Texto original en inglés publicado el 10 de agosto del 2025 en: https://philneel.substack.com/p/welcome-to-the-planetary-factory
Traducción por Amapola Fuentes para Colapso y Desvío.
Sobre el autor: Phil A. Neel es un geógrafo comunista radicado en el noroeste del Pacífico. Es autor de Hinterland: America’s New Landscape of Class and Conflict (2018), y más recientemente de Hellworld: The Human Species and the Planetary Factory (2025).
Mientras escribo esto, las lluvias torrenciales han llevado a evacuaciones masivas y a un gran número de víctimas en la provincia de Guizhou, en China, donde más de 80.000 personas han sido evacuadas; en el noreste de la India, donde al menos 44 personas han muerto a causa de las inundaciones y los deslizamientos de tierra; y en Texas, en Estados Unidos, donde el río Guadalupe creció 8 metros en solo 45 minutos, lo que provocó más de un centenar de muertes. Apenas unas semanas antes, gran parte del este de Estados Unidos se vio afectada por una ola de calor húmedo tan extrema que al menos tres trabajadores murieron cuando se superaron las temperaturas de “bulbo húmedo”. Entre principios de marzo y finales de junio, los casos de golpes de calor se dispararon en toda la India, con al menos 14 muertes confirmadas (la cifra real probablemente sea mucho mayor). En el este de China, la “temporada sanfu” subtropical, cuando el calor alcanza su punto álgido en verano, ha comenzado cada vez más temprano, lo que supone una carga para la red eléctrica.
Tampoco se trata de desastres “naturales” en ningún sentido. En el suroeste de China, las inundaciones repentinas se han visto agravadas por el rápido desarrollo del espacio construido, ya que los proyectos de construcción en el interior montañoso arrancan la vegetación y recubren las zonas de drenaje con cemento. En Estados Unidos, los desastres se describen mejor como una forma catastrófica de deterioro del desarrollo, ya que el deterioro de las infraestructuras y los recortes severos en las agencias federales de emergencia y de control atmosférico fueron en parte responsables del número de víctimas mortales en Texas y de catástrofes similares en temporadas anteriores de huracanes e incendios. Sin embargo, en todos los casos, el carácter “natural” de estos desastres se pone en duda por su evidente relación con el cambio climático antropogénico. Por esta razón, muchos son también consecuencia de la incapacidad o la falta de voluntad para adaptar nuestras infraestructuras a un mundo cada vez más inhabitable. Por ejemplo, en Europa, al igual que en la India, la falta de una infraestructura generalizada de aire acondicionado hace que el calor extremo provoque una ola de muertes cada año: hasta 175.000 al año.
Mientras tanto, la prolongada pero espasmódica transformación de las redes comerciales mundiales había provocado una inflación constante de los precios de los activos, junto con una mayor volatilidad en el coste de los productos básicos, ya que los aranceles se amenazaban, se eliminaban y se volvían a imponer según los caprichos políticos. Las cadenas de suministro, ya de por sí tensas, comenzaron a romperse. Como resultado, las condiciones deflacionistas en China han provocado una crisis de empleo sostenida, mientras que las condiciones inflacionistas en otros lugares han dado lugar a la peor crisis del coste de la vida en una generación, que afecta tanto a los países pobres como a los ricos. La geopolítica se ha convertido, literalmente, en una cuestión vital en gran parte del mundo, ya que cientos de millones de jóvenes ven en directo un genocidio y ven en él no solo nuestro mundo cada vez más insensible, sino también su propio futuro inmediato, iluminado por enjambres de drones y la luz repentina de las bombas que caen sobre campos de acero retorcido. Ya sea ecológico, económico o político, parece que lo “planetario” es ahora, en todos los sentidos, inmediato.
Esta nueva realidad se conceptualizó por primera vez en las ciencias naturales, que introdujeron términos como “antropoceno” en el lenguaje común. En el mismo sentido, el geomorfólogo Robert K. Haff propuso el término “tecnosfera” para describir “el conjunto interrelacionado de sistemas de comunicación, transporte, burocráticos y de otro tipo que actúan para metabolizar los combustibles fósiles y otros recursos energéticos”. Ahora que opera a escala de un sistema geosférico, la suma de la tecnología humana podría considerarse “un fenómeno geológico” que “muestra una apropiación a gran escala de recursos de masa y energía, tiende a cooptar para su propio uso la información producida por el medio ambiente y es autónomo”.[1] Como resultado, según Haff, “los seres humanos se han visto atrapados en la matriz de la tecnología y ahora se ven arrastrados por… dinámicas supervenientes de las que no pueden escapar y sobrevivir al mismo tiempo”[2]. Y la mayor parte de estas tecnologías son de carácter industrial, lo que se hace visible en la expansión simultánea de gigantescas infraestructuras biológicas (monocultivos, granjas industriales, plantaciones de árboles, parques y reservas forestales, etc.) y la enorme masa de material abiótico que pulsa entre los continentes en todo momento y se deposita en estratos superpuestos de instalaciones técnicas (plantas y equipos, redes de transporte, complejos de viviendas, mega-presas y megapuertos, etc.) para formar un exoesqueleto de hormigón y acero que envuelve el planeta.
Aunque a primera vista pueda parecer que este sistema geosférico está impulsado por la “agencia” cuasi autónoma y esencialmente termodinámica de este exoesqueleto técnico (como afirma el propio Haff), lo que Haff denomina “tecnosfera” se entiende mejor como una nueva geografía planetaria acumulada a través del movimiento continuo de fuerzas claramente sociales a lo largo de la superficie de la Tierra. Constelaciones resplandecientes de espacio urbano, minas megalíticas excavadas en las cimas de las montañas, océanos de grano tembloroso, glaciares desnudos y resbaladizos con charcos de agua derretida, bosques que arden en naranja contra el cielo: todos son elementos de una “nueva naturaleza” esculpida no por la tecnología ni siquiera por una “humanidad” genérica, sino por los imperativos específicos de la sociedad capitalista. Se trata menos de “tecnología” y más de “técnica”, en el sentido utilizado por Lewis Mumford, para quien la invención técnica servía en última instancia a los imperativos sociales:
Para entender el papel dominante que juega la técnica en la civilización moderna, hay que explorar en detalle el periodo previo de preparación ideológica y social. No basta con explicar la existencia de los nuevos instrumentos mecánicos: hay que explicar la cultura que estaba lista para usarlos y sacarles tanto provecho.[3]
Como describe Jason W. Moore: “Para Mumford, el poder y la producción en el capitalismo encarnaban y reproducían un vasto repertorio cultural y simbólico que era causa, condición y consecuencia de la forma específica de avance técnico de la modernidad”.[4]
Es en este sentido que los geógrafos urbanos Neil Brenner y Christian Schmid, basándose en Henri Lefebvre, se refieren a un proceso de “urbanización planetaria”, en el que la desagrarización y la concentración urbana han llegado a un punto crítico más allá del cual se alcanza una “urbanización completa”, en la que incluso las zonas aparentemente “rurales” se convierten en “tierras técnicas” al servicio de las necesidades urbanas. Esta urbanización completa se convierte así en
un parámetro básico para las relaciones sociales y medioambientales planetarias, que impone nuevas restricciones al uso y la transformación del entorno construido a escala mundial, desencadenando desigualdades, conflictos y peligros potencialmente catastróficos, pero que también alberga nuevas oportunidades para la apropiación democrática y la autogestión del espacio a todas las escalas.[5]
Martín Arboleda describe el concepto con más detalle:
A diferencia de los “espacios de flujos” y las “modernidades líquidas” que poblaban las visiones anteriores de la globalización, la noción de lo planetario designa un terreno enrevesado en el que coexisten vallas, muros y fronteras militarizadas con cadenas de suministro en expansión e infraestructuras complejas de conectividad. Este ámbito está atravesado por tendencias profundamente contradictorias y, sin embargo, complementarias hacia una integración funcional avanzada en la economía mundial y hacia una fragmentación étnico-racial y socioespacial radical.[6]
Como resultado, Arboleda es capaz de tratar tanto al sector extractivo como a los sitios extractivos específicos como encarnaciones de una “mina planetaria” que funciona como un momento clave en el metabolismo de la sociedad capitalista, que ahora opera a escala geosférica.
Si la “mina planetaria” captura el carácter extractivo de la “urbanización planetaria”, literalmente grabado en la corteza terrestre mediante la extracción de masa (las minas individuales entendidas como “ciudades invertidas”), el concepto de “fábrica planetaria” desplegado en este proyecto pretende invocar el mismo proceso en su dimensión positiva, rastreando cómo esta masa es transmutada y redistribuida a través de la corteza terrestre por el trabajo humano para formar una cultura material distintivamente capitalista, visible tanto en la avalancha de productos de consumo que pululan por la superficie del globo en cualquier momento dado como en la lenta acumulación de nuevas geografías físicas en un ciclo continuo de implantación, demolición y reconstrucción.[7] Para que estos espacios puedan sustentar la vida, también se necesitan enormes infraestructuras reproductivas (es decir, gigantescos complejos residenciales, redes eléctricas que abarcan todo el continente, sistemas avanzados de agua y residuos y, por supuesto, ejércitos de trabajadores reproductivos, remunerados y no remunerados), por lo que la fábrica planetaria puede clasificarse dentro de una “fábrica social planetaria” más amplia.[8]
Sin embargo, al mismo tiempo, insistir en que el mundo productivo depende de una base reproductiva es, de hecho, retrógrado. La geografía de la reproducción social está subordinada a la geografía del valor, visible en la estructura espacial de la esfera productiva. Por lo tanto, en la sociedad capitalista, las funciones reproductivas se convierten en auxiliares de los imperativos de la acumulación y, por lo tanto, se desarrollan como acumulaciones de segundo orden en torno a lo que los geógrafos económicos Michael Storper y Richard Walker denominan el “complejo industrial territorial”, definido en términos generales como “un extenso lugar de trabajo que pone en relación ventajosa entre sí actividades de producción dispares, a una escala y alcance mayores que el lugar de trabajo individual, la empresa o, incluso, en muchos casos, la industria”, y puede operar a múltiples escalas espaciales, incluyendo la de la “metrópolis” en su conjunto, el “complejo regional” o “cinturón industrial”, un “sistema de ciudades satélite” o incluso un “grupo de pueblos”.[9] Podemos entender el complejo industrial territorial como un nodo espacial o incluso un órgano en el metabolismo más amplio de la sociedad capitalista. La masa física extraída de la “mina planetaria” de Arboleda y la mano de obra humana (históricamente procedente de la periferia rural, pero cada vez más de territorios urbanos menos competitivos sujetos a una emigración continua y convertidos así en “cinturones industriales en decadencia”) se canalizan hacia este nodo, del que salen artefactos físicos transmutados.
La fábrica planetaria es, por lo tanto, visible en la forma concreta de la infraestructura técnica urbana construida al servicio del mercado. Pero también es visible en la “catastralización” del espacio físico y social, mediante la cual el territorio se divide en parcelas de propiedad no superpuestas (catastros), cada una con un propietario claramente designado. Aunque abstracto, el catastro es tan visible como la propia expansión del espacio urbano. Tomemos, por ejemplo, la fotografía satelital utilizada como avatar para esta página:

La imagen es una versión ligeramente modificada de una fotografía en infrarrojo cercano tomada del delta del río Perla en China por Landsat en 1995. Dado que la vegetación se capta fácilmente en infrarrojo, las secuencias temporales de imágenes satelitales como esta se utilizan a menudo para rastrear y cuantificar la urbanización. Aquí hay otro ejemplo de la misma región, comparando 1973 con 2003:


Además de mostrar el desplazamiento de la vegetación por el hormigón y el acero, estas imágenes también ilustran la catastralización del espacio, en la medida en que las cuadrículas geométricas que surgen a través del proceso de desarrollo expresan simultáneamente las divisiones sociales. Aunque son abstracciones sociales que expresan una determinada forma de propiedad, los catastros suelen ser literalmente visibles en la parcelación del terreno y, por lo tanto, se convierten en una característica de la geografía física. Por ejemplo, la misma zona ampliada ligeramente, vista en abril de 2025 (capturada por Sentinel-2), ilustra claramente un extenso sistema catastral que abarca el espacio construido, la vegetación e incluso el territorio acuático a lo largo del río:

De forma similar, en estas imágenes sin procesar de la vegetación y el espacio urbanizado a menudo se pueden apreciar divisiones geopolíticas aún más grandes. Aquí, por ejemplo, está la frontera entre Estados Unidos y México que separa Calexico de Mexicali, fotografiada en julio de 2025:

Y, en las últimas fronteras de la sociedad de consumo, donde el mercado se está extendiendo ahora a territorios que antes se encontraban en la periferia del capitalismo global —y que ahora han sido completamente absorbidos por él, funcionando como zonas de influencia en lugar de periferias—, la profundización de estas relaciones sociales es literalmente visible en la aparición gradual de esta red catastral en zonas que antes parecían selvas enmarañadas o extensiones de desierto barridas por la arena. Aquí, por ejemplo, se encuentra un rincón rural del sureste de la República Democrática del Congo (en la provincia de Tanganica, al este del lago Tanganica, al norte del lago Mweru Wantipa y de la frontera con Zambia), donde las relaciones de mercado están avanzando a través de una constelación en expansión de minas artesanales y cultivos comerciales afiliados, también fotografiada en julio de 2025:

Sin embargo, en su conjunto, la fábrica planetaria quizá se capture mejor no en imágenes estáticas de su “exoesqueleto técnico” ni siquiera en las estructuras sociales que sostienen este caparazón, sino en la imagen dinámica y enérgica que se aprecia en las mediciones de las emisiones de dióxido de nitrógeno (NO2). Aunque el NO2 solo representa una parte relativamente pequeña de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, la teledetección del NO2 permite captar una imagen relativamente inmediata de la actividad industrial humana y, en particular, visualiza la dimensión agroecológica de esta actividad a través de las emisiones procedentes de elementos como el suelo fertilizado, la quema de residuos agrícolas y la deforestación. Quizás la imagen más concisa de la “fábrica planetaria” sea, por lo tanto, algo parecido a esta imagen de las emisiones medias globales de NO2 de 2018, captada por el satélite Snetinel-5P:

Fuente, esquema de colores simplificado.
En este mapa, el NO2 aparece en forma de nubes oscuras, coloreadas en rojo en las concentraciones más altas.[10] Las rutas comerciales son literalmente visibles en esta nube, incluyendo estrechos tramos de transporte marítimo de contenedores a través de los océanos. Aunque las concentraciones más densas se encuentran alrededor de las zonas urbanas, también son visibles las zonas agrícolas, como en gran parte del territorio continental de Estados Unidos. El mapa también muestra la deforestación en curso en África Central y los focos de quema de carbón y cultivos en lugares como Sudáfrica, toda la India y la llanura central de China. Pero la característica más distintiva del mapa es quizás su representación concreta de todos los nodos centrales de la industria mundial, visibles en las megaciudades de China:

Fuente, escala de color simplificada, círculos agregados.
En el mapa se han marcado con un círculo la megaciudad del delta del río Perla, la megaciudad del delta del río Yangtsé y la megaciudad Jin-Jing-Ji, esta última se extiende hacia el suroeste hasta el nuevo complejo urbano que se extiende desde Shijiazhuang hacia el sur hasta Zhengzhou. Otros núcleos urbanos consolidados son igualmente visibles: Chongqing, Chengdu, Wuhan y Xi’an en China (por no mencionar los núcleos de combustión de carbón en Shanxi y en la zona de Anshan), así como Seúl y Tokio. El complejo industrial emergente en el delta del río Rojo de Vietnam también es evidente, aunque mucho menos intenso.
Aunque estas señales físicas reflejan la expansión bruta del exoesqueleto técnico de la sociedad, no logran captar las fuerzas sociales conflictivas que lo impulsan. A escala macroscópica, estas fuerzas solo pueden documentarse mediante la abstracción de un análisis de alto nivel (como la “lógica social” del capital o, simplemente, las “leyes del movimiento” de la sociedad capitalista). Greig Charnock y Guido Starosta, ambos asociados al Centro para la Investigación como Crítica Práctica (CICP), ofrecen un resumen útil en este sentido:
En su determinación general como valor que se autovaloriza, el capital es en realidad una relación social materializada entre propietarios de mercancías diferenciados en clases sociales, que, en su forma plenamente desarrollada como capital social total, se invierte en
el sujeto (alienado) de la unidad del proceso de reproducción social y su expansión.[11]
Lo que puede describirse como la fábrica planetaria no es, por lo tanto, simplemente un sistema de flujos de materiales o cadenas de suministro corporativas interconectadas, sino la materialización de esta relación social, incluido su carácter de clase.
Más allá de esto, sin embargo, las fuerzas sociales que impulsan este “sujeto alienado” se ilustran mejor con gran detalle, a través del análisis “conjuntural” del conflicto de clases tratado como una expresión viva de una historia particular, en un territorio particular, y que expresa una confluencia particular de actividades productivas y reproductivas dentro de la división global del trabajo. Como momentos políticos, estas coyunturas también deben entenderse en su dimensión subjetiva: como la expresión de una conciencia política colectiva. Articulada en el momento a través de la acción y elaborada a posteriori en la estética, las teorías y la disposición organizativa de los participantes, esta subjetividad masiva es titubeante y a menudo indistinta. Pero su fuerza política es autoevidente. En última instancia, esta dimensión subjetiva no es reducible a las características estructurales de la fábrica planetaria. Y, sin embargo, el sujeto surge de la estructura, lo que implica que, en última instancia, debe existir alguna relación entre ambos. En términos generales, podemos pensar en la fábrica planetaria como una fuerza que limita el campo de las expresiones políticas probables (y, por lo tanto, las formas más probables de subjetividad política) al condicionar la “subjetividad productiva” del trabajador colectivo, visible en la intrincada subdivisión técnica y la distribución geográfica desigual tanto del conocimiento científico abstracto como de la experiencia práctica en la producción.
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Todas estas características de la fábrica planetaria se exploran en detalle en mi libro Hellworld: The Human Species and the Planetary Factory, ya a la venta en la serie Historical Materialism Series.[12] El proyecto es una continuación de mi libro anterior, Hinterland, que se centraba en la cambiante geografía política e industrial de los Estados Unidos. Ahora he lanzado este blog para promocionar el nuevo libro y comentar mi proceso de investigación en curso. Lo utilizaré para publicar una amplia gama de contenidos, incluyendo notas de campo, análisis de datos, reseñas bibliográficas, borradores preliminares de artículos, copias anticipadas de capítulos de libros y artículos de próxima publicación, junto con diversos documentos de archivo efímeros. Además de promocionar los libros y otros trabajos, este proyecto me permitirá reunir mi propia bibliografía en un solo lugar y, espero, proporcionar al menos una pequeña fuente de financiación para subvencionar esta investigación, lo que me permitirá dedicar menos tiempo a los trabajos menores o a los puestos de adjunto con salarios de miseria de los que actualmente dependo para sobrevivir, a falta de un trabajo más estable.
Los temas y asuntos tratados en cada mes variarán considerablemente. Una línea importante será una serie continua que volverá a las tendencias industriales y demográficas en los Estados Unidos, explorando el papel del capital internacional (y en particular de las empresas de toda Asia) en la llamada “reindustrialización” del sur de los Estados Unidos. Otro tema será la exploración de la cuestión de la subjetividad política, retomando donde lo dejó Hellworld en preparación para un futuro proyecto de libro (no tan largo, lo prometo) sobre la “cuestión de la organización”. Pero gran parte del contenido será simplemente incidental: lo que sea en lo que esté trabajando esa semana, fragmentos antiguos sacados del archivo, algunos datos interesantes con los que me haya topado. Dado que parte del objetivo es ganar dinero, simplemente tendremos que ver qué se vende.
Notas del autor.
[1] P.K. Haff, “Technology as a geological phenomenon: implications for human well-being”, en Waters, C. N., Zalasiewicz, J. A., Williams, M., Ellis, M. A. & Snelling, A. M. (eds), A Stratigraphical Basis for the Anthropocene, Geological Society, London, Special Publications, 395. p. 1
[2] Ibid, p.2
[3] Lewis Mumford, Technics and Civilizaiton, London: Routledge & Kegan Paul Ltd, 1934. p.4
[4] Jason W. Moore, Capitalism in the Web of Life: Ecology and the Accumulation of Capital, New York: Verso, 2016. p.176
[5] Neil Brenner, “Introduction: Urban Theory Without an Outside”, en Neil Brenner (Ed.), Implosions / Explosions: Towards a Study of Planetary Urbanization, .p. 18
[6] Martín Arboleda, Planetary Mine: Territories of Extraction under Late Capitalism, New York: Verso, 2020. pp.15-16
[7] El concepto se desarrolla más detalladamente en mi libro, Hellworld: The Human Species and the Planetary Factory.
[8] El término es utilizado por Alessandra Mezzadri en “Life and the Labour Process in the Planetary Social Factory” (La vida y el proceso laboral en la fábrica social planetaria), Global Labour Journal, 16(2), mayo de 2025. https://doi.org/10.15173/glj.v16i2.6723
[9] Michael Storper, Richard Walker, The Capitalist Imperative: Territory, Technology, and Industrial Growth, Oxford: Basil Blackwell, 1989. pp.139, 141
[10] Este mapa y el siguiente son versiones ligeramente modificadas de dos figuras utilizadas en el capítulo 2 de mi libro, Hellworld: The Human Species and the Planetary Factory.
[11] Greig Charnock y Guido Starosta, “Introduction: The New International Division of Labour and the Critique of Political Economy Today”, en Charnock and Starosta (Eds.), The New International Division of Labour: Global Transformation and Uneven Development, 2016, p.5
[12] Los libros de la serie HM se publican primero en costosas “ediciones de biblioteca” a través de Brill y, un año después, Haymarket lanza una edición de bolsillo para venta al público. En el momento de redactar este artículo, solo está disponible para la venta la costosa edición de biblioteca, que incluye un PDF al que se puede acceder a través de la mayoría de las universidades. La edición para venta al público debería salir a la venta en algún momento del verano de 2026.