. Afirman que les mueve la empatía. Pero no es eso lo que ocurre en realidad. Es un impulso voyeurista, pornográfico, de apoderarse de lo que se puede ver.
Las fuerzas revolucionarias que derrocarán el patriarcado, subvertirán el capitalismo y desmantelarán la dominación racial no necesitan nuestra compasión. Son poderosas, peligrosas e intrínsecamente amenazadoras. Sería un grave error presentarlas como débiles o patéticas. Por ello, nos negamos a contar historias en las que los sistemas de poder son los principales impulsores. Ponemos nuestro destino en manos de estas fuerzas de destrucción.
Para ser un poco didácticos, son las propias fuerzas de destrucción las que componen la “Internacional Destruccionista”. Es una internacional sin estatutos, cuyas bases rara vez son miembros con carné. Thomas, Dana, otros y yo formamos una fracción menor de la internacional, constituyendo un comité temporal de cine, un órgano literario o lo que sea —continuando nuestras contribuciones mientras consideremos que hay trabajo que hacer.
IAP: Tras Machines in Flames y el manifiesto, la “Internacional Destruccionista” tiene un nuevo proyecto cinematográfico que se estrenará próximamente titulado Breached: A Chronicle of Cargo Theft, que aborda los flujos logísticos y los tendones del capital global desde la perspectiva de un trabajador descontento. ¿Qué los llevó a emprender este nuevo proyecto? ¿Cómo lo situarían en relación con su obra anterior? ¿Qué más pueden decirnos sobre él, ahora que empieza a proyectarse?
TD: Al igual que Machines in Flames, Breached sigue las huellas de un colectivo al que normalmente se le niega el estatus de “sujeto político”. Más que bombarderos de computadores, los protagonistas de Breached son saqueadores. En Los Ángeles, en 2021, esta gente identificó un cuello de botella crucial en las redes del capital global, donde los trenes de mercancías se vieron obligados a detenerse. La noticia se difundió rápidamente. Redes organizadas comenzaron a visitar las vías del tren casi todas las noches, abriendo contenedores y vaciando su contenido en masa. Poco después, las imágenes de los laterales de los trenes llenos de cartones se hicieron virales. Representantes del Estado, los medios de comunicación, y el capital descendieron a Lincoln Heights calificando las escenas de atrocidad, el tipo de cosa que podría verse “en un país del tercer mundo”, en palabras del gobernador de California, Newson, y a la que, por extensión, hay que poner fin inmediatamente por la fuerza que sea necesaria.
En la película nos preguntamos: ¿Qué hace que el contenedor sea tan sagrado y su violación tan escandalosa? ¿Por qué los estadounidenses tienen una affaire amorosa con los asaltantes de trenes vaqueros mientras deshonran a sus herederos contemporáneos? Para examinar estas cuestiones, viajamos a través de paisajes de logística, infraestructura y vigilancia, a la vez violentos y frágiles, guiados por un trabajador cercano que relata sus encuentros con los saqueadores y el peligroso atractivo de sus acciones.
Los primeros “miembros del público” que vieron la película fueron los que se habían visto afectados de forma más inmediata por los robos de cargamentos: los compradores en línea cuyos paquetes nunca llegaron. Encontramos sus direcciones en las cajas rotas de Amazon y UPS mientras filmábamos en las vías del tren, y les enviamos a la “Línea directa de robos de carga ID” donde recibieron un enlace privado a la película. No sabemos qué les pareció la película, ni siquiera si la vieron entera. Los lectores de esta entrevista pueden ser un público más apropiado. A quienes piensen que esto puede ser cierto y quieran organizar una proyección, les animamos a que se pongan en contacto con nosotros.
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Notas de la traducción al español:
[1] Más artículos del IAP pueden ser encontrados en su página web: https://www.ianalanpaul.com
[2] Esta referencia hace alusión a Debord, G. La Sociedad del Espectáculo, Tesis 204: La teoría crítica debe comunicarse en su propio lenguaje. El lenguaje de la contradicción, que debe ser dialéctico en su forma como lo es en su contenido. Crítica de la totalidad y crítica histórica. No es un “grado cero de la escritura” sino su inversión. No es una negación del estilo, sino el estilo de la negación.